“Mala educación” y uso del móvil

‘Tecno-modales’: manual de buenas maneras para utilizar el teléfono móvil....

 

Antonio Ortí. La Vanguardia

 

Los smartphones están matando los modales en todos los ámbitos cotidianos: expertos en protocolo dan pistas para recuperar la sensatez

 

 

                                             Manual buenas maneras movil Magazine (Sonia Pulido)

 

Los teléfonos móviles han invadido las conversaciones, las aulas, los cines, los dormitorios y hasta la sopa. Basta comprobar en una reunión con amigos cuánto tiempo transcurre hasta que alguien desenfunda el móvil. Una pista: ya en el año 2016, según datos de Apple, los usuarios de iPhone desbloqueaban su teléfono una media de 80 veces al día, mientras los de Android lo usaban 110 veces diarias. Estas cifras han crecido desde entonces, aunque ningún estudio actual permite saber exactamente cuánto. En cambio, se conoce a la perfección que estar pegado a un smartphone mata los buenos modales. En vista de ello, comienzan a surgir manuales de buena educación telefónica (lo que los anglosajones denominan phone manners) y reglas no escritas de cortesía. A continuación varios expertos en tecno-modales, explican cómo domesticar al teléfono móvil.

 

Llamadas en presencia de otras personas

La moda del pensamiento interruptus

Según una encuesta realizada en EE.UU, tres de cada cuatro propietarios de teléfonos móviles creen que utilizar el celular en presencia de otras personas no afecta su capacidad de prestar atención al tema tratado en vivo y en directo. Sin embargo, se trata de un espejismo. “Consultar el smartphone estando con otras personas resta calidad a la conversación presencial y perjudica la atmósfera de la reunión”, desmiente Esther Otero, directora académica de la Escuela Internacional de Protocolo de Barcelona.

Más allá de ser descortés, prestar más atención a la pantalla del móvil que a los ojos de la persona que hay enfrente, Otero desmiente otro mito: la multitarea no existe. En la práctica, remarcan los neurólogos, es imposible realizar dos tareas al mismo tiempo, pues ello conduce al pensamiento interruptus. En última instancia, señala Otero, las reglas de cortesía pretenden optimizar las relaciones sociales pero, para tal fin, es importante aprender a decir “luego te llamo” y a tener el móvil en silencio en presencia de otras personas.

 

 

                                        (Sonia Pulido)

 

Con amigos

La confianza da asco

Hay veces que la confianza da asco... Por ejemplo, se ha convertido en usual estar en compañía de una amiga o amigo y observar cómo agacha la cabeza para consultar el teléfono móvil, mientras su interlocutor le está hablando, y soltarle “te escucho, ¡eh!”. De tratarse verdaderamente de un asunto urgente (lo que casi nunca es el caso…), resulta más educado disculparse del amigo y atender la llamada (o la notificación) de forma breve y concisa.

Dicho con otras palabras: gestionar la interrupción como si se tratara de una excepción y no como la norma que acabará presidiendo el encuentro... “Sin duda, se trata de una falta de cortesía, pues ninguneas a la otra persona y le comunicas que, de algún modo, eres incapaz de concentrarte por completo en ella y necesitas nutrirte de otros contenidos en su presencia”, apunta Otero. Para evitarlo, hay un juego llamado “Phone Stack” muy instructivo. Básicamente, se trata de apilar los móviles encima de la mesa y acordar que el primero que coja su smartphone, sea cual sea el motivo, debe pagar la primera ronda.

 

Autobús, tren o metro

El voyeurismo auricular

Según Lara Torrano, profesora de dirección ejecutiva de eventos en la Escuela Superior de Protocolo y Relaciones Institucionales, por una extraña razón, hablamos tres veces más fuerte a través del teléfono móvil que en la vida real, lo que acaba fomentando el voyeurismo auricular. Este mal hábito permite escuchar a un pasajero que comparte el mismo vagón de tren, incluso aunque se acomode en el otro extremo, chillar: “Amorcito, ya casi llego a casa” o “Llama a Paco y dile que me traiga el coche, que se lo dejé para dos días y ya llevamos bla, bla, bla”.

Al parecer, la razón que lleva a algunos particulares a airear detalles de su apasionante vida privada como si no hubiera un mañana, reside en que no usamos los celulares en lugares fijos, lo que fomenta la tendencia natural de aumentar el volumen de voz en ambientes más o menos ruidosos. A título informativo, este fenómeno es conocido como “efecto de Lombard”, en honor del otorrinolaringólogo francés, Étienne Lombard. Otro tanto cabe decir de los tonos de llamada de ciertos usuarios y de la archiconocida costumbre de hacer retumbar una cancioncilla (por lo general, muy machacona y prescindible) con cada llamada entrante.

 

En el restaurante

¿A la izquierda o a la derecha del plato?

