¿Qué es la amistad?

¿Qué es la amistad?. Consideraciones para una tertulia.

 


El tema de la amistad ha sido algo que siempre me ha provocado un gran interés.

Días pasados leí el artículo que ha continuación transcribo resumido de Nuccio Ordine sobre la amistad (El País). 

A partir de este escrito fui relacionando la idea sobre la amistad que tienen o que han tenido diferentes escritores, filósofos, poetas o psicoanalistas. Os invito a recorrer este corto pero profundo camino. Comenzamos con el artículo de Ordine.

 

Las costuras de amistad (resumido)

 

NUCCIO ORDINE Nuccio Ordine es profesor de la Universidad de Calabria.

 

Las fuerzas impenetrables que unen a dos seres humanos son una forma de solidaridad absoluta

 

Estamos realmente seguros de que los lazos de parentesco son más importantes que los lazos de amistad? ¿Tenemos la certeza de que, en tiempos de pandemia, es legítimo establecer por decreto que solo los vínculos de sangre pueden justificar los encuentros y la frecuentación de otras personas?

 

Una vez más, la literatura sale al rescate de aquellos que, con toda razón, reivindican la libertad de decidir las prioridades de su mundo afectivo. Los clásicos están repletos de ejemplos en los cuales la amistad, la verdadera, constituye una forma de solidaridad absoluta y esencial, hasta poner incluso la propia vida al servicio del otro. En la épica, solo para recordar algunos casos célebres, las parejas representadas por Aquiles y Patroclo (Ilíada), Euríalo y Niso (Eneida), Cloridano y Medoro (Orlando furioso), además de expresar el coraje del guerrero, exaltan la generosidad de quien no teme desafiar a la muerte para defender al amigo o vengar su muerte.

 

También en el mundo femenino es posible encontrar una profunda intensidad, de naturaleza distinta. Basta con releer la tierna y dramática historia de Elena (Lenú) y Lila, contada por Elena Ferrante, para comprender que la amistad entre mujeres puede convertirse en una relación simbiótica basada en la unidad del “nosotras”


 

Las páginas que Antoine de Saint-Exupéry dedicó a la amistad en el famoso diálogo entre el principito y el zorro del desierto son memorables. Contra las trivializaciones del presente (muchos usuarios de Facebook piensan que la amistad consiste en un simple clic), el sabio animal nos enseña que “crear lazos” significa dedicar tiempo al otro, aprender a “ver con el corazón”, descubrir “el precio de la felicidad”. Solo de esta forma puede suceder aquel milagro que transforma a dos interlocutores, inicialmente extraños entre sí, en dos seres “únicos”: el principito, en efecto, de “muchachito semejante a 100.000 muchachitos” pasa a ser “único en el mundo” para el zorro, de la misma manera que este último, de “zorro semejante a 100.000 zorros”, pasará a ser percibido por el principito como “su” zorro (“Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo”).

 

Pero el registro puede ser aún más íntimo y conmovedor cuando se pasa de la ficción a experiencia de vida.

 

Michel de Montaigne nos recuerda en Los ensayos que a veces la amistad, en cuanto elección libre del otro, crea lazos incluso más fuertes que aquellos que nos unen a un hermano o a la persona de la que nos hemos enamorado (“en la medida en que son amistades impuestas por la ley y la obligación natural, tienen mucho menos de elección y de libertad voluntaria”).

 

Lejos de los lazos biológicos (no elegimos a los padres o a una hermana) o amorosos (en los que está presente el egoísmo del deseo erótico), la “comunión” de la que se nutre la amistad, escapando a cualquier tipo de ventaja utilitaria, es la máxima expresión de la gratuidad.

 

Las fuerzas impenetrables que unen indisolublemente a dos seres humanos terminan por constituir un “misterio”. Un enigma que Montaigne encierra en una fórmula que explica su profunda amistad con Étienne de La Boétie: “Se mezclan y se combinan entre sí con una fusión tan completa que borran y pierden el rastro de la costura que las unió. Si me preguntan por qué lo quería, siento que solo puede expresar como respuesta: ‘Porque era él; porque era yo”. Hay, más allá de todo mi discurso, y de todo lo que pueda decir en particular, no sé qué fuerza inexplicable y fatal, mediadora de esta “unión”. La amistad, en definitiva, es como un “vínculo sagrado”, que encuentra su “sustento” en el “diálogo” y en la “comunicación” entre dos personas.

 

Lo había explicado ya, con palabras conmovedoras, Francisco Petrarca en una carta dirigida en 1363 al humanista Barbato de Sulmona. Al recordar al destinatario su amistad y la distancia que los separa (“unidos por el alma, alejados por el cuerpo”), el poeta se apoya en la fuerza de la imaginación (“nada puede impedir que nos abracemos con la imaginación”).

