Contemporáneos. José Herrera Peral

Contemporáneos 


                                                                       Arriba Javier Marías. Abajo, Paul Auster

En estos últimos tiempos hemos perdido a contemporáneos nuestros que seguramente influyeron en nuestras vidas. Reflexioné sobre este tema y eso también me hizo  recordar a otros que ya hace tiempo que fallecieron, pero que en su momento sus ausencias me habían dejado huella y había sentido cierto desgarro en mi propia historia personal.

 

Las muertes más recientes de Javier Marías y de Carlos Saura entre otros, me llevó a  recordar unas conversaciones que tuve con un amigo sobre nuestros contemporáneos. 

Definir con precisión qué personas o acontecimientos son contemporáneos a uno no siempre es fácil.

Se entiende por contemporáneo a lo que existe al mismo tiempo que otra cosa o que pertenece a la misma época que ella o también al individuo que vive en el mismo espacio temporal que otra persona.


A lo largo de la vida, podríamos decir que todos los que conviven o han convivido con un individuo al mismo tiempo son sus contemporáneos. Pero el camino vital de una persona no es estático, evoluciona en el tiempo. Por ello uno es contemporáneo de muchos individuos, pero las relaciones personales o culturales en la cercanía o en la distancia que se establecen con algunos en particular, tienen un peso mayor en la historia existencial de cada persona.


Por ello los límites hacia adelante o hacia atrás en el tiempo sobre quiénes son nuestros contemporáneos se difuminan, son menos nítidos y semejan las veladuras cambiantes de una pintura al óleo.

 

Existen o existieron personas que fueron contemporáneas de uno, pero que con el paso del tiempo fueron desapareciendo, en ocasiones sin estridencias y otras, dejándonos una marca perdurable por las consecuencias de sus obras y de sus ausencias.

Me refiero a “contemporáneos” que generalmente por fallecimiento se separan de nuestras vidas y sin embargo nos han dejado improntas profundas en nuestros conocimientos, en nuestra personalidad o simplemente en nuestros recuerdos que están aderezados por sentimientos, sensibilidades y que han penetrado en nosotros sin que siquiera fuésemos conscientes de ello.

 

Como ejemplos tenemos amigos de la infancia, nuestros maestros o profesores, nuestros padres, compañeros de profesión o aquellos amigos que forman parte importante de nuestra vida. En los contemporáneos creo que no solo están los seres cercanos si no también los lejanos, a los que no hemos conocido personalmente pero que han influido de forma importante en nuestra historia o en nuestra forma de pensar o sentir, como pueden ser gobernantes, dictadores, literatos, músicos, pintores y un sin fin de otros ejemplos que forman parte de nuestra definición de contemporaneidad.

 

He pensado sobre este concepto al recordar a mis maestras de la infancia, a compañeros desaparecidos-asesinados por una dictadura, a directores de cine, a escritores, a filósofos, a científicos y también a los amigos que actualmente me hacen mejor el día a día.

He sido contemporáneo de Jorge mi amigo de la infancia que ya falleció, también de mi inolvidable maestra de primaria y de mi entrañable profesora de Física del bachillerato, de mi queridos amigo Luisi y Enrique que hoy ya no están y también de muchas otras personas que en este instante se asoman a mis recuerdos.

Soy también contemporáneo de un niño vecino de casa, pero seguramente nuestra contemporaneidad se irá desdibujando con el paso del tiempo dado los años e intereses que nos separan.


 En fin, me he planteado esta cuestión al sentir con dolor la desaparición de personas lejanas a mí pero que formaron parte de mi vida, aunque fuese a la distancia. Me pasó siempre, pero en los últimos tiempos lo sentí más con la muerte de Mosterín, José Luis Cuerda, Mario Camus, Kirk Douglas, Marta Harnecker, José María Calleja, Henning Mankell, Ruiz Zafón, Saramago, Vangelis, Morricone, Jesús Quintero, Gorbachov, Godard, Carlos Saura, Nuccio Ordine y Paul Auster entre otros.

 

También con el fallecimiento de Javier Marías me sentí más solo intelectualmente y con sensación de tristeza al percibir como un final de etapa. Este escritor que, aunque no lo conocí personalmente, me sentía ligado y expresado por él en su brillante literatura y en sus columnas dominicales donde era un bastión contra la estupidez humana, contra los nacionalismos y los populismos de cualquier pelaje. En la estructura de sus escritos literarios aunaba ficción, pinceladas autobiográficas, opiniones y comentarios sobre la conducta humana. 


 

La templanza de Mosterín al exponer sus originales ideas, las horas de entretenimiento vividas en mi infancia con Kirk Douglas, las imágenes depositadas en mis neuronas creadas por Cuerda (entre ellas los fotogramas finales de la Lengua de las Mariposas), los inolvidables filmes de Camus como La colmena o Los Santos Inocentes, las novelas adictivas de Henning Mankell y la admiración a la valentía democrática y a las opiniones sensatas de José Mari Calleja, hacen que sus ausencias me produzcan desasosiego, tristeza y sensación de soledad. 


Hago un balance de otras personas contemporáneas a mí pero que aún están presentes. Unas muy cercanas como mis amigos y otras lejanas pero importantes y tremendamente nefastas como mucho de los dirigentes políticos mundiales actuales.


Cuando más años va cumpliendo una persona el abanico de los contemporáneos es mayor. En mi caso echando la mirada hacia atrás aparecen en mis recuerdos algunas personas muy cercanas como mis padres, tíos y familiares a los que estuve muy unido por vivencias comunes y sentimientos fuertes. También amigos con los que compartí ideales y esperanzas en un mundo mejor. Y como dije antes, dado que uno vive en sociedad también está inmerso en un ambiente en el que aún no habiendo conocido de forma directa a algunas personas reconoce que de algún modo éstas formaron parte de los pensamientos, de los valores y que influyeron de diversos modos en la forma de ser o de analizar la realidad. Pienso en García Márquez, Borges, Cortázar, Kubrick, Hitchcock, Rothko en la esfera de las artes y a Carl Sagan en el campo de la divulgación científica. El listado sería inmenso si hiciese un esfuerzo de memoria al recordar a historiadores, políticos, científicos o filósofos que creo que contribuyeron a conformar mi pensamiento.


Hasta ahora he mencionado a “contemporáneos” fallecidos, pero otros actualmente vivos, sin duda que influyen y han influido en mi forma de mirar el mundo. Me refiero entre estos a Antonio Muñoz Molina, a “El Roto”, a Manuel Vicent o a Vargas Llosa. Este último recientemente ha comunicado que deja su actividad literaria y periodística probablemente, pienso yo,  por problemas relacionados con su edad.  Para mí significó un impacto esta noticia. Aunque muchas veces he discrepado de su pensamiento sobre todo en el terreno de las opiniones políticas o económicas, sentí que desaparecía, al menos con nuevas obras, el aporte valioso de sus novelas o sus ensayos que invitaban siempre al conocimiento y al debate necesario en una sociedad plural. Echaré en falta a Mario Vargas Llosa y a su valentía en el terreno intelectual.


Otro personaje importante que perdimos recientemente fue Carlos Saura. A mediados de los años setenta del pasado siglo, cuando yo aún vivía en Argentina, pero intentaba dejar aquel país donde se estaba instaurando un totalitarismo genocida, el ver las películas de este director me permitía ir conociendo a la España de esos años y también a su historia reciente. Disfruté, adquirí conocimientos y también me sobrecogieron películas como “Peppermínt Frappé”, “Ana y los lobos”, “La prima Ángélica” y “Cría cuervos”, entre otras. Después, durante décadas, seguí la obra artística diversa de Saura que siempre me aportaron conocimientos y placer. Su muerte me sorprendió y me dejó algo confundido. Ahora con estas breves líneas intento dejar constancia del agradecimiento que sentí hacia Saura por lo que me aportó como espectador de sus obras, en aquellos años trágicos de una Argentina que sucumbía al terror y a la pérdida extrema de libertades. Sus películas para mí en aquellos años eran como una puerta de esperanza y conocimiento de un país que tiempo después sería mi hogar.


En estos días ha fallecido Paul Auster y sin duda ha ocasionado en mí los mismos sentimientos de pérdida y más soledad que antes he comentado. Aunque sabía desde hace meses que tenía una enfermedad grave y en fase terminal y también tras leer "Baumgartner", esperaba este desenlace, pero no por ello dejó de sorprenderme y entristecerme la noticia de su fallecimiento.

 

Bueno, tras esta salva de ideas enrevesadas y quizás poco claras cierro este texto en esta mañana de primavera cuando aún nos quedan muchas incertidumbres respecto a nuestro presente que está cambiando de forma progresiva y sutil nuestras vidas. Continúan los conflictos bélicos, reaparecen acciones genocidas como las que vemos hoy en el conflicto israelí-palestino, se repiten crisis económicas, aumentan las desigualdades sociales, crecen movimientos autoritarios en el mundo, surge la amenaza de la inteligencia artificial y se acentúa el calentamiento global, mientras muchos de los líderes políticos e intelectuales están solo pensando en las próximas elecciones o en parcelas del pensamiento que ya han demostrado la incapacidad para resolver los problemas de los ciudadanos y que pueden llevarnos a  retrocesos en la historia de la humanidad. 


En fin, para compensar esta última mirada algo pesimista me sumergiré en una buena novela mientras escucho algunas canciones de Joan Manuel Serrat, por cierto, otro de nuestros grandes contemporáneos.








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