SOCIEDAD MANIPULADA

¿Hartazgo y claudicación? Éxito para los manipuladores de la historia

Hay días en los que nos sobrepasa el hartazgo y la decepción y ambas nos pueden conducir a la claudicación del sentido de ciudadanía. Leemos los periódicos, vemos la televisión y solo observamos malos actores teatrales en la política de la sociedad. Intereses partidistas en ocasiones priman sobre los de los ciudadanos. No se habla de los problemas reales de éstos si no de Arcadias felices como es el caso de Cataluña, donde los mismos personajes irresponsables que a pesar de lo vivido recientemente, en lugar de retirarse, una vez más, optan para gobernar y entorpecer la vida de la ciudadanía. En un periódico de tirada estatal vemos que en Cataluña los políticos más valorados son Junqueras y Puigdemont. Parece increíble. Muchos ciudadanos sentimos vergüenza e impotencia al ver cómo una sociedad privilegiada en el contexto del mundo en que vivimos, puede dejarse engañar una y otra vez por los cantos de sirena de los nacionalismos, de los populismos y de los corruptos en general. ¿Hasta cuándo?. 
La explicación de por qué una sociedad avanzada como la catalana sucumbe a estas situaciones arcaicas está solo en la manipulación, en el adoctrinamiento y en la intoxicación ideológica realizada. Los adoctrinamientos no se hacen en poco tiempo si no que se requieren décadas donde, desde los colegios, medios de comunicación o en el seno de la propia sociedad se toleran las falacias y  no se rebaten los argumentos lo que conduce a que estos vayan quedando como ciertos e indiscutibles. 
En el caso de Cataluña, y ya desde hace muchos años, se impulsaron sentimientos, entonces minoritarios, sobre las diferencias con el “otro”, siempre con saldo positivo y favorable al sector que manipula. Después se inculcó que los demás (es decir los inferiores pero expoliadores) son  rivales (más tarde enemigos) y que sin ellos se estaría mucho mejor. En otra fase se educó en que los demás les roban y se aprovechan de ellos; más tarde que les niegan las libertades y posteriormente que les reprimen. Ya tenemos con esa estrategia dos elementos fundamentales en la manipulación nacionalista: identidad supremacista y victimismo. A ello se le agrega toques de ”adecuaciones” históricas para dar solera a la particularidad. Se desestima a la ciudadanía que piensa, que discute, que discrepa y que quiere avanzar hacia una sociedad del siglo XXI  y  por lo contrario se potencia el sentido de “pueblo” donde existen elementos inmateriales, telúricos y fundamentalmente emocionales. Todo ello se incrementa por las prácticas de movilización colectiva de la masa rodeadas de banderas y folclorismos previamente introducidos como parte de la singularidad de ese grupo tribal o “nacional”.

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 Esos métodos no son nuevos. Siempre los han empleado los regímenes totalitarios. Lo lamentable es que hayamos tolerado esta situación durante tantos años sin hacer nada. Quizás ahora debamos despertar y con debates, consensos y adecuación de nuevas formas de hacer política efectuemos los cambios necesarios con responsabilidad, para caminar hacia un futuro más democrático, plural pero donde los populismos y los nacionalismos queden relegados por los propios ciudadanos a un recuerdo nefasto en la  historia de nuestra democracia.

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