¿Rebelión infructuosa? por Ricardo Ponce

¿Rebelión Infructuosa?


Ricardo Ponce

 


Desde hace un tiempo siento una rebelión interior que me produce displacer y cierto grado de sufrimiento. ¿Podría tratarse ese sentimiento de rebelión de una mera preocupación pequeño burguesa de un hombre con muchos años y sin grandes aflicciones personales socio económicas?.

No se si elegí el vocablo adecuado al llamarlo rebelión por lo que busco el sentido de esta palabra y constato que viene del latín rebellĭo, entendiéndose rebelión como la acción y efecto de rebelarse. Este verbo, por su parte, está asociado a oponer resistencia, sublevarse o faltar a la obediencia debida. 

La rebelión, por lo tanto, es un rechazo a lo que emana de la autoridad. Aunque este término está casi siempre relacionado con aspectos legales o jurídicos en este escrito hago referencia a algo más íntimo y personal.

 

Los humanos somos al parecer los únicos animales de este planeta que tenemos conciencia de que vamos a morir. Es decir que tenemos una existencia limitada en el tiempo y que con frecuencia la muerte está precedida del envejecimiento y del deterioro físico y por tanto también de las capacidades inherentes al cerebro. Pues mi rebelión deriva de mi incapacidad para aceptar estos hechos.


Quizás no lo exprese bien así ya que casi siempre el que se rebela en otros órdenes de la vida suele tener alguna esperanza de éxito con su conducta y mi rebelión carece de ello. Es más un sentimiento de frustración, rabia o impotencia al constatar la imposibilidad de poder “detener el tiempo” y el proceso biológico. 

Por otro lado pienso, que a determinada edad podemos considerar que ya se ha vivido lo suficiente.

Pero ¿cuánto es lo suficiente?.

 ¿No podría, por otro lado, estar más justificada y mejor dirigida mi rebelión  a canalizar energías para evitar las muertes tempranas por ejemplo de millares de niños que sufren desnutrición o muertes prematuras ocasionadas por enfermedades evitables asociadas a la pobreza?.

Sin duda la respuesta a esta pregunta es afirmativa.

 

Pero a pesar de ello bulle en mi interior un rechazo a lo que biológicamente esta predeterminado, es decir la vejez, el deterioro funcional y después la muerte.

A todo ello se suma el “destierro o exilio” social de los mayores. Me refiero con esto a cómo son considerados los ancianos en la sociedad.

Como decía al principio, el resto de los seres vivos del planeta no tienen el conocimiento y la certeza de su final, la muerte.

Nuestra especie que es polvo cósmico al igual que los demás seres vivos, ha alcanzado por la evolución de su cerebro y por su cultura la capacidad de interpretar y conocer el origen, desarrollo y final de la vida. Esta capacidad que nos hace únicos es la que contribuye a la impotencia y rebelión por ese final, de momento, irreversible.


El apagón lento pero progresivo de las funciones del organismo, solo nos señalan el destino final.

Algunos como paliativo a estas elucubraciones se aferran a pensamientos religiosos, pero lamentablemente los que carecemos  de ellos nos vemos abocados a la aceptación de esa universal realidad o a una rebelión condenada al fracaso.

En ese tránsito hacia el final de la existencia nos vamos quedando solos ya que nuestros contemporáneos también van desapareciendo. Tampoco hay vuelta atrás para reparar errores y terminamos siendo una pesada carga para nuestros familiares y para la sociedad.

 

En fin, rebelión sin éxito, fallida y quizás también aceleradora de procesos que adelantan el final.

¿Será esta rebelión un exceso de individualismo o narcisismo secundario al ser consciente por nuestro desarrollo cerebral de la particularidad que tenemos como elemento vivo?.

En el tercio final de la existencia de las personas la sociedad no espera nada de los mayores; tampoco a menudo la familia y se siente también la ausencia de nuestros contemporáneos ya sean los padres, amigos o personajes que han moldeado nuestros conocimientos, nuestro carácter y nuestra cultura.

También es posible que este sentimiento de rebelión sea una pataleta de un individuo que ha vivido mucho y relativamente bien en el periodo histórico que le tocó vivir o que además haya carecido de la empatía para acompañar a los que más sufren o que tampoco se haya puesto en el lugar de los que ni siquiera se plantearon estas problemáticas ya que fallecieron tempranamente.

Es probable que esta rebelión también se extinga si uno alcanza a sobrevivir muchos años porque entonces se han perdido los referentes, el interés por la actualidad, se está invadido habitualmente por la soledad y el cuerpo se transforma en algo muy  dependiente.

 

A pesar de todo siento en mí la contradicción de amar tanto la vida y sin embargo estar a favor de la eutanasia. ¿Será que considero la existencia más como pensamientos, conocimientos, valores, arte, cultura, placer, participación en la sociedad, lucha por la justicia y la igualdad,  afecto a las personas cercanas y la necesidad de ausencia de sufrimiento extremo? ¿O será también por una hipervaloración de las facultades cognitivas relacionadas con nuestro cerebro que conducen a este primate "inteligente" a buscar sentido o significado a la existencia que trasciendan la mera supervivencia y reproducción?


Tras escribir estas líneas salgo a dar un paseo y me cruzo con un hombre pobre al que conozco, más joven que yo y en una situación social muy mala por lo que deduzco que los múltiples problemas que le aquejarán están muy alejados de las preocupaciones que a mí me conducen al sentimiento de rebelión. Tomo conciencia que mis elucubraciones bien podrían ser caprichos seudo intelectuales de un privilegiado de la sociedad.

 

A pesar de todo la sensación de rebelión sigue ahí y me lleva a sentir cierta envidia de los que resuelven estas cuestiones desde creencias para mi inasumibles pero que a ellos los contenta porque creen en el “más allá” o en un creador.

En fin, tendré que leer a filósofos que han intentado dar respuestas a estas cuestiones  o recurrir a mi amiga psicóloga para que me ayude a aceptar mejor los hechos.

Probablemente esta rebelión sirva de algo, aunque con poco éxito, para retrasar el final de la existencia.


Dejo de escribir y lo mejor que ahora puedo hacer mientras el universo sigue su marcha es ir a pasear junto al mar y después hablar con mis amigos en este pequeño planeta de la vía láctea aprovechando este minúsculo periodo temporal dentro del “Tiempo” con mayúsculas por cierto inabarcable para nuestro cerebro.

Quizá con la compañía de mis amigos y con el afecto de las personas que me rodean logre atenuar esa rebelión íntima personal condenada de antemano al fracaso y aprenda a vivir sin la angustia del final de la vida. Para pasar de página me sumerjo en la música y os invito a acompañarme escuchando un poco de jazz.  A disfrutar de  Chet Baker (Summertime) y de Diana Krall ( California dreamin’). Hasta pronto.


 https://youtu.be/b4yfJccwu2g


https://youtu.be/fk6JtDhA7WI



Ricardo Ponce

 

 

 

 

 

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