Relato, exposiciones, cine, novela

I)

Relato

Cartas


Joaquin Peral


La palabra carta tiene un significado polisémico, pero yo ahora me referiré  a uno de ellos. Hablo del texto que una persona escribe a otra para comunicarle noticias, sentimientos, experiencias, etcétera. Generalmente viene o venía dentro de un sobre de papel y lo habitual era que la trajera el cartero a nuestro buzón.

En la actualidad, y sobre todo la correspondencia personal, va desapareciendo de esta forma vehicular y solo nos llegan por este medio, y cada vez menos, informaciones escritas de instituciones o corporaciones administrativas.

Los textos que nos escribimos por correo electrónico son también con contenidos muchas veces afectivos, informativos o de temas variados, pero no tienen el regusto que daba la espera, el misterio y el goce que se producía al anhelar, ver y abrir una carta, quizás escrita muchos días o semanas antes. Ese lapso de tiempo que constituía la espera la hacía aún más deseable. Sobre todo, las cartas entre amigos o entre amantes y enamorados que entretejían a través de esos papeles escritos a mano, una relación que movilizaba tras la lectura, infinidad de neurotransmisores cerebrales que sellaban el enamoramiento o los sentimientos de la amistad.


Los textos que hoy recibimos a través del ordenador o de aplicaciones de mensajería tienen al menos para mí otras características. Son comunicaciones escuetas, funcionales, salpicadas a menudo de abreviaturas o "emoticonos" y salvo en pocas ocasiones tienen el contenido emocional de las cartas tradicionales. El tiempo de espera, la sorpresa o esta forma de comunicación directa que teníamos con los seres queridos, hacían de las cartas un modo importante de vivencia que tenía mucho peso en nuestras vidas.


Sin duda que hoy la comunicación casi inmediata con el otro tiene también aspectos positivos, pero generan sentimientos y expectativas distintas a los que nos traían esos sobres de papel con un contenido manuscrito que hacía que observásemos gran cantidad de detalles como la letra, el tipo de papel empleado, el color de la tinta, el uso del lenguaje ya que quizás exigía o había exigido, una reflexión previa antes de dejar para siempre el reflejo de nuestro yo en ese trozo rectangular de papel. Incluso hasta intentábamos percibir a través del tacto o el olfato a quién había puesto allí las últimas palabras antes de proceder al cierre del sobre y disponer de su envío.

En las cartas no se expresaban siempre las mismas temáticas o sentimientos. Mientras escribo estas líneas recuerdo algunas de éstas que tuvieron un gran significado para mí o para personas cercanas a mí.


Comenzaré con una carta que se escribió un año antes de que yo naciese.

Se trata de una misiva de un compañero de mi padre de la Armada Argentina. Allí mi progenitor trabajó unos diez años, y un compañero le había dado a él una carta para que a su vez se la entregase a otro marino que en ese tiempo no estaba en tierra y se encontraba navegando en los mares del sur de Argentina. Esa carta cerrada estuvo en un cajón de un ropero de la casa de mis padres durante décadas, al menos hasta que yo con veintiséis años me fui de aquel país.

El motivo que estuviera en nuestra casa es que mi padre no pudo nunca entregarla. Tampoco la destruyó y jamás la abrió para conocer su contenido. Mi padre nos decía que no podíamos abrirla porque no había sido dirigida a nosotros. Para mi hermana y para mí cuando éramos niños esa carta nos producía gran curiosidad y la percibíamos rodeada de misterio.

Algo de esto había. Ya siendo nosotros jóvenes mi padre nos contó porqué seguía en su poder y porqué no llegó nunca a entregarla. El remitente de la carta poco tiempo después de dársela a mi padre, enfermó y fue ingresado en un psiquiátrico del que nunca salió. Mi padre dejó por entonces la marina y se fue a vivir a casi dos mil kilómetros al norte de su antigua base de la armada. Se interrumpieron por estos hechos y esos tiempos, todo tipo de contactos. Debemos situarnos en las formas de comunicación personal de aquellos años cincuenta del siglo pasado.

Pero la causa más importante de esta pequeña historia es que el destinatario de la epístola murió en esos meses en un naufragio en el Estrecho de Magallanes y nunca fue encontrado su cuerpo. Se cerró la historia como un desaparecido en el mar tras el hundimiento de un barco argentino que se llamaba el rastreador Fournier. Mi padre ya hace muchos años que falleció y yo dejé la casa familiar hace casi cincuenta años. Desconozco que pasó con aquella carta, pero hoy al recordarla me vi impulsado conocer la historia y el final de aquel buque argentino que sigue hundido en las frías aguas cercanas a Ushuaia.




