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Durante este verano publicaremos en Sinapsis los artículos que más visitas han tenido en la revista. Lo haremos reproduciendo tres cada vez.


Hoy Relaciones Humanas, Peligro en el entorno laboral: Los trepas y Homenajes a etarras. Los dos primeros son de 2018 y el tercero  de 2019. 


Algunos aspectos quizá se puedan ver fuera de contexto con el tema actual de la pandemia o quizás no.

RELACIONES HUMANAS

Las normas de urbanidad y comportamiento, ¿están cambiando?

La buena educación. Los modales. La cortesía. La sonrisa

A pesar de que existen problemas muy graves en las sociedades humanas como la pobreza generalizada, las desigualdades extremas, el terrorismo y el hambre entre otras creo que no deja de tener importancia los códigos de comunicación entre las personas que pueden traducirse en una educación para la convivencia.
Los humanos que cohabitan dentro de amplios grupos sociales perciben que la convivencia a veces es áspera y despierta agresividad y un entorno desagradable. Por ello en la evolución de las sociedades y cada una con su peculiaridad cultural han ido desarrollando normas de comportamiento que facilitan enormemente el poder vivir juntos ya que así se disminuyen los conflictos, se favorecen las relaciones más empáticas y en fin, mejoran la calidad de vida del individuo y del entorno social incrementando la productividad tanto personal como colectiva.

Para contrarrestar el ser agresivo que con frecuencia los seres humanos llevamos dentro, las sociedades han acudido a la educación y a las normas de convivencia como un instrumento para paliar y mejorar la calidad de vida.
Personalmente creo, que en los últimos años hemos empeorado en normas de comportamiento y civismo. Pero aún más, me ha llamado la atención que en ambientes socio-económicamente más elevados y que por ende se podría suponer más “educados” también se ha extendido los déficits de civismo y la mala educación para la convivencia cotidiana.

Hay personas que tienen modales y otras, simplemente, carecen de ellos. La buena educación va más allá de los conocimientos o el estatus social de la persona. Es cuestión de civismo y respeto hacia el otro.
Devolver el saludo, dar los buenos días o no hablar a gritos son algunas de las reglas más básicas de la buena educación.
La clave de cualquier manual del buen comportamiento es no molestar y tratar al otro como nos gustaría que nos tratasen a nosotros. Hay que hacer que la persona se sienta cómoda, mostrar respeto y cierta sensibilidad hacia sus sentimientos, creencias o formas de vida. Algunas normas se quedan obsoletas y otras valen en un país y no en otro, sin embargo, devolver el saludo, estornudar con moderación, no hablar a gritos, no devorar la comida o dejar salir antes de entrar son gestos universales que todo el mundo aprecia. Y que llevamos siglos poniendo en práctica, como demuestra el libro De la urbanidad en las maneras de los niños, que escribió Erasmo de Rotterdam en el siglo XVI. Este ensayo fue un auténtico best seller de la época, lo que indica que los ciudadanos del Renacimiento ya estaban muy interesados en todo lo relativo a la convivencia. Porque de eso se trata. De coexistir en armonía. Sobre todo de adaptarse y no imponer tus reglas.

Algunos consejos para los buenos modales

1. Dar los buenos días o saludar. ¿Qué es el saludo?  Saludo: Palabra, expresión, gesto o cualquier otro acto que una persona dirige a alguien cuando se encuentran o se despiden, dando muestras de atención, cortesía o afecto.