Hay un chiste que corre por las escuelas de protocolo y que recuerda Torrano: ¿a la izquierda o a la derecha del plato? ¿dónde debe estar el móvil? Respuesta correcta: en el bolsillo y en silencio. Más allá de la predilección de los insta-foodies por la comida fría, por su conocida afición a fotografiar los platos desde todos los ángulos posibles, si se trata de protocolo, no hay que dejar el teléfono móvil a la vista al tomar asiento en el restaurante.

Al tratarse de un objeto privado, explica Torrano, depositar el smartphone encima de la mesa del restaurante no resulta muy diferente a dejar los polvos de maquillaje o el peine al lado de la servilleta, el cuchillo y el tenedor. “Los objetos privados no deben ser visibles para no obstaculizar el servicio a mesa y distraer la conversación”, recalca Torrano. Por cierto, si se trata de que el móvil no dé la tabarra a los comensales, la opción más correcta no es ponerlo en modo vibración encima de la mesa para evitar escuchar el brrrrrrrrrr, sino que es mejor apagarlo o activar el modo “no molestar”.

 

 

                                       (Sonia Pulido)

 

En la oficina

La tentación de airear la vida privada

¿Qué postura existencial hay que adoptar al recibir una llamada de carácter privado en el trabajo? Si se trata de ser laboralmente correcto, los expertos en protocolo recomiendan ausentarse durante un instante del puesto de trabajo para evitar tratar asuntos domésticos en público. Salvo que la empresa en cuestión establezca normas específicas sobre el uso del teléfono móvil durante el horario laboral, “lo sensato es no airear la vida privada y acabar distrayendo a los compañeros de trabajo con problemas que no les conciernen y, ante los cuales, aunque solo sea por simple curiosidad, hay tendencia a poner la oreja”, informa Otero.

 

Otro tema: ¿los jefes pueden mandar wasaps a los empleados durante el fin de semana, o fuera del horario laboral, recordándoles tareas pendientes o encomendándoles otras nuevas? “Salvo que ambas partes hayan pactado previamente la posibilidad de mantener estos canales de comunicación abiertos, no es aceptable: lo apropiado es mandar un mail al trabajador y que éste lo consulte dentro de su horario laboral”, añade. Uno de los objetivos de limitar el uso privado del smartphone en el trabajo es favorecer la appstinencia, es decir, impedir a los empleados viajar por las redes sociales y disfrutar de otras funcionalidades del terminal, así como restringir lo que la revista The Lancet denomina como whatsappitis.

 

En las reuniones

Una pausa para revisar el móvil

Quienes durante las reuniones de trabajo están pendientes del móvil, observando si se ilumina, normalmente es porque se aburren como ostras, tras perder la capacidad de concentrarse sin distracciones. La única excepción es estar a la espera de recibir datos necesarios para esa reunión, en cuyo caso, advierte Otero, hay que comunicarlo a los participantes antes de que dé comienzo el encuentro. De no ser este el caso, es posible averiguar lo productivo que está siendo el cónclave observando la actitud corporal de cada participante y comprobando si, por ejemplo, escribe mensajitos por debajo de la mesa.

Con todo, según un estudio publicado en Computers in Human Behavoir, privar del teléfono móvil a los empleados no es la mejor táctica. En su lugar, es mejor establecer desde el principio cuánto tiempo durará el encuentro y fijar una pausa donde se pueda revisar el móvil. Un último aviso para navegantes, cortesía de Lara Torrano: cancelar una cita mediante un sms o wasap denota mala educación. Resulta más adecuado, si es posible, telefonear directamente a la persona y disculparse con ella a viva voz.

 

Cumpleaños, cenas de empresa y demás fiestas de guardar

El espécimen que quiere grabarlo todo

La celebración de cumpleaños y fiestas de guardar ha originado en los últimos años la aparición de un nuevo espécimen que comienza a ser estudiado por los antropólogos: hombres y mujeres que aspiran a grabar con su teléfono móvil todo cuanto acontece en la fiesta con una vocación que ya quisieran para sí directores del renombre de Sofía Coppola o Spike Lee.

Fruto de estos desvelos cinematográficos, algunos particulares que andaban enfrascados en hacer el tonto de las muchas maneras posibles o que bailaban peor que Peter ´La anguila´, han sido inmortalizados en Facebook y otras redes sociales. ”Se trata de un tema candente”, alerta Torrano. “En términos de protocolo, grabar a alguien sin tener su consentimiento explícito está muy mal visto, pues puede provocar un grave problema”, añade esta experta en relación a la idoneidad de grabar un comportamiento privado y hacerlo público.