Otras cartas, pero con recuerdos más hermosos y sentimentales son las que yo recibía tras una espera anhelante, de una amiga que vivía en la ciudad de Córdoba de Argentina. Por entonces yo tenía dieciséis o diecisiete años y la había conocido en Tucumán. Estas ciudades están separadas por unos seiscientos kilómetros. A Mónica, como era su nombre, la conocí en un viaje que su colegio realizó a mi ciudad. Desde que nos conocimos nos sentimos muy atraídos y compartíamos gustos sobre literatura, música, opiniones y sueños para el futuro que creíamos que nos esperaba. Tuvimos solo tres encuentros y ella se marchó a su ciudad.  A partir de entonces mi atención total en esa etapa de adolescencia estuvo dirigida a esperar las cartas que ella me escribía. Tenían una periodicidad semanal o quincenal. Mi espera del cartero era a diario y observaba si este se dirigía a mi casa o no.


Cuando yo volvía del colegio y veía que su carta estaba encima de mi mesa me sentía inundado de felicidad y de emociones desbordantes.

Venían estas cartas en sobres de calidad, de un blanco inmaculado al igual que el papel de carta como así lo llamábamos entonces. Solía tener dos o tres hojas escritas por ambos lados. La letra de Mónica estampada con una tinta azul claro era bellísima y de una persona segura, no como mi letra, casi ininteligible y fea.  Me contaba cosas y ambos sabíamos que nos unían sentimientos más profundos, pero nunca llegamos a verbalizarlos. Con el tiempo se fueron haciendo más largos los periodos entre misiva y misiva hasta que dejamos de escribirnos. Unos años después y en otras circunstancias intenté volver a verla pero no pudo ser. Eran momentos muy malos para mí y para lo que se vivía entonces en el país. Nunca más supimos nada uno del otro. Lo que si ha quedado en mi cerebro son unos recuerdos hermosos, cálidos y donde se encuentran guardados quizás los sentimientos más dulces producidos por un enamoramiento casi platónico de ese tiempo de adolescencia. Me gustaría ahora tener algunas de esos escritos, que seguramente me inundarían de endorfinas.


También recuerdo ahora otras dos cartas, pero de significado en mi vida absolutamente opuestos y son las que ahora paso a contaros. Ambas tienen que ver con los años en que yo viví en Argentina.

La primera fue una que llegó a casa en una mañana de marzo del año 1976. En ella se me convocaba a presentarme para incorporación al ejército cuando tenía ya veintiséis años, una hija y comenzando a intentar labrarme un futuro. La incorporación era obligatoria y se realizó unos quince días antes del comienzo de la dictadura militar argentina de aquellos años. Hasta que tomé la difícil decisión de presentarme a esa convocatoria la carta estuvo en casa pasando de unas manos a otras entre los miembros de mi familia ya que la leíamos y la releíamos como si aquello ayudase a tomar una decisión correcta para esos momentos de la historia del país y también de nuestra propia historia familiar.


La otra carta, aunque del mismo año, pero de unos seis meses después y con un contenido emocional muy diferente, fue la que llevó el cartero a casa de mis padres en un sobre de vía aérea y con membrete del Ministerio de Trabajo de España.

Mi padre me llevó esta carta a una zona rural donde yo estaba cumpliendo mi servicio militar como ciudadano convocado por emergencia nacional. Desde lejos cuando me vio, mi padre comenzó a agitar el sobre de la misiva y su rostro estaba radiante al entregármela. El contenido de la misma era la concesión de una beca para estudios de posgrado en España. Eso significaba una inmensa esperanza en mi vida y en la de mi familia. Además, era en aquellos momentos como un salvoconducto de salida de ese país que entonces estaba gobernado por una sangrienta dictadura. Esa carta aún la conservo y han pasado casi cincuenta años.


En fin y para terminar, recuerdo ahora otra correspondencia que un día me encontré en el buzón de la casa en la que yo vivía en Madrid. Corría el año 1978. Iba dirigida a mí, pero no llevaba sellos. Alguien la había dejado en mi buzón.

Me pareció que el texto estaba escrito por una mujer joven y mencionaba historias y algún poema relacionados con amigos de mi militancia política que habían sido secuestrados y desaparecidos en Argentina. Deduje que quién había escrito ese texto me conocía y también a las personas que nombraba, pero no parecía tener al menos conmigo una relación muy cercana. En ese tiempo todavía no sabíamos con certeza si las desapariciones de nuestros amigos eran transitorias o definitivas. El texto era emocionante, nostálgico y expresaba sentimientos de pérdida y despedida. Me dejó su lectura conmocionado. Nunca supe quién escribió esa carta y porque me la dejó de ese modo. Los amigos a los que se hacía alusión en el escrito nunca aparecieron. En esos tiempos el hecho de comunicarnos de forma abierta ya era una situación de riesgo. Es posible que ese sea el motivo de la forma misteriosa que recibí ese texto.


