Definiendo a la ciencia. F. Soriguer

Comparto artículo publicado en Academia Malagueña de Ciencias. Es el segundo de esta temática publicado por Dr. Federico Soriguer. El anterior también se puede leer en Sinapsis.

 

DESMONTANDO A LA CIENCIA: II. Definiendo a la Ciencia


Federico J. C-Soriguer Escofet*


Academia Malagueña de Ciencias




Hace unos años publiqué un libro (“Si don Santiago levantara la cabeza. La lógica científica contada en 101 historia nada científicas”), en el que además de rendir un homenaje a Cajal me permitía, con humor, hablar de cosa tan seria como la ciencia. En uno de los capítulos intenté definirla y, tras minuciosa búsqueda, me encontré con un número enorme de explicaciones. Reseño aquí algunas: “La ciencia no ha sido otra cosa que el tiempo que le llevó al ser parlante hacer coincidir la estructura significante con las exigencias de la pulsión”. “El conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales (RAE)”. “Lo que los científicos dicen que es. Eso es la ciencia”. “La madre de la técnica”. Y así, hasta varias decenas de definiciones, algunas peregrinas, otras muy formales, algunas descacharrantes e incluso psicoanalíticamente incomprensibles.


Desbordado por la abundancia de referencias, llegué a la conclusión de que dedicar un capítulo a las definiciones no parece una buena idea, a no ser que se tenga un especial desafecto a las buenas ideas.  Parecía preferible renunciar a tan fáustico empeño a no ser que uno se conforme con definiciones como que un sepulturero, es “aquella persona que se gana la vida cuando los demás la pierden”.  Mejor dejarlo. Definir no es nada fácil. Además, con la ciencia pasa como cuando los profesores intentan explicar a los alumnos que es eso de lo normal. “Profesor todo el mundo sabe lo que es lo normal hasta que usted se empeña en explicarlo”, anécdota que me ocurrió personalmente y que, parecidas, me han contado para otras disciplinas.


En todo caso la mayor parte de las definiciones serias de la ciencia, remiten al método científico. Así epistemólogos como Fayareband y todos los de la CTS (estudios sobre Ciencia, Tecnología y Sociedad), pero también la propia Wikipedia, a la pregunta de ¿quién es un científico? contesta: “Un científico, en sentido amplio, es aquella persona que practica la investigación científica. En un sentido más restringido, un científico es “un individuo que utiliza el método científico”. Un científico es aquel individuo que utiliza el método científico y el método científico es aquel que utilizan los científicos. Mi profesor de lengua y literatura en bachillerato me enseñó que a esto se le llama tautología. Definitivamente, definir no es fácil. En aquella taxonomía de definiciones, arriba reseñada, sobre qué cosa es la ciencia y quienes son los científicos, encontré de todo tipo como esta de que “la ciencia es la única pasión fría”, o “la forma de conocimiento que se elabora con la menor cantidad de ideología”, que habíamos leído en algunos de los interminables aforismos de Wagember sobre la ciencia. Definiciones que no son más que variantes de ese miedo que la lógica ha tenido del sujeto en su búsqueda sin término (Popper) de la verdad y de la objetividad. Un sujeto al que se le supone frívolo, inconstante e incapaz de decir o hacer nada serio. Como decía Bergamín: “si fuera un objeto sería objetivo, pero como soy un sujeto soy subjetivo”.


Otras, son definiciones tan formales que no se puede ni bromear con ellas, pues ¿qué añadir a alguien que define la ciencia como: “un conocimiento sistemático, logrado mediante un método basado en la observación, la experimentación y la formulación de teorías, siendo esencial para su avance el logro de una evidencia intersubjetiva comunicable en un lenguaje apropiado según la disciplina de que se trate”. Nada se puede añadir, quitar ni poner a esta definición. ¡Es tan formal! Ante ella los sujetos, los intrusos, solo podemos cambiar de conversación. Es lo que debieron hacer quienes escribieron la llamada guía de Handy para la ciencia moderna en la que definen a las diferentes ciencias así: “Si es verde o repta, es Biología. Si huele mal, es Química. Si no funciona, es Física. Si no se entiende es Matemáticas. Si no tiene sentido, es Economía o Psicología”.


Pero, disculpen la frivolidad, especialmente aquellos que se toman en serio las definiciones. Porque probablemente no sea tan importante el poder definir la ciencia, como el saber qué podemos hacer con ella, cómo gestionarla, cómo domeñarla y sobre todo cómo podemos distinguirla de otras formas de conocimiento cuyos practicantes llaman también ciencia.  Un asunto, este de la demarcación, cada vez más difícil, especialmente ahora cuando la idea de un método científico, inequívoco, sobre el que se levanta toda la gran construcción de la ciencia moderna, se está desmoronando como un azucarillo, o por utilizar una metáfora más visual como una Venecia que se hunde bajo su propio peso. Pero de la leyenda del método científico hablaremos en las próximas entregas.


*Médico. Sección de Ciencias Sociales y Humanidades. Academia Malagueña de Ciencias

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