Disruptores químicos; microplásticos y riesgos para la salud


Las sustancias químicas invisibles que podrían afectar a la pubertad

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Maria-Jose Lopez-Espinosa; Andrea Beneito Insa y Nerea Castillejo. Fundació Fisabio

¿Podrían tener un coste para nuestra salud los envases de comida precocinada, perfumes, tampones, compresas, pastas de dientes, cremas o jabones que usamos regularmente? Lo cierto es que sí. En estos productos de uso cotidiano hay sustancias químicas como bisfenoles, parabenos, triclosán o ftalatos que son invisibles al ojo humano. Se utilizan para dar flexibilidad o dureza al plástico de envoltorios y envases de alimentos, pero también como conservantes de productos de higiene, que actúan alejando las bacterias.

 


Sustancias disruptoras endocrinas y productos que las contienen.


La parte negativa es que las sustancias químicas arriba mencionadas se consideran disruptoras endocrinas. Esto implica que si entran en nuestro cuerpo a través de la comida o el agua (ingesta), la piel (absorción cutánea) o el aire (respiración) pueden alterar nuestro sistema productor de hormonas, también conocido como sistema endocrino.

En la pubertad somos muy vulnerables

Durante la pubertad, si dichas sustancias disruptoras endocrinas interfieren con el sistema productor de hormonas las consecuencias pueden ser especialmente preocupantes.

¿Y por qué la pubertad es una etapa tan vulnerable? Porque esta depende de una cascada de eventos que se inicia en etapas tempranas del embarazo y continúa hasta que se alcanza la madurez sexual del ser humano.


En dichos eventos interviene el sistema endocrino, que produce hormonas como los estrógenos (por ejemplo, el estradiol) y andrógenos (por ejemplo, la testosterona). Y la producción o funcionamiento de estas hormonas podría verse afectada por la exposición a sustancias disruptoras endocrinas.

En concreto, dichas sustancias pueden atravesar la placenta durante el embarazo. De esta forma, llegan al feto afectando al sistema endocrino, muy vulnerable durante esta etapa por su inmadurez (al estar en pleno desarrollo). Y aunque queden muchos años hasta el inicio de la pubertad, el daño producido queda como dormido hasta que empieza el desarrollo sexual, momento en el que se manifiesta. A esto se le conoce como programación fetal o teoría de Barker y podría ser una explicación de por qué a lo que se está expuesto/a en el vientre materno puede afectar la correcta maduración sexual.

Por si esto fuera poco, la exposición a sustancias disruptoras endocrinas continua desde que nacemos hasta la pubertad, a través de los alimentos, agua, etc. Y esto es especialmente importante en la etapa alrededor de la pubertad, cuando las hormonas sexuales tienen una función esencial.

Por las razones mencionadas, no es lo mismo verse expuesto/a a bisfenoles, parabenos, triclosán o ftalatos durante la edad adulta que mientras nuestro cuerpo se está formando.

Lo que ocurre si la pubertad empieza antes de tiempo (o más tarde)

Llegados a este punto, se puede estar preguntando de qué forma alteran estas sustancias a la pubertad. Los resultados de los artículos publicados hasta el momento no son concluyentes. Es decir, hay estudios que sí han encontrado relación entre el avance o retraso del desarrollo sexual y la exposición a estas sustancias y otros que no la han encontrado.

Lo que sí sabemos a ciencia cierta es la importancia de que la pubertad comience y progrese a su debido tiempo. Así, por ejemplo, que esta etapa se inicie antes de la edad esperada se ha relacionado con un mayor riesgo de padecer obesidad, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, problemas de conducta y cáncer de mama, testicular y próstata en la edad adulta.

Por otra parte, un desarrollo de la pubertad más tardío de lo esperado se ha asociado con un mayor riesgo de problemas psicosociales, peor rendimiento escolar y aumento del riesgo metabólico y cardiovascular a lo largo de la vida.

