Editorial. "Invierno". José Herrera Peral


Editorial. "Invierno"



Hola a todos:

Ya han finalizado las fiestas de fin de año y volvemos a la rutina diaria. En estas pasadas semanas habremos estado con familiares y amigos, nos habremos hecho un listado de buenos propósitos para este año y también seguramente habremos deseado un buen 2024 a nuestros allegados, la mayoría de las veces con sinceridad o quizás también en ocasiones por la cortesía que exigen estas festividades. 

Es natural que hayamos deseado mejores tiempos que los que dejamos atrás ya que persisten en el mundo problemas como la dolorosa tragedia de Palestina, la guerra de Ucrania, un sinfín de conflictos en el planeta y el ascenso de gobiernos y políticos autoritarios que alejan la posibilidad de acabar con las extraordinarias desigualdades sociales del mundo actual. Si a esto sumamos los problemas personales o familiares que cada uno pueda tener en su proximidad, la cuestión adquiere dimensiones mayores.

 

Probablemente por mi edad o por la sensación personal de fracaso respecto a proyectos sociales más solidarios y justos que pensaba se desarrollarían en este presente (que para mí hace unas décadas era el futuro), es que siento una profunda decepción con los políticos actuales, no solo los de ámbito nacional, sino también mundial. Pienso en Trump, Biden, Netanyahu, Putin, Orban, Milei, Cristina Fernández, Pedro Sánchez, Ayuso, Puigdemont, Meloni, Abascal y otros muchísimos más que no cabrían en este texto. Hace unos días se acentuó mi decepción al ver la jornada en el parlamento español para aprobar unos decretos. Sentí  vergüenza y rabia. 


Se suma ahora otro ingrediente para acrecentar el malestar social. Dejando de lado las enormes dificultades que encuentran los mayores para conseguir trabajo o salir del paro, en la sociedad actual, como elemento de distracción de la realidad, algunos incluso introducen conflictos ficticios como los derivados del “edadismo”, donde una generación achaca las culpas por los problemas del presente a otra generación y de este modo se confunde a la sociedad para que no encuentre a los verdaderos responsables de lo que ocurre en nuestro mundo. 

Debiera quedar claro que los responsables son los plutócratas ligados a grandes corporaciones multinacionales que diseñan las relaciones en la sociedad solo para favorecer e incrementar sus riquezas. Para ello usan diversas ideologías según les convenga como los nacionalismos, los populismos, la falsificación de la historia y la exaltación de los comportamientos tribales. En fin, nada nuevo en el panorama pero echar culpas a una cuestión generacional es un disparate y una cortina de humo para evitar el señalamiento de los verdaderos responsables de los problemas.


Es posible que también que tenga yo hoy esta mirada demasiado negativa como respuesta a los cambios fisiológicos motivados por el inicio del invierno. Tengo amigos que ahora en el hemisferio sur están disfrutando del sol, de la luz y cuando observo su día a día tomo conciencia de la manera que el clima o las estaciones del año pueden influir en la percepción de las cosas diarias o rutinarias.

 

Las condiciones climáticas y especialmente la luz ejercen una gran influencia en nuestro estado psicológico y emocional. Tanto es así, que ciertos trastornos parecen mejorar o empeorar según la época del año en la que se sitúen. 

Pero no es necesario sufrir una enfermedad mental para percatarnos de la influencia que el clima tiene en nosotros. Las estaciones que poseen más horas de luz, como son la primavera y el verano, favorecen la exaltación del estado de ánimo, y aquellas con menor presencia de luz (otoño e invierno), parecen asociarse a una disminución del perfil anímico favoreciendo la aparición de síntomas depresivos como la apatía, la tristeza, la pérdida de energía o el cansancio. 