En este momento al cerrar este recordatorio de correspondencias inolvidables vienen a mi mente las centenas de cartas que durante años recibí de mis padres. Me las enviaban desde Argentina a España. Mi padre era el “escritor” y mi madre agregaba siempre algo personal al final de los textos. En alguna de mis múltiples mudanzas perdí esas cartas. En ellas estaban reflejadas las vivencias y preocupaciones de mi padre a través de muchos años. También estaba el afecto y el cariño que ellos me brindaban a la distancia con una sistemática regularidad de una carta cada diez días. Muchas veces y sobre todo por las vicisitudes de la vida, yo no pude mantener ese ritmo epistolar lo que seguramente entristecía a mis padres. Para ello, esta época de la comunicación inmediata por videoconferencia, les hubiese hecho muy felices al poder mantener un contacto más frecuente y vívido con una parte de la familia separada por una enorme distancia.


Me abstraigo ahora de mis recuerdos y os invito que al menos de vez en cuando, recuperemos la costumbre de escribir cartas a la “antigua” y creo que nos sorprenderá el constatar que es otra forma de lenguaje respecto al que hoy empleamos habitualmente. Sugiero que tras su escritura, se la enviemos a algún amigo o persona querida y creo que sin duda también lo sorprenderemos gratamente cuando recoja nuestra carta en el buzón de su casa.


II)

Novela

Leí este libro por recomendación de unos amigos. No conocía nada del autor. Para mí fue una sorpresa porque me arrastró a unas historias de otra época con una maestría narrativa que deseaba tener tiempo libre para volver a tener este texto entre mis manos. También me permitió aislarme por unos días del "ruido" del presente por lo que pienso que también aporta en ese sentido. 

"El quinto en discordia" es una muestra de la maestría de Davies para la novela: su erudición le permite tratar los temas más diversos -el circo, el santoral, la primera guerra mundial, o la vida en un internado- con una naturalidad asombrosa; y su imaginación teatral logra cautivar al lector desde el inicio. La primera novela de la Trilogía Deptford, la más aclamada de Davies, se alza como la historia de un hombre racional que descubre en lo mágico un aspecto más de lo real.


«Pensar en Robertson Davies como en el eslabón perdido entre Charles Dickens y John Irving. Y pensar en El quinto en discordia -punto de partida de la Trilogía Deptford- como en su indiscutible cima creativa»Rodrigo Fresán


«Considero a Davies un autor tan universal que he decidido no enseñar lo canadiense de sus libros sino lo que tienen de maravilloso»John Irving


«Lo menos que se puede decir de él es que es un escritor maduro y sabio»Anthony Burgess


 III)

Arte

 Exposición en Tucumán(Argentina) de Agueda Ponce



La artista visual Agueda Ponce, grabadora, pintora y últimamente

ceramista, nos invita con su muestra a recorrer pequeños mundos

ahuecados, rasgados, donde hay un adentro y un afuera, que con el paso

del tiempo y la monotonía de lo cotidiano, han entrado al olvido y sus

habitantes se hallan ahora dispersos y anhelantes de aquel que fuera en

otrora el motivo de su existencia. Mundos donde la arquitectura del paisaje

está en el recuerdo pero que contienen una mirada a lo poético y lúdico de

la infancia y una mirada al adulto y sus miedos.

Hablar de cerámica, es hablar de lo ancestral. Esta alfarera ceramista,

tiene un conocimiento profundo de la técnica, como también de sus

acabados a mano con pincel, con engobes y esmaltes, logrando piezas

detalladas, con estilo personal, con texturas suaves, colores y diseños

armónicos, asemejados a los que encontramos en la naturaleza.

La Licenciada Ponce con la magia de su imaginación, se permite liberar

caballos de una calesita, dejar empollando la metáfora de la esperanza en

una gallina, cultivar girasoles que ciegan con su amarillo, construir casas

de hadas, universos de manos-palomas-adioses, platos que como lienzos

completa con dibujos de caballos (figura que maneja a la perfección),

símbolo de la determinación y el coraje; construir y deconstruir, usa el

lenguaje del amasado que con paciencia modelará en las formas que

representarán esa búsqueda permanente de la libertad, aún así con el

corazón lacerado, logrará expresará sus emociones.