 

La separación física no separa del todo; hace posible seguir compartiendo los gestos más humildes de la vida cotidiana. Una presencia invisible, en definitiva, te acompaña en la lectura de un libro (“el libro que uno de nosotros tome, el otro lo abrirá; allí donde uno fije la mirada, el otro leerá”), mientras descansas en un prado (“en cualquier parte que uno escoja para sentarse, tendrá al otro como compañero”) o en el acto de conversar (“cada vez que empiece a hablar consigo mismo o con otros, verá a su amigo escuchando atentamente”). Aunque la amistad haga posible lo imposible, Petrarca sabe que ninguna relación virtual puede sustituir al encuentro físico, in praesentia: el amigo espera siempre poder “vencer la dificultad del camino” para “ver su rostro y oír su voz”.


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Tras la lectura de este artículo pienso sobre el tema y busco explicaciones a este sentimiento que establece relaciones humanas a pesar del tiempo, la distancia e incluso a veces contra la razón.


Empezaré exponiendo conceptos e ideas sobre la amistad.

 

Amistad




Relación de afecto, simpatía y confianza que se establece entre personas que no son familia.

La amistad es una relación afectiva que se puede establecer entre dos o más individuos, a la cual están asociados valores fundamentales como el amor, la lealtad, la solidaridad, la incondicionalidad, la sinceridad y el compromiso, y que se cultiva con el trato asiduo y el interés recíproco a lo largo del tiempo.

 

La palabra amistad proviene del latín amicĭtasamicitātis, que se deriva de amicitĭa, que significa ‘amistad’. Esta, a su vez, viene de amīcus, que traduce ‘amigo’. Este último término, por su parte, procede del verbo amāre, que significa ‘amar’.

 

El amor y la amistad tienen en común el profundo afecto, el respeto, la lealtad y el sentido del compromiso. De hecho, en la amistad hay siempre amor y en el amor, por lo general, amistad.

Se diferencian en varias cosas. Por ejemplo, el amor se propone durar para siempre, y, de hecho, el voto matrimonial así lo establece. En cambio, la amistad, no atada a más compromiso que el afecto recíproco, tiende a ser más sólida que el amor.

 

Una de las principales cuestiones en que se diferencian amor y amistad radica en la atracción sexual mutua que implica el amor, aunque haya casos en que de la amistad se pase al amor.

Además, los amigos pueden tener infinitas razones para serlo (compartir los mismos espacios ―como el trabajo o la escuela―, intereses comunes, pasiones afines, admiración mutua), mientras que los que se aman pueden no tener absolutamente nada en común y, sin embargo, desear fuertemente estar juntos.

 

La amistad verdadera ha pasado a convertirse en un tema utópico en este mundo globalizado, de relaciones basadas en la inmediatez y la superficialidad, donde cada vez más somos más incapaces de poner de lado nuestros intereses y construir realmente un vínculo de amistad duradero y sólido.

Cuando hay una verdadera amistad, los amigos se reconocen entre sí como “mejores amigos”. Los mejores amigos son aquellos cuyo nivel de lealtad, atención, cuidado y cariño es superior al normal. Es aquel con el que se cuenta para toda la vida y que está presente en todo momento.

 

La amistad  es una relación afectiva entre dos o más personas; es una de las relaciones interpersonales más comunes que la mayoría de las personas tienen en la vida. La amistad tiene presencia en distintas etapas de la existencia y en diferentes grados de importancia y trascendencia y se crea cuando las personas encuentran inquietudes y sentimientos comunes al igual que la confianza mutua. Hay amistades que nacen a los pocos minutos de relacionarse y otras que tardan años en hacerlo.

Es importante acotar que una verdadera amistad está basada principalmente no solo en la afectividad y empatía que exista entre dos o más personas sino principalmente en el respeto mutuo que exista y permita desarrollar la confianza necesaria. Muchas veces se dan falsas «amistades» cuya relación está basada en hipocresía o intereses materialistas y malsanos.

 



Aristóteles


Aristóteles, considerado el «Padre de la filosofía», en su escrito Ética nicomáquea, dedica el libro VIII y el libro IX —de los diez libros que la componen— para hablar del valor que es la amistad.

 

Los 3 tipos de amistad que existen, según Aristóteles

 

El filósofo griego notó que existen tres tipos de amistad, pero aquella que no se basa en el placer ni en la utilidad es la forma superior.

 


Aristóteles, el alumno más destacado de la academia de Platón, tal vez sea el filósofo cuyas ideas más influencia han tenido en la historia del pensamiento occidental (por supuesto el otro candidato es su maestro, pero la visión de la ciencia moderna que domina el pensamiento contemporáneo está más cerca de Aristóteles).

 

Aristóteles escribió de todo tipo de temas, y no dejó de tocar la amistad, algo que era especialmente caro para los griegos antiguos.

Probablemente la amistad sea la relación más noble y libre que puede tener un ser humano -y esto es algo que los griegos supieron muy bien.

La verdadera amistad saca lo mejor de nosotros y refuerza nuestras afinidades y virtudes, le añade alegría a la vida. Es la forma más ligera pero generalmente la más sincera de ser poseído por Eros. Según Aristóteles existen tres tipos de amistades. Los primeros dos tipos de amistad son accidentales y un tercero que es más intencional.

 

El primero es la amistad de utilidad. En este tipo de amistad, las dos personas están involucradas no por afecto sino porque reciben algún beneficio. Esta amistad no es permanente, suele deshacerse cuando los beneficios se agotan. El filósofo  observó que estas amistades utilitarias suelen ser más comunes entre los adultos.   

 

El segundo tipo de amistad accidental es la amistad basada en el placer y ésta es más común entre los jóvenes, cuando el placer está más a flor de piel. Suele ocurrir entre amigos que participan en actividades deportivas, o que van a fiestas y beben juntos.  Suele terminar cuando el gusto cambia o cuando una persona madura y deja de frecuentar este tipo de actividades sensuales. 

Ambas amistades accidentales son limitadas y no encarnan del todo lo que significa la palabra amigo, que viene de la misma raíz que amor.

 

El tercer tipo de amistad es lo que llamó la amistad de lo bueno. En esta amistad se comparte una apreciación de lo bueno y virtuoso de la vida y no se tiene una razón de sacar provecho. Estas relaciones suelen durar toda vida, siempre y cuando la persona tenga un cierto nivel de bondad.

 

De la misma manera que aunque todos podemos tener parejas y demás, son sólo pocos los que realmente aman, podemos tener amigos pero son sólo pocos los que tienen realmente amistades en el verdadero sentido de la palabra. Personas que carecen de empatía no pueden tener este tipo de relaciones ya que es necesario entregarnos, servir y dar nuestro tiempo a la otra persona.

Estas son amistades verdaderamente íntimas y profundas; suelen ser placenteras y benéficas, pero eso es lo de menos. Estas amistades no tienen un porqué realmente, como todo lo verdaderamente bueno y valioso existen por sí mismas, sin fines ulteriores.

 

Luis Kancyper (Miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina ) en un artículo que tituló Una hermandad elegida desarrolla su concepto respecto a la amistad.

 

La amistad es esa relación que acompaña en la angustia y en los dolores del amor y de la familia; ese con quien la relación no es de poder sino de “confraternidad solidaria”; ese cuya función es “primordial durante toda la vida, pero sobre todo en la adolescencia y la ancianidad”: ése es, para el autor, el amigo, pese a lo cual “la amistad es un tema poco profundizado en la teoría y en la clínica”.

Si bien el psicoanálisis se ocupa básicamente de la posición del sujeto frente al otro, el tema específico de la amistad ha sido escasamente profundizado en la teoría y en la clínica. El amigo ejerce una función de acompañamiento en los estados angustiosos de soledad y en situaciones conflictivas relacionadas con el amor de la pareja y de la familia. Al configurar una lógica horizontal de confraternidad solidaria, permite procesar el desasimiento del poder vertical ejercido por los padres y por los hijos.

 

La amistad es una relación de hermandad elegida, no impuesta por lazos consanguíneos, en la que se desactivan los deseos edípicos y fraternos puestos en movimiento por la aspiración de alcanzar a ser el heredero único y el preferido hijo de un padre-madre-Dios. En la amistad se establecen relaciones de objeto exogámicas –aunque con facilidad pueden infiltrarse en ella los conflictos narcisistas y parentales–. En la amistad, los lazos consanguíneos son reemplazados por lazos sublimatorios.

 



Es en la amistad donde se desactivan, en gran medida, las relaciones de poder, que impiden su surgimiento y su preservación. Pregunta Nietzsche: “¿Eres un esclavo? Entonces no puedes ser amigo; ¿Eres un tirano? Entonces no puedes tener amigos”. Simone Weil señaló que “cuando alguien desea subordinar a un ser humano o subordinarse a él, no hay traza de amistad”.

 

No hay amistad sino cuando se respeta el derecho a la recíproca autonomía de lo distinto en uno mismo y en el otro, y cuando esa distancia entre los sujetos se admite y conserva.

La amistad aporta además una singular función trófica durante las diversas fases de los procesos de la creatividad, a través del suministro de distintos modelos de identificación y de confrontación, que posibilitan cotejar lo diferente, lo semejante y lo complementario. De entre los aspectos tróficos del complejo fraterno, la amistad es uno de sus derivados sublimatorios. Ejerce una función primordial durante todas las etapas de la vida, pero fundamentalmente durante la adolescencia y la senescencia, porque posibilita el desasimiento del abuso del poder vertical detentado por los padres o los hijos, según la etapa de la vida.

 

Freud señala la contribución de la fuente erótica en distintos vínculos entre los que incluye a la amistad: “Tras alcanzar la elección de objeto heterosexual, las aspiraciones homosexuales no son, como se podría pensar, canceladas ni puestas en suspenso, sino meramente esforzadas a apartarse de la meta sexual y conducidas a nuevas aplicaciones. Se conjugan entonces con sectores de las pulsiones yoicas para constituir con ellas, como componentes apuntalados, las pulsiones sociales, y gestan así la contribución del erotismo a la amistad, la camaradería, el sentido comunitario y el amor universal por la humanidad. En los vínculos sociales normales entre los seres humanos difícilmente se colegirá la verdadera magnitud de estas contribuciones de fuente erótica con inhibición de la meta sexual” (Psicología de las masas y análisis del yo).

 

La amistad y el amor han sido considerados como pasiones complementarias o, más a menudo, como opuestas. Octavio Paz sostiene que “la elección y la exclusividad son condiciones que la amistad comparte con el amor. En cambio, podemos estar enamorados de una persona que no nos ame, pero la amistad sin reciprocidad es imposible”.

 

Para los antiguos la amistad era superior al amor. Según Aristóteles, la amistad es “una virtud o va acompañada de virtud; además es la cosa más necesaria de la vida”. Plutarco, Cicerón y otros lo siguieron en su elogio de la amistad.

Como antes vimos, Aristóteles dice que hay tres clases de amistad: por interés o utilidad, por placer y por virtud. Esta es la “amistad perfecta, la de los hombres de bien y semejantes en virtud, porque éstos se desean igualmente el bien”. Los dos primeros tipos de amistad son accidentales y están destinados a durar poco; el tercero es perdurable y es uno de los bienes más altos a que puede aspirar el hombre.

 

Para el poeta Hugo Mujica, la amistad representa una de las formas del amor, la forma que toma la intimidad cuando incluye la distancia. La equipara a un nudo de-satado y a un pacto de gratuidad que implica un dejarse elegir, una entrega, pero “sin hacerme suyo”; incluye a los otros pero sin fusión, ni física ni espacial.

 

Escribe Mujica: Como ya sabemos la palabra amigo nace de una raíz griega de la que derivan también amor y amigable. No sorprende: la amistad, lo sentimos, es una de las formas del amor, la forma que toma cuando la intimidad incluye la distancia. Tampoco esto debiera sorprender si pensamos que la amistad, como todo amor, tiene la capacidad de fecundar: engendra singularidad. Es más, podríamos decir que la amistad es precisamente el don de la singularidad: alguien me elige, me sustrae del tumulto de otras relaciones humanas, me hace únicamente, sin hacerme ‘suyo’. En este sentido, la amistad es como un nudo desatado, un pacto de gratuidad, es un acontecimiento no sólo del amor sino también de la libertad, pero la libertad comprometida en la historia del otro, del otro amigo: del singular”.



 

Continúa Mujica: “Este ‘sin hacerme suyo’ diferencia la amistad que es, constitutivamente, desinterés: no saca ni guarda nada de esa relación, salvo, claro, la gratificación afectiva: el sentimiento y el crecimiento de comprometerse en lo humano por lo humano. Deliberadamente se habla de ser elegido, no de elegir. La amistad,  pertenece a la lógica del don: no es un acto de mi voluntad; no decido ser amigo de tal o cual, acontece. Se da, se me da.

Después puedo buscar razones, explicar, pero sobre algo ya acontecido, ya sentido; el origen de la amistad, como de toda forma de amor, se impone o, al menos, se propone a mi respuesta, a mi sensibilidad. Por esto la amistad también es un dejarse elegir. Una disponibilidad: la de darme, entregarme, arriesgarme a una relación. Abrirme y dejar entrar. Como don, la amistad es una gracia: la gracia de poder ser gracia para otros, dar amistad a quien me busca como amigo.

 

 

En fin, diferentes miradas sobre un tema que con frecuencia lo sentimos, lo vivimos pero que a menudo no sabemos explicarlo con claridad.

Os invito a leer, reflexionar y conversar sobre el tema.

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