Aunque existen muchas teorías acerca de por qué se producen estas variaciones en nuestro estado emocional en función de la estación, la mayoría coinciden en que están desencadenados por una respuesta del cerebro a la disminución de la cantidad de luz, y la relación de esto con ciertas hormonas como la serotonina y la dopamina encargadas de la regulación de nuestras respuestas psicológicas y de los ciclos sueño-vigilia.

 

Aún así, es importante tener en cuenta que la afectación de las distintas estaciones a nuestro estado psicológico es diferente en cada uno de nosotros, viéndose mediado por variables familiares (historia familiar), ambientales (entorno) y experiencias personales.

Los cambios en el clima y las temperaturas extremas afectan a nuestro ánimo. Así como la reducción de la luz solar y el frío habitual del invierno tienen una importante influencia psicológica en muchas personas, el calor extremo también puede influir en el temperamento afectando nuestro estado emocional. 

Según los científicos, el denominado trastorno afectivo estacional engloba buena parte de las alteraciones que ocasiona el clima en la salud mental de las personas.  


 Somos animales con un desarrollo extraordinario del sistema nervioso lo que nos da la conciencia de nuestra situación en este rinconcito del universo pero que no logra que controlemos bien nuestras reacciones ante la influencia de los cambios del clima, sobre todo en situaciones extremas. ¡Y lo que nos espera con el cambio climático!…

 

Pues ahora, en estas fechas, mientras no se acentúen las distorsiones provocadas por el calentamiento global, entramos en el invierno.

El invierno es una de las cuatro estaciones de las zonas templadas. Sigue al otoño y precede a la primavera. Esta estación se caracteriza por días más cortos, noches más largas y temperaturas más bajas a medida que nos alejamos de la línea ecuatorial. 

Como las demás estaciones del año, el invierno es causado por la inclinación de 23,44 grados del eje terrestre sobre su plano orbital. 

Como sabéis, desde un punto de vista astronómico, el solsticio de invierno comienza el día 21 de diciembre en el hemisferio boreal y el 21 de junio en el hemisferio austral, y termina con el equinoccio de primavera, alrededor del 21 de marzo en el hemisferio norte y del 22 de septiembre en el hemisferio sur.


Pues en este ambiente invernal, con temperaturas a veces hostiles y poca luz, tenderemos a quedarnos en casa y a “tirar” de buena lectura. Por ello os recomiendo algunos artículos de este Sinapsis y también que acudáis a publicaciones anteriores que no hayáis podido leer anteriormente por falta de tiempo. En el número actual tenéis artículos de arte, política, ciencia y filosofía entre otros, que espero que os gusten. También os recomiendo como lectura la enriquecedora obra de Onfray titulada "El cocodrilo de Aristóteles" que es un paseo por el arte, la historia y la filosofía.


Hoy, como habéis visto he estado influido por el invierno y os he dado la “tabarra” con este tema. Pero no creáis que soy el único, ya que a lo largo del tiempo esta estación ha sido motivo de atención por diferentes poetas o escritores. Como ejemplo de ello os invito a leer más abajo algunos temas donde esta estación del año está presente.


Bueno amigos, os deseo una buena entrada del año. Un abrazo a todos.

Pepe


Soneto nº 97. William Shakespeare

 

¡Oh, qué tan semejante al invierno me ha sido,
esta ausencia de ti, placer de año fugaz!
¡Qué heladas he sentido, qué oscuros días vi!
¡Qué vieja desnudez, en todo, de Diciembre!

Mas el tiempo de ausencia era estación de estío,
el otoño fecundo, orlado en ricos frutos,
llevando el peso erótico de la fiel primavera,
como vientres de viudas, tras morir sus esposos.

Pero esta inmensa prole a mí me parecía,
como esperanza huérfana, como frutos sin padre,
ya que el dulce verano tan sólo a ti esperaba
y por estar tan lejos no cantan ni los pájaros:

O si cantan lo hacen con tal sombra de pena,
que las hojas desmayan, temiendo ya el invierno.

 

                                                      ***

 

La autora argentina Alejandra Pizarnik escribe  un ‘Cuento de invierno’ en el que las imágenes surrealistas provocan desasosiego al lector: 

 

La luz del viento entre los pinos ¿comprendo estos signos de tristeza incandescente?

Un ahorcado se balancea en el árbol marcado con la cruz lila.

Hasta que logró deslizarse fuera de mi sueño y entrar a mi cuarto, por la ventana, en complicidad con el viento de medianoche.

 

                                                        ***

 

La poeta Gloria Fuertes se siente perseguida por la presencia de una ausencia en este ‘Invierno’ lleno de soledad:

 

Con montones de nieve hice el contorno de tus letras,
edifiqué tu nombre en la altura;
luego salió el sol
y deshizo tu nombre convirtiéndolo en agua.
Acabo de beber tu nombre en el único charco.
Tu nombre me persigue
inquilino en mi sombra;
desapareceré,
y él estará a mi lado.

 

                                                 ***


Juan Ramón Jiménez describe aquí ‘Las tardes de invierno’ como un paraíso de la melancolía donde “los jardines se mueren de frio”, un triste paisaje en blanco y negro “sin sol ni luceros”:

 

Va cayendo la noche: La bruma
ha bajado a los montes el cielo:
Una lluvia menuda y monótona
humedece los árboles secos.
El rumor de sus gotas penetra
hasta el fondo sagrado del pecho,
donde el alma, dulcísima, esconde
su perfume de amor y recuerdos.
¡Cómo cae la bruma en el alma!
¡Qué tristeza de vagos misterios
en sus nieblas heladas esconden
esas tardes sin sol ni luceros!
En las tardes de rosas y brisas
los dolores se olvidan, riendo,
y las penas glaciales se ocultan
tras los ojos radiantes de fuego.
Cuando el frío desciende a la tierra,
inundando las frentes de invierno,
se reflejan las almas marchitas
a través de los pálidos cuerpos.
Y hay un algo de pena insondable
en los ojos sin lumbre del cielo,
y las largas miradas se pierden
en la nada sin fe de los sueños.
La nostalgia, tristísima, arroja
en las almas su amargo silencio,
Y los niños se duermen soñando
con ladrones y lobos hambrientos.
Los jardines se mueren de frío;
en sus largos caminos desiertos
no hay rosales cubiertos de rosas,
no hay sonrisas, suspiros ni besos.
¡Como cae la bruma en el alma
perfumada de amor y recuerdos!
¡Cuántas almas se van de la vida
estas tardes sin sol ni luceros!

 

                                                        ***


El invierno es también sinónimo de olvido en este poema de la nicaragüense Gioconda Belli titulado ‘Peligros de invierno’ en el que el sol, el calor y la luz son los puntales de la pasión vivida:

 

Este invierno está llevando todo lo que fuimos.
Cada día despierto arrebujándome,
arrebujándome contra tu espalda,
tocándote
para saber que no te has ido con el agua
sonrío y me pregunto si mañana, si pronto,
si algún día de estos,
el llanto sucederá a la lluvia
y el invierno también se meterá en la casa
y no habrá mueble, estante, cortinera,
donde no lave el agua los colores
y nos mojemos todos entre chocorrones y despedidas.
Por eso en las mañanas
bebo la luz en mis pulmones,
abro todas las puertas,
pinto amarillas las risas de las casas,
doy vueltas tenaz a los girasoles,
me prendo el sol en medio de los pechos
y salgo a tocarte, a escribirte,
a decir que no, que no hay cauce que se lleve mi amor
ni aguacero ni ciclón ni viento lacerante
que arranque tu nombre de esta piel
miel de tus días largos.

 

                                                       ***


Para terminar me despido compartiendo con vosotros la composición de Vivaldi: Invierno. (Cuatro Estaciones)


https://youtu.be/omvyNmfuC-g?si=OwxEP2zUsG2hpsWQ

 

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