La artista con la sensibilidad puesta en su obra nos sugiere que para

poder conectarnos el mejor camino siempre será el juego. Como dice la

letra de una canción de Facundo Cabral: No crezca mi niño, no crezca

jamás, los hombres al mundo le hacen mucho mal.

María Cristina Díaz Di Risio


 Algunos aspectos profesionales de Agueda Ponce

Estudió en la Escuela de Bellas Artes “Maestro Atilio Terreno”, dependiente de la Universidad Nacional de Tucumán, egresando con el título de Magisterio en Artes Plásticas.

Asistió al Taller de Cerámica en la Escuela de Bellas Artes, obteniendo el título de Técnico Ceramista.

En la Facultas de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán obtuvo el título de Licenciada en Artes Plástica, especializándose en Grabado. Fueron sus Profesoras Ana Matilde Aybar de Lucero y Elda Sarmiento.

Participó en muestras y exposiciones colectivas e individuales.

Durante una década integro el Grupo Grabás, conformado por egresados de la Facultad de Artes, bajo la dirección de la grabadora Ana Matilde Aybar de Lucero, quien incentivó la vocación de la expresión gráfica en las técnicas de la estampa grabada incluyendo materiales tradicionales como la xilografía, collagraf y monotipy.

Incursionó en la pintura de gran formato, cuya temática principal hizo referencias a la figura humana, animales y objetos cotidianos; representando una tónica expresionista, pero a la vez intimista, ya que reflejan su estado de emotividad donde se destacan las imágenes de niños como protagonistas centrales de la composición.                    

Junto a la actividad artística, ejerció la docencia en Instituciones educativas en distintos niveles y fue ex profesora en la Escuela de Bellas Artes ”Maestro Atilio Terragni” U.N.T., en los Talleres de Arte Impreso y Dibujo en los Niveles de la Secundaria y Terciario, respectivamente. Luego, desempeñó el cargo de Supervisora Docente de Educación Plástica en el Nivel Primario , en el cual organizó la exposición de Arte Infantil con el Proyecto “De la Escuela al Museo, los niños se muestran a través del Arte”, en el año 2008 y 2009, desarrollado en el Museo de Bellas Artes Timoteo Navarro en San Miguel de Tucumán.

Dicha muestra estaba compuesta de pinturas, dibujos, esculturas, construcciones, cerámica, títeres, cine animación e historietas realizados por los estudiantes donde reflejan la tarea de los Profesores de Arte. Esta muestra tenía como finalidad la de dar a conocer al público en general, las distintas experiencias artísticas y educativas de los niños dentro de las instituciones escolares de la Provincia de Tucumán.

Actualmente, retirada de la Docencia, asiste al Taller de Cerámica de Caterina Mirkin, para retomar una de las técnicas que requiere esfuerzo y trabajo en la elaboración de ideas y emociones en el campo artístico y artesanal.

En esta exposición, se exhiben piezas en cerámica, fruto de la imaginación y la creatividad, pero no de la casualidad. Cada una de ellas, provienen de un estudio en cuanto a formas, colores y dimensiones, para dejar entrever ideas adecuadas a los lenguajes expresivos.

Se comienza por realizar bocetos previos, consciente de que el fuego es quien toma la decisión final en cada una de las obras. El conjunto de piezas es una producción modeladas , decoradas y pintadas de manera artesanal, dejando marcadas visualmente líneas, formas, opacidades y brillos, combinaciones cromáticas de engobes, pigmentos y óxidos; como el de hierro, cobalto, manganeso y cobre, aplicando transparentes y esmaltes. En cada obra dejan entreverse ideas con arbitrarias de paletas cromáticas contrastantes, texturas y formas.   

La diversidad de técnicas adquiridas a través de la práctica en distintos talleres, sirvieron para adecuar los lenguajes expresivos aplicados en cada una de las piezas de cerámica.

La cerámica es un medio de comunicación artística frágil, mantiene el aura personal de su creador y su cultura. “Modelar para dar forma a la arcilla, hornearla a altas temperaturas, pintar con engobes, esmaltes y óxidos; bruñir y esgrafiar, da sentido a la subjetividad y es allí donde surge la cerámica”.


Otras actividades en Tucumán


IV)

Cine

"Los buenos profesores"


Película sin grandes ambiciones pero entretenida y muestra la realidad docente en Institutos de Francia que podrían en gran medida ser extrapolables a nuestro país. Resalta la importancia de la docencia en la formación de los jóvenes y a los problemas que se enfrentan hoy los profesores. Recomendable por el tema aunque cinematográficamente nada destacada. J.P




 

 

 

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