Tal vez sea la regla más básica del civismo, pero cada vez se practica menos. Vivimos tan angustiados y estresados, o tan metidos en nuestro mundo, que nos olvidamos muchas veces de saludar al compañero de trabajo o al vecino.  Es frecuente ver que personas “educadas” que viven por ejemplo en una urbanización en la que comparten áreas comunes, aparcamientos, piscinas, ascensores, seguridad, etc, evitan saludarse y tampoco educan a sus hijos para que lo hagan.  Modificar estos hábitos nos ayudará a encarar de una manera más amable el día a día.
2. Hablar con corrección y saber escuchar
  Una persona educada es aquella que no solo procura hablar con corrección y utiliza un lenguaje apropiado. También escucha atentamente y presta atención a las necesidades y sentimientos de los demás.
3. Sonreír. Cuando lo hacemos demostramos comprensión y empatía. Tal vez sea la manera más simple de comunicarse entre los seres humanos. Aunque no hablemos la misma lengua, todos entendemos una sonrisa. Si nos esforzamos por sonreír más, en el fondo, estaremos generando un buen ambiente personal que se trasladará a los demás.
La sonrisa desde un punto de vista fisiológico, es una expresión facial producida al contraerse los músculos cercanos a la boca,  pero también de alrededor de los ojos. En los humanos, es una expresión común que refleja placer o entretenimiento, pero también puede ser una expresión involuntaria de ansiedad o de muchas otras emociones (ira, sarcasmo, etc.). Varios estudios han demostrado que la sonrisa es una reacción normal a ciertos estímulos y ocurre independientemente de cuál sea la cultura, y tampoco es una reacción que uno aprenda, sino que se nace con ella: los niños que nacen ciegos sonríen desde un principio. En los animales, la exposición de los dientes, que podría parecer una sonrisa, significa casi siempre una amenaza o una señal de presentación. También en los humanos puede expresar satisfacción y placer al momento de hacer un chiste o broma, de manera similar al hacer reír a una persona.

Tipos de sonrisa

Los investigadores han identificado una variedad de tipos de sonrisas.
La “sonrisa de Duchennne”, nombrada así por el investigador que le dio su nombre es la sonrisa más estudiada, involucra el movimiento de los músculos cigomáticos mayor y menor cerca de la boca  y el músculo orbicular cerca de los ojos.  Se cree que la sonrisa de Duchenne es producida como una respuesta involuntaria a una emoción genuina y es lo que se puede llamar una «sonrisa genuina».
La «sonrisa profesional», por otra parte, es una sonrisa expresada para mostrar cordialidad. 
La «sonrisa sardónica» es una condición médica producida por enfermedades o intoxicaciones y no tiene que ver con el tema que aquí tratamos.
Quizás la sonrisa genuina o la relacionada con la cordialidad sean una de las expresiones que involucran más señas de comunicación y hacen la vida en común más agradable y placentera y contribuye a veces también como un elemento de la belleza.

5. Ser detallista. Hay que tener presentes esas pequeñas cosas que poco a poco van construyendo un buen clima. Para eso hemos de prestar atención a lo que acontece en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, ceder el asiento a una mujer embarazada o a un anciano es una cuestión de fijarse en quién se tiene alrededor. Será más fácil si nos olvidamos un minuto de mirar el teléfono móvil y observamos a la gente que viaja con nosotros en el metro o en el autobús. O abrir la puerta a aquella persona que va cargada con la compra. O regalar un libro solo porque sabemos que a ese amigo nuestro le encantan.

6) No olvidar la cortesía
Podemos definir la cortesía como la demostración o acto con que se manifiesta la atención, respeto o afecto que tiene alguien a otra persona.

Un ejemplo muy extendido hoy de descortesía está facilitado por el uso de las redes sociales. Ejemplo de esto es: no contestar un correo electrónico dirigido de forma personal de un individuo a otro. Es descortesía ya que el  receptor que no responde considera que quién se lo ha enviado no es digno de su respeto, afecto, amistad o interés. Generalmente cuando media interés material de por medio si suele haber respuesta pronta aunque no esté producida esa reacción por afecto, respeto o consideración. Una es cortesía y la otra es respuesta a relaciones de interés o poder.
 


7) Cordialidad
Se define como la  característica de lo que es amable o afectuoso. A su vez amable, significa ser complaciente, agradable y delicado en el trato con los demás. Respecto a afectuoso se entiende como el comportamiento amable y cariñoso entre las personas.

8) Civismo
 Actitud del ciudadano que cumple con sus obligaciones para con la comunidad. No solo se hace referencia a las grandes obligaciones si no también a las pequeñas como no hacer ruido que moleste a los demás, no adelantarse en las colas, respetar turnos, no ensuciar la vía pública, no incumplir normas de aparcamiento que vulneren derechos de los demás, colaborar con el reciclado, no destruir mobiliario público etc.

Palabras para la reflexión : saludo, cortesía, cordialidad y civismo.

