Editorial. Navidad ¿Repetición de ciclos?. José Herrera Peral


                           
                                                    Fiesta navideña
                                    

Queridos amigos:

Nos acercamos a navidad y al final de otro año y por distintas razones, algunas espirituales y otras materiales, nos planteamos en estos días diferentes reflexiones sobre lo realizado y también sobre los nuevos planes para el futuro. En este tiempo analizamos con más detenimiento nuestras relaciones con las personas próximas ya sean pareja, hijos, familiares o amigos y no dejamos de contemplar tampoco lo que sigue ocurriendo en el mundo (guerras, desigualdades, crecimiento de la intolerancia) y también desgraciadamente, observamos el regreso de formas ya fracasadas de hacer política que conducen a la ruptura de la convivencia. 

Sin lugar a dudas y probablemente por causas multifactoriales nuestra memoria se activa recordando el pasado en estas mismas fechas. Precisamente ayer me ocurrió algo así. Estaba en un centro comercial y entré a una zona dedicada a los adornos de navidad (árboles, belenes, reyes magos, luces y elementos decorativos navideños muy variados). Fue en ese momento que comencé a recordar, al comienzo de forma anárquica pero luego más sistematizada diferentes fiestas familiares vividas a través de muchos años. Los recuerdos me llevaron a la infancia, después a la juventud y finalmente a las últimas décadas de mi vida. Estos recuerdos avivaron en mí sentimientos muy variados. Algunos tristes, nostálgicos y otros alegres, aunque en general me invadió la sensación de un tiempo pasado, perdido y como es lógico, sin posibilidad alguna de cambiar. Quizás esas sensaciones estén relacionadas con mi edad y forma de ser. Concluí que así sería y por lo tanto otras personas sentirían de forma distinta estas fiestas que aunque estén muy impulsadas por marketing comercial, pareciera ser que las personas necesitamos de este tipo de celebraciones que nos acercan a la familia, a los amigos y también son un estímulo para la reflexión y el balance de lo realizado.

Me gustaría olvidar unos instantes la situación de muchas personas en el mundo pero no lo consigo. El dolor y la rabia me invade cuando pienso en los secuestrados por Hamás, en el sufrimiento de las familias de las víctimas del 7 de octubre y al mismo tiempo me sobrecoge la barbarie y el terror que están soportