Editorial. ¿Estamos al borde de una distopía?.

Editorial


¿Estamos al borde de una distopía?




Queridos amigos:


Espero que estéis bien a pesar de los nubarrones que tenemos en el horizonte.

En el Sinapsis de hoy tenéis muchos artículos para leer que deseo que os entretengan y que nos ayuden a todos a comprender mínimamente los tiempos que vivimos.

Conversando días pasados con un amigo me preguntó si estábamos entrando en un periodo similar a una distopía. Me pareció exagerada su preocupación pero horas después estuve meditando sobre este asunto lo que me llevó a hacer una lectura diferente de la realidad.


Hay personas tan agobiadas por sus problemas inmediatos y cercanos, que comprensiblemente, dejan de ver los problemas mayores que quizás son la causa de su malestar e incertidumbre. También están los que han decidido hace ya tiempo, evitar la atención sobre estos asuntos porque piensan que no están en sus manos la solución. Otros simplemente por ser víctimas de las estrategias de desinformación y de la maquinaria de bulos y mentiras que han calado profundamente en la sociedad. Muchos de estos últimos han pasado a formar parte de un universo aislado en las redes sociales (Instagram, tiktok, X etc.), videojuegos o actividades profundamente individualistas que los convierten en seres pasivos de los cambios del mundo actual. Sin embargo del mismo modo, coexisten otros que intentan ser una resistencia al tipo de sociedad que se va instalando progresivamente entre nosotros.


Pertenezca cada uno a cualquiera de estos grupos u a otros diferentes, lo cierto es que la realidad está ahí y llegará de un modo u otro a influir hasta lo más profundo de nuestra existencia.

 No habrá sitio que geográficamente se libere de este riesgo en aumento, aunque sin duda hay áreas del mundo que lo sufrirán más o al menos de forma diferente.


La lucha por el liderazgo geoestratégico entre USA y China se acentuará, los problemas derivados del cambio climático, si no se actúa a tiempo, cambiarán los modos de vida de la humanidad en todos los lugares del planeta. Los sueños imperiales de gobiernos autoritarios como Rusia, que cuenta con el apoyo de Corea del Norte, acentuará el riesgo de una extensión de los conflictos bélicos con la amenaza terrible de una guerra nuclear que podría ocasionar de forma rápida el fin de gran parte de la humanidad. 


En medio de este clima sombrío vemos jalonada la realidad con un poder desmesurado de las corporaciones tecnológicas que además del poder económico, superior a muchos países, han comenzado a controlar las ideas, el pensamiento y las opiniones a través de las redes, la IA y sus algoritmos. Esa acción pone en riesgo a la propia democracia. En este mundo cambiante y en crisis, aumentan las corrientes populistas y de ultraderecha, quizás por fallos en las propias organizaciones e instituciones democráticas. 

 Siempre ha habido crisis en el mundo y han sido más acentuadas en algunos lugares que en otros. Pero ahora la globalización hace que cualquiera de estos problemas mencionados influyan en todos los habitantes del globo, encuéntrense donde se encuentren.


A los problemas antes citados debemos contemplar lo que parece, exagerando un poco, una nueva distopía.


Si entendemos una distopía o antiutopía como una sociedad ficticia indeseable en sí misma, algunos pensamos que la realidad actual estadounidense tras el triunfo de Trump,  se va dirigiendo hacia ese tipo de sociedad. 

El término distopía, procedente del griego, fue creado por John Stuart Mill a finales del Siglo XIX como antónimo directo de utopía, término que a su vez fue acuñado por Tomás Moro y figura como el título de su obra más conocida, publicada en 1516, donde describe un modelo para una sociedad ideal con niveles mínimos de crimen, violencia y pobreza.

Las distopías a menudo se caracterizan por la deshumanización y la aparición de gobiernos tiránicos, que conducen a un declive cataclísmico en la sociedad. Las sociedades distópicas aparecen en muchas obras de ficción y representaciones artísticas, particularmente en historias ambientadas en el futuro. Algunos de los ejemplos más famosos son 1984 de George Orwell, Un mundo feliz de Aldous Huxley y Fahrenheit 451 de Ray Bradbury. En el libro Los Mandible de Lionel Shriver (publicado en 2017) sitúa la distopía en Estados Unidos a finales de la tercera década del siglo XXI. Es decir ahora o solo o a unos pocos años de esa fecha.

Cuando conocemos los exabruptos continuos de Trump, el desprecio del diferente, su misoginia, su xenofobia, su auto aislamiento como país  y sobre todo la elección que está haciendo ahora de sus colaboradores o ministros para el gobierno, podemos pensar sin exageración que nos aproximamos a una sociedad distópica.

Sus colaboradores serán los más radicales populistas, retrógrados, clasistas y xenófobos de la sociedad estadounidense y sobre todo a merced del poder de los más ricos del planeta en momentos donde el problema mayor de las sociedades modernas es la desigualdad social.  

Europa ha sido desgraciadamente “campo de batalla” donde los poderosos se repartieron el mundo en los últimos siglos. Ahora una vez más está en peligro su existencia y sus marcos democráticos y de progreso logrados sobre todo en las últimas décadas del siglo XX y XXI. Rusia, China, Corea del norte disputan a USA su hegemonía y lo centran nuevamente en el posible campo de batalla de la vieja Europa. 

Como se puede ver, el panorama es muy preocupante. Solo nos queda la resistencia a través del fortalecimiento de la democracia, el estado de derecho y de los derechos humanos, combatiendo a los populismos y rechazando a nivel estatal e individual el poder de las grandes corporaciones tecnológicas. Pero esto no bastará. Hay que tejer alianzas diplomáticas y acuerdos para detener a los jinetes del apocalipsis que son solo cuantitativamente una minoría de privilegiados que fomentan las guerras y conflictos para posicionarse aún mejor e incrementar sus riquezas. También están los imbéciles útiles a los que se les engaña con patrioterismos y soluciones de otros tiempos. Todo mensaje nacionalista o imperial es para beneficiar a los de siempre. A pesar de esa resistencia ciudadana hay que lograr que esta plasme en los políticos que nos van a representar y sin duda, aunque sea contraria a algunos principios de una sociedad libre y pacífica, habrá que mejorar las posibilidades de defensa armamentística de los estados democráticos.

A muchos les parecerá exagerada esta lectura de la realidad, pero a la vista de los que ejercen el poder real hoy en el mundo, no se puede esperar otra cosa.

Bajando ya a lo más cercano, observamos a nuestros políticos atacándose incluso en la gestión de la catástrofe que significó la Dana reciente en Valencia. El salario de nuestros jóvenes por los suelos, las dificultades para encontrar trabajos decentes de una gran parte de la población y la enorme dificultad para acceder a un vivienda propia o alquilada, son solo los temas más relevantes que tenemos sobre la mesa. La gran opción histórica que significa la Unión Europea en peligro por la desunión de los países integrantes y por la actuación mezquina de muchos políticos en el seno de la propia institución europea, facilita a su vez el crecimiento de los populismos retrógrados que contribuyen a consolidar un panorama de incertidumbre y desesperanza.

Ante todo ello, amigos, solo queda resistir. Mirar de frente el presente y el futuro ya que no habrá soluciones milagrosas ni rápidas. Resistir significa crear formas de oposición y rechazo a las grandes corporaciones tecnológicas que manejan la realidad actual. Internacionalizar esta forma de oposición y protesta. Si nuestros políticos no nos representan, habrá que cambiarlos y/o exigirles actuaciones en bien de la ciudadanía y no luchas estériles por el poder político que hoy solo conduce a disminuir la resistencia a los enemigos reales, que son el cambio climático, los populismos, la desigualdad social, los poderosos del planeta y los impulsores de guerras que están solo hechas para facilitar el incremento del poder de los de siempre. Resistir, también es defender la educación, la cultura, la tolerancia, la sanidad, los valores humanísticos y la ciencia en beneficio de la gran mayoría de la ciudadanía. 

La resistencia debe ser individual y colectiva, el voto, las manifestaciones, el bloqueo de las redes sociales que difunden bulos y amañan resultados electorales,  las reivindicaciones para la lucha contra el calentamiento global, la asociación, etcétera, son también formas de resistencia.

No debemos olvidar la frase atribuida al escritor romano Salustio hace más de dos mil años y relanzada mucho tiempo después en los Países bajos, “la unión hace la fuerza”. Cuantos más tengamos una actitud de resistencia, mayor será la posibilidad de triunfar.

En fin, amigo, si por hablar de resistencia alguien te llama ingenuo dile que te haga otra propuesta alternativa a seguir para abordar la realidad actual. Y a partir de  eso decidir…

Os deseo un buen fin de semana. Cuidaos.

Comparto más abajo dos enlaces con música de la banda sonora de la película Blade Runner. y una obra del pintor Cesc Abad, titulada Paisaje distópico


Un abrazo a todos.

José Herrera Peral


Blade Runner. Banda sonora. Love Theme. Vangelis

https://open.spotify.com/track/2oDR7QWoLBk9VYMwsFbRGq?si=b9c10a131f5e4a17

Blade Runner. Banda sonora. One more kiss, dear. Vangelis

https://open.spotify.com/track/7CKz0xDkXuPdW3xEQ4NUS9?si=52be6dcedc214a9b


                                                             Paisaje distópico. Cesc Abad



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