En fin, quizás en los colegios y en los hogares debamos recuperar y potenciar las normas de comportamiento social para hacer algo mejor la convivencia y la vida en general.
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Peligro en el entorno laboral: Los trepas
Cómo detectar a un pelota/trepa/adulad
Al parecer los pelotas y los trepas son mucho más frecuentes de lo que yo había pensado. Están en todo tipos de ambientes y la conducta de estos individuos casi la pudiéramos situar como un comportamiento evolutivo dentro de nuestra especie. A propósito de un artículo reciente sobre este tema publicado en un periódico nacional revisé otras publicaciones de las que escogí parcialmente parte de esos artículos que los expongo a continuación.Tras su lectura seguramente con estas descripciones podremos encontrar en nuestro entorno laboral personas que encajen en estos moldes del comportamiento humano.

F. Miralles en El País semanal días pasados nos informaba sobre características de los rasgos de algunas personas que se manifiestan en los ambientes laborales y generalmente suelen ser tóxicos para los demás.

Los ambientes del trabajo son el hábitat natural del ‘trepa’, ese espécimen que suele desarrollar estrategias muy sutiles para medrar y ganar poder.

Decía el pensador François de La Rochefoucauld que “la adulación es una moneda falsa que tiene curso gracias solo a nuestra vanidad”.
Tres siglos y medio después, la cosa no ha cambiado en lo esencial. A los aduladores hoy en día los llaman pelotas, pero para que su estrategia funcione necesitan al otro lado a un jefe inseguro que requiera los halagos para autoafirmarse. Y, al parecer, son mayoría.
Según un estudio impulsado por una escuela de negocios de la Universidad de Georgetown, en las grandes corporaciones, el 92% de los empleados que son ascendidos lo logran con ayuda del favoritismo de algún superior. Por lo tanto, si aspiran a ocupar puestos de más responsabilidad, los ambiciosos tienen razones para hacer la pelota, pese a que ser un trepa también puede entrañar peligros cuando es detectado por sus compañeros. 

Estos peligros hacen que el pelota inteligente intente que su estrategia pase inadvertida. Actuará muy subrepticiamente, nunca delante de sus compañeros, e incluso el propio jefe puede llegar a pensar que simplemente se trata de un empleado amable y diligente.

Ante la duda, ¿cómo detectar a un verdadero trepa?
Según la consultora Frances Cole Jones, autora del libro How to Woow (cómo impresionar), estos son algunos signos que permiten detectar al pelota: resulta encantador de entrada, porque es el rey del marketing personal; padece el síndrome del superviviente y acudirá al trabajo aunque esté enfermo por miedo a perder influencia; se gana la confianza de sus superiores al recordarles constantemente sus propias cualidades; tras descubrir las debilidades y gustos de su jefe, aprovechará esa información para manipularlo.
Sobre esto último, el psicólogo norteamericano Leon F. Seltzer afirma que la clave para distinguir al compañero amable del pelota es que este último, nada más llegar a la empresa, usa sus encantos para penetrar en el grupo y obtener información que luego usará en su beneficio, para promocionarse y desbancar a posibles rivales.

Los aduladores y manipuladores son una plaga tan extendida en los trabajos que perjudican a las personas sinceras que no buscan otra cosa que llevarse bien con los demás. Parecer demasiado amable puede hacernos sospechosos a ojos de los demás, ya que los entornos laborales están llenos de desconfianzas y enseguida habrá quien se pregunte: “¿Y este qué quiere conseguir?”.
En otro artículo publicado hace un año en El Español por José Andrés Gómez nos concreta ideas sobre el trepa y el pelota.

El trepa
Son seres ambiciosos que luchan por ascender en el escalafón jerárquico de la empresa cueste lo que cueste y -sobre todo- caiga quien caiga. No dudan en aprovechar cualquier circunstancia para quedar por encima de los demás y demostrar que saben hacer más cosas y mejor que tú. "Para estas personas, lo importante es llegar arriba, obtener su medalla particular. No les importa engañar, mentir o hacer trampas si con ello consiguen su objetivo", apunta C José Luis Carrasco, catedrático de Psiquiatría y director de la Unidad de Personalidad y Comportamiento del Hospital Ruber Juan Bravo de Madrid. 
Estos artistas de la manipulación suelen estar siempre cerca de los jefes con el objetivo de intentar involucrarse de alguna forma en la toma de decisiones. No les sienta nada bien que se reconozca la valía de los demás antes que la propia y no dudarán en menoscabar el mérito de otros compañeros que consideren que se pueden interponer en su camino. Si su jefe pierde poder o desaparece inmediatamente apuntará al sustituto para congraciarse con el nuevo poder.

El pelota
Estos seres suelen mostrarse siempre de acuerdo con lo que dice cualquier persona que se encuentre por encima de ellos, ya sea un jefe de sección, un coordinador de
área o el superior de la empresa. Según apunta la psicóloga Patricia Ramírez, autora de Cuenta contigo. No busques fuera, las soluciones están en ti, estas personas pueden denominarse como hipócritas sociales.

"Se apuntan siempre a la corriente ganadora. Saben que así no hay margen de error. Pueden llegar a mostrarse de acuerdo con asuntos con los que, en realidad, no lo están. Sobre todo si estos parten de un superior. Y no verbalizarán nunca su disconformidad con las decisiones tomadas por un jefe, por si su opinión pudiese generar algún tipo de controversia", subraya la experta.
Alex Arroyo en su blog Las leyes del éxito nos resume las características del trepa.

Como identificar a los trepas

El trepa por definición, ya sea hombre o mujer, se aprovecha de un tercero para su propio beneficio. Es un espécimen que tiene muy definido su objetivo: escalar lo más alto en su trabajo y que no duda en utilizar cuantos medios tenga a su alcance, sin importar quien pueda resultar perjudicado.
Los trepas son conscientes que por sus propios méritos no pueden ascender y que sólo hundiendo y pasando por encima de los demás pueden lograrlo. Por tanto nunca los subestimes, pues son mucho más peligrosos que los típicos pelotas.
Al trepa sólo le importa el qué, el cómo es lo de menos, pues hará lo que haga falta dejando cadáveres a su paso.
Tendrás que actuar de forma muy cautelosa e inteligente para descubrir a un trepa, porque a menos que sea un torpe, su conducta será muy sibilina y a primera vista rara vez puedes detectarlo.  Ese es uno de sus grandes peligros, puede pasar desapercibido durante largos períodos de tiempo e incluso puede al inicio hacerse pasar por tu mejor compañero de trabajo para ganarse tu confianza y luego devorarte.

No olvides que el trepa también puede ser un buen profesional en su actividad, pero no actúan con honestidad ni ética.

Estas son algunas de las características de su comportamiento:
1- El trepa nunca comparte información valiosa con los demás, sólo la obtiene y se la guarda para sí mismo.
2- Rezuma falsedad por todos los poros. No tiene problemas en mentir, tergiversar o manipular.
3- Actúa de forma sutil usando cualquier comentario o rumor para dañar o desacreditar a quien considera un obstáculo en su carrera.
4- Nunca valorará la ayuda o el logro de sus compañeros, sino todo lo contrario, los minimizará o desprestigiará.
5- Su conducta es muy distinta cuando interactúa con sus compañeros que cuando lo hace con los superiores de la empresa, pues en esos momentos hará lo que no está escrito con tal de ganar méritos.


Actualidad. Homenajes a etarras. F. Soriguer

Carta a una señora vasca

Federico Soriguer. Médico. Miembro de la Academia Malagueña de Ciencias




Estimada señora:

No la conozco pero su rostro puede ser el de cualquiera de esas mujeres que veo con asombro asistir alborozadas a los recibimientos de los presos de ETA que ahora comienzan a ser liberados después de haber cumplido sus condenas.
 Me gustaría,  por un momento,  estar dentro de usted para conocer cuáles son,  no solo sus argumentos,  que esos si los conozco, sino sus sentimientos, esos que nos diferencian de los  animales.  Debe ser algo  muy profundo lo que le lleva a justificar los asesinatos o los secuestros, incluso de  vecinos.  ¿Es odio?  Debe serlo. Un odio militante contra sus enemigos. Supongo que debe  usted vivir de una manera extraordinaria, sublime,  su patriotismo y de manera insoportable la opresión  por unas personas y por un país que usted considera, a pesar de vivir desde hace siglos juntos, extraños e invasor. Un sentimiento  que le permite justificar como legítima defensa lo que los demás consideramos simplemente un acto terrorista.
 Supongo también que se siente  una vasca de pura cepa, y que  le incomodará que se la compare,  a usted y a sus hijos y amigos, con los terroristas islámicos. Pero los argumentos de usted, de sus hijos, los gudari y de los terroristas islámicos no son muy distintos.  Una idea lo suficientemente  grande, en su caso la patria vasca, en el de ellos la comunidad de creyentes, que justifica la muerte  (y la tortura, como el caso de dejar morir de hambre a  Ortega Lara) ¡Qué gran hallazgo semántico aquello de socializar el sufrimiento!   Sí, me gustaría entrar dentro de sus entrañas para poder apreciar cuál es el grado de sufrimiento que hay en su interior. Debe ser un sufrimiento muy especial, tanto que es capaz de mantener vivo el odio a los otros, aunque estos otros sean tan vascos como usted misma.  Unos vascos, por cierto, usted incluida,  que no viven nada mal si lo comparamos con el nivel de sus odiados y próximos vecinos y enemigos y no digamos de  la inmensa mayoría de los ciudadanos del mundo, esos que tal vez en algún momento tuvieron un lugar en su corazón de izquierdas.

Porque ¿siguen siendo ustedes unos revolucionaros independentistas de izquierdas, o ya eso  ha pasado y ahora solo son patriotas vascos que han perdido la guerra militar política y  moral, pero que no se resignan a que lleguen tiempos mejores en las que volver a levantarse en armas para conseguir su libertad y la de todos los oprimidos?  La veo por TV y no salgo de mi asombro.  Si fuera en blanco y negro creería que son imágenes del pasado. Pero son de hoy mismo y es por esto por lo que centro mi atención en una cara cualquiera y veo una señora con el pelo blanco  algo entrada en carnes, que vitorea a unos señores que pudieron ser sus hijos, que han matado, extorsionado, secuestrado, a sus vecinos de barrio, de pueblo, de región, de país y de otras partes del mundo, que nadie se ha librado de la estrategia del terror liberador de sus hijos, de sus gudaris, de sus muchachos, ahora de vuelta, ya mayorcitos, pero recibidos como héroes, por sus servicios a una patria imaginaria y a una revolución tan pendiente y tan imaginaria como la misma patria vasca,  pues ni la historia, ni el presente, ni, a pesar de su euforia irreducible, el futuro, les perteneció ni les pertenece.

 Sí, me gustaría entrar en sus entrañas, esas de las que ha salido tanto odio, tanto dolor, tanto sufrimiento, para nada, pues nada han conseguido, menos mal, aunque  si lo hubieran conseguido hubiera sido igual de abominable aunque con la pequeña diferencia, de que  estos  verdugos,  hoy aplaudidos  como héroes por una pequeña parte de una población que podría recibir el calificativo de enferma si no fuera porque hay demasiados ejemplos de vesania criminal en la humanidad, serian los lendakaris de un país vasco independiente, convertido en un paraíso en la Tierra, libre de toda maldad y desde luego de todo maketo impuro, causa última de la perdición de una Euskadi, a la que los españoles no han traído con su presencia más que sangre, sudor, lagrimas, hambre, incultura y ruina económica, como todo el mundo que visita su hermoso país, puede comprobar.

Porque lo que más me interesa de usted  es como puede ser  tan sensible al sufrimiento de sus amigos los gudaris y tan insensible al de sus enemigos. No es que me sorprenda. Así es la historia.  Matamos al enemigo y nos alegramos,  pero cuando nos matan  a uno de los nuestros lloramos su pérdida y gritamos al cielo clamando venganza.   Así es la guerra, así son las guerras. Porque después de tantos muertos, ustedes solo sienten el sufrimiento propio.  Con su victimismo histriónico, con su odio renovado en cada parada, 260 paradas, uno por cada preso vasco que se libere- - anuncia Otegui-, usted señora mantiene la semilla del odio. Me da pena y si viviera al lado suyo, además,  me daría miedo, porque una persona que es capaz de incubar los huevos  de la serpiente durante tantos años no es de  fiar, por muy aspecto de “ama”  vasca que tenga.  Usted es un ejemplo viviente, un residuo del pasado que merece conservar aislada como una reliquia de un mundo que ya no existe, pero al que se aferra, porque si renuncia a él, usted, literalmente se muere. Pero no se muera por favor. Algunos que no perdemos la esperanza, nos gustaría ver, cómo usted, matrona vasca y representante eximia de un nacionalismo revolucionario extinto, algún día encontrará mejores motivos para estar viva. Pero eso ocurrirá el día en el que esos otros nacionalistas de corbata, de los que durante tantos años ustedes han sido sus marionetas, se caigan del caballo. Mientras tanto a los pobres diablos  como usted les quedará la esperanza de hace la revolución pendiente. Eso sí, vasca.

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