Maduración sexual en el Proyecto INMA

Ya reza el dicho que cuando el río suena, agua lleva. Por ese motivo, es tan importante seguir estudiando si el desarrollo sexual se podría estar adelantando o retrasando debido a la exposición a sustancias disruptoras endocrinas.

Desde el Proyecto INMA estudiamos cómo las sustancias químicas que hemos citado y otras afectan a esta etapa. Entre otras cosas, recientemente hemos identificado que la exposición prenatal a ftalatos, unas de las sustancias disruptoras endocrinas de las que hemos estado hablando, podrían estar involucradas en el adelanto de la edad del inicio de la pubertad.

Los estudios que realizamos en el Proyecto INMA podrían ayudar a comprender cómo los contaminantes ambientales alteran los niveles hormonales y la maduración sexual en un periodo crucial para el desarrollo humano como es la pubertad.

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Microplásticos, la contaminación que comemos, bebemos y respiramos

Estas partículas entran en el cuerpo en muy bajas concentraciones, pero lo que preocupa es justo su tamaño ínfimo

  • El País. CLEMENTE ÁLVAREZ  y LAURA NAVARRO


 







Aunque ya es muy común el uso del término microplásticos para referirse a todas las partículas de polímeros diseminadas por el ambiente de entre una micra y cinco milímetros, esta diferencia de tamaños es como la de una hormiga y una ballena azul. Y hay todavía fragmentos mucho más pequeños, nanoplásticos. Se han detectado plásticos de estas dimensiones tan reducidas en los océanos, en el aire, en la lluvia, en nuestra comida, en el agua que bebemos e incluso en nuestras células. Sin embargo, si siguen existiendo todavía muchos interrogantes sobre esta forma de contaminación y sus efectos se debe en gran parte a la gran complejidad de investigar a una escala tan pequeña, con unos contaminantes de tan ínfimo tamaño.


El agua que bebemos es un ejemplo de este desafío. ¿Dónde hay más micro y nanoplásticos: en la que sale del grifo de las casas o en la embotellada en plástico? Un reciente estudio de la red de investigación Enviroplanet ha encontrado 89 veces más partículas de este tipo (nanogramos por litro) en el agua de botella que en la de grifo de ciudades españolas. Sin embargo, otra investigación de este mismo año del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC) halló algo más en la de grifo, justo lo contrario.


Esta disparidad de resultados se debe, entre otras cosas, al empleo de métodos diferentes para detectar los micro y nanoplásticos, pues hoy en día no existe una metodología homologada seguida por todas las investigaciones. Una nueva técnica desarrollada por investigadores de la Universidad de Columbia (EE UU) para detectar fragmentos de plástico cada vez más pequeños halló de media cerca de 100.000 partículas (la mayoría nano) en un litro de agua en botella de plástico, una cantidad muy superior a las estimadas hasta ahora.


Independientemente de la técnica empleada, está claro que estamos bebiendo plástico. Aunque el número de micropartículas sea muy alto, las concentraciones en masa de lo que ingerimos suelen ser bastante bajas. Como recalca Roberto Rosal, científico de Enviroplanet, incluso tomando la medición más elevada de 1.600 nanogramos por litro de estas dos investigaciones recientes en España, para llegar a ingerir un gramo de plástico con vasos de esta agua habría que tomar 625.000 litros. Y si se considera la recomendación de beber tres litros al día, para lograrlo se necesitarían más de 570 años.


Ahora bien, hay que tener cuidado. Esto puede parecer una cantidad insignificante, pero aquí, de nuevo, el problema es justo lo pequeño. Como señala Marinella Farré, investigadora del IDAEA-CSIC, “cuanto más pequeño, más miedo me da”. “Si es muy grande, me lo tragaré y seguramente estará un tiempo en el intestino, pero acabará saliendo. Pero si es pequeño o suficientemente pequeño, puede pasar a través de los tejidos y entonces absorberse en el organismo, quedándose ahí”.


Que los seres humanos estén bebiendo, comiendo y respirando micro y nanoplásticos puede afectar a su salud de dos formas: por la presencia de estas partículas extrañas en algunas partes del organismo y por los efectos de los aditivos químicos utilizados en la fabricación de estos materiales. Ya se han encontrado micro y nanoplásticos por toda la geografía humana: la sangre, la placenta, la leche materna, el interior de las células... Esta misma semana una nueva investigación alertaba de otra zona donde se han detectado: los testículos. Aunque todavía existen muchos interrogantes sobre cómo afecta esto a la salud, un estudio reciente publicado en New England Journal of Medicine encontró en pacientes de hospitales de Italia micro y nanoplásticos en la placa aterosclerótica que obstruye la arteria carótida. El trabajo, uno de los primeros en vincular esta contaminación con enfermedades humanas, concluyó que los afectados con plásticos en la arteria carótida tenían 4,5 veces más riesgo de morir por un infarto o ictus. No obstante, hacen falta estudios experimentales que confirmen estas conclusiones, pues estas investigaciones son complicadas por el riesgo de contaminación de estos plásticos de tamaño ínfimo en los propios laboratorios.


Si bien se habla sobre todo de la contaminación por microplásticos en los océanos, la mayor exposición para los humanos está en los propios hogares. En el último siglo, las casas se han ido llenando de objetos y materiales fabricados con estos polímeros. Están por todas partes: en los envases de los alimentos, en los equipos electrónicos, en el textil sintético, en los cosméticos…

El lavado de la ropa es una de las principales fuentes de microplásticos, pues las máquinas lavadoras sueltan por el desagüe gran cantidad de microfilamentos. Pero el propio desgaste del textil también va liberando fragmentos en los domicilios. Según Nicolás Olea, catedrático de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Granada, en el polvo de una casa se encuentran sobre todo microfilamentos plásticos del textil, en especial, poliéster y, en menor medida, poliamida (nailon). “Hoy en día la mayoría del textil también es plástico, si hablamos de food packaging para los embalajes alimentarios, yo explico que la ropa es human packaging, embalaje humano, porque estamos metidos en plástico”, comenta este experto en epidemiología.


Aparte del textil, los equipos electrónicos y los cosméticos, el catedrático Olea llama también la atención sobre los odorificantes utilizados en algunas casas y sobre algunos productos con plástico que sustituyen antiguas alternativas que antes no tenían, como las bolsas de té. También advierte sobre otros artículos muy usados en los últimos años: las mascarillas. “Uno de los acúmulos de plástico más llamativos en el organismo es en el tejido pulmonar y domina el polipropileno, un material vinculado a las mascarillas”, recalca el catedrático. “Esto es un desmadre, ¿no?”.

Los investigadores de Enviroplanet han comprobado cómo los microplásticos se propagan de forma descontrolada por España. Han constatado cómo las aguas residuales de las casas e industrias siguen saliendo de las depuradoras con una gran cantidad de micropartículas plásticas y acaban en los ríos o en los campos agrícolas (a través de los lodos). Y con ayuda de aviones han hallado concentraciones equivalentes a un billón de microplásticos en el cielo de Madrid, a entre 1.500 y 2.000 metros de altura.


De esta forma, transportados por el agua de los ríos y de los oceános, así como las corrientes atmosféricas o las gotas de lluvia, las micropartículas de plásticos se han ido diseminando por todo el planeta. “El plástico es un material sin el que no podemos vivir en nuestra sociedad industrial, es un material muy útil que necesitamos”, enfatiza Rosal, de la plataforma científica Enviroplanet. “Hay que lograr gestionar este material para que los residuos no sigan desperdigándose sin control”, señala el investigador, que defiende que con esta forma de contaminación “es fácil caer en el alarmismo”.

En estos momentos, se están produciendo negociaciones internacionales para tener listo a finales de 2024 el texto del primer tratado mundial contra la contaminación por plásticos.


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