Objetivo de la desinformación
Las urnas son el objetivo final de la desinformación
MARTA PEIRANO. Ensayista especializada en tecnología y poder. Su último libro es Contra el futuro (Debate).
https://lectura.kioskoymas.com/article/281659670554394
Si pensábamos que las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 pasarían a la historia como las más desquiciadas de la democracia, aquel momento parece lleno de tierna ingenuidad. El asalto al Capitolio en enero de 2021 y la campaña para deslegitimar el resultado electoral de 2020 han subido las apuestas. Hoy el drama electoral se desarrolla en un ecosistema mediático mucho más complejo: más escenarios, más concursantes, más opacidad, más teorías de la conspiración. Y más esfuerzos de coordinación por parte de quienes quieren intervenir el proceso democrático. Importante tenerlo en cuenta mientras esperamos resultados en un tsunami de desinformación.
Para empezar, las plataformas han desmantelado o reducido drásticamente sus equipos de moderación, incluyendo los dedicados a garantizar la integridad electoral. Tanto Elon Musk como Mark Zuckerberg han renegado públicamente de la política de moderación de contenidos de X y Meta, aunque con soluciones muy distintas. Mientras Meta ha decidido desincentivar los contenidos políticos, Musk ha convertido X en el epicentro de la campaña republicana. Google, por su parte, ha anunciado que ya no intentará moderar contenidos políticos en YouTube.
Para complicarlo más, el ecosistema está todavía más descentralizado, ofuscando nuestra capacidad para entender de un vistazo lo que está ocurriendo en tiempo real. Además de Truth Social y capítulos locales de plataformas de proximidad coojos, mo Tinder o NextDoor, los dos nuevos escenarios de acción política son TikTok y Telegram. Con 170 millones de usuarios, el gigante asiático centraliza el discurso político de la generación que vota por primera vez. Por su parte, las características únicas de Telegram, a medio camino entre la mensajería y la red social, lo han convertido en un sistema de comunicación de masas clandestino, donde miles de personas pueden planear un ataque coordinado a las infraestructuras del voto sin que las autoridades, la justicia, los académicos o los periodistas lo puedan ver.
Al mismo tiempo, las plataformas han limitado o eliminado el acceso a herramientas como Crowdtangle, una aplicación que usaban investigadores y equipos de verificación de todo el mundo para analizar dónde nace y cómo se distribuye la desinformación en tiempo real. X ya no permite ver quién da like a un post, impidiendo comprobar si la popularidad de un contenido ha sido inflada artificialmente por cuentas falsas. TikTok ha desactivado el recuento de visualizaciones de hashtags, una herramienta para medir el alcance y la propagación de contenidos. Por no mencionar los modelos de IA generativa, que han abaratado y acelerado la producción de cuentas, contenidos y hasta medios de comunicación falsos.
Hoy hay más actores externos produciendo desinformación. En 2016, Rusia era el único actor estatal tratando de influir en las elecciones. Fueron los servicios secretos rusos los que hackearon los correos de Hillary Clinton, y la Internet Research Agency, la agencia de trolls y noticias falsas del oligarca Yevgeny Prigozhin, creó docenas de grupos políticos con cuentas falsas a través de grupos de Facebook para sembrar violencia en las distintas comunidades de EE UU. Prigozhin, que pasó de “chef de Putin” a fundar el grupo paramilitar Wagner, murió en previsibles circunstancias tras una dramática insurrección contra el Gobierno ruso. Ahora Rusia paga a influencers estadounidenses para crear vídeos virales a favor de Donald Trump, mientras dos nuevos actores estatales han entrado en juego: Irán y China.
Hoy la nueva fuente de desinformación se llama X y Musk es el nuevo Prigozhin. En 2020, Twitter centralizaba la conversación entre la clase política y los medios de comunicación y fue el primero en bloquear a Trump durante el asalto al Capitolio. Ahora Musk ha transformado X en una máquina de distribución de contenidos falsos sobre inmigración y fraude electoral. Imposible mirar las métricas sin pensar que han sido manipuladas. Pero la diferencia más importante es que somos tan conscientes de la inundación de noticias falsas que nos cuesta creer los hechos, incluso cuando ocurren de verdad.
Hay que dar vuelta el mundo como la taba, que el que no cambia todo no cambia nada…
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