 

Más preguntas: ¿qué cabe decir de la reciente costumbre de felicitar el cumpleaños con un wasap? Para los expertos consultados, todo depende del grado de parentesco o de la amistad existente con el homenajeado. Es verdad que siempre se puede alegar, tras mandar el wasap con el correspondiente emoticono de la tarta con las velitas, no disponer ni de un miserable minuto de tiempo libre a lo largo del día, pero cuanto más próxima es la persona, mas difícil es de colar la excusa. “Obviamente, mandar un sms o un wasap de felicitación nunca va a poder suplir una llamada por teléfono y escuchar la voz. No es una cuestión de falta de educación, sino de saber demostrar afecto”, manifiesta Otero.

 

Cine, teatro, ópera o... la iglesia

No hay función o pase sin sonido o luz de móvil

Sucede casi a diario. En Eslovaquia, un teléfono móvil suena en un concierto de música clásica y el violonchelista decide imitar su tono. Un director de cine declara: “si fuera por mí, cualquiera que se atreviera a sacar su smartphone durante una película, merecería que se le insertara en uno de sus innombrables orificios corporales”. La actriz Lola Herrera que interrumpe su monólogo de Cinco horas con Mario en Zaragoza por un móvil que no dejaba de sonar en el Teatro de Las Esquinas durante el pasado mes de febrero. Se podría llegar a pensar que se trata de sucesos esporádicos, pero el actor Ricardo Gómez, popular por su papel en la serie Cuéntame, escribió el año pasado un artículo en el que aseguraba que en todas y cada una de las 85 funciones de Rojo, la obra que representó junto a Juan Echanove durante siete meses, no hubo día en el que no hubiera sonado, al menos, un teléfono móvil en el teatro

Hasta tal extremo ha llegado el asunto que en Google es posible consultar artículos que se preguntan si es pecado responder al móvil durante la misa . “No hay excusa terrenal para encender el móvil en estos lugares”, confirma Otero. Sin embargo, algunas personas sienten tal dependencia al teléfono móvil, que cada vez resulta más frecuente observar a algunos espectadores colocar su teléfono móvil en el regazo, con las luces del cine o el teatro apagadas, y aguardar el más mínimo parpadeo luminoso del smartphone para conectarse, a despecho de la intención del resto de espectadores de vivir una experiencia inmersiva.

 

El dormitorio

Chatear es como meter a otras personas en la cama

Los especialistas en los trastornos del sueño insisten en que la cama solo debe servir para dos cosas: para dormir y para el sexo. Sin embargo, una encuesta de Common Sense Mediaresalta que el 36% de los adolescentes norteamericanos y el 26% de los padres de familia se despiertan a mitad de la noche y revisan sus móviles para ver algo más que la hora. Eso, si no se lo ponen de despertador...

Sin embargo, no poder separarse del teléfono móvil incluso cuando se duerme también tiene su lado oscuro. Más allá de que, paradójicamente, según indica este estudio, cada vez más niños dicen que les gustaría que sus padres no estuvieran tan enganchados, algunos científicos han lanzado la teoría de que los tonos de las pantallas (en particular los colores azules) afectan negativamente al sueño, ya que la luz brillante puede hacer que el cerebro piense que es hora de dejar de producir melatonina.

Pregunta: ¿al igual que se considera admisible leer un libro en la cama, por qué leer mensajes en el móvil y chatear antes de dormir no recibe la misma consideración? Para Otero, “cuando alguien lee un libro en la cama, efectivamente, no atiende a su pareja pero, en cambio, no se percibe como una desconsideración, algo que sí puede suceder al chatear, ya que equivale a meter a otras personas en la cama”, dice.

 

En presencia de niños

El ‘phubbing’, o como menospreciar a quien nos acompaña

En cada vez más hogares empieza a imperar la ley de la selva electrónica, esto es, el uso asilvestrado y salvaje del móvil, pero sin Tarzán y Jane, solamente con muchas monas chitas, imitándose unas a otras. En este sálvese quién pueda, los padres tienen una gran responsabilidad para predicar con el ejemplo. Sin embargo, cuando los progenitores son los primeros en sembrar malos modales como comer con el móvil en la mesa o responder wasaps conduciendo su vehículo, lo normal es cosechar vientos y tempestades con los hijos.

Torrano, por ejemplo, advierte del peligro de utilizar el móvil como chupete digital y emocional. Es verdad que el móvil puede ser un apagafuegos muy efectivo para mantener a los niños tranquilos y callados, pero no es menos cierto que es mejor enseñarles a reconocer y gestionar sus emociones, según recuerda la Academia Americana de Pediatría, ya que si de pequeños no aprenden a tolerar las pequeñas frustraciones y a auto-regularse, de mayores serán incapaces de contener sus emociones.

Un buen punto de partida, aconseja Torrano, es consensuar con los hijos mantener los móviles apagados al realizar actividades conjuntas para no acabar cayendo en la mobilfilia o adicción al móvil (el 28,5% de los españoles de entre 18 y 65 años se consideran así mismos adictos al móvil) (13) o al phubbing, la nueva palabra que designa el acto de menospreciar a quien nos acompaña para prestar más atención al móvil.

 

Comentarios

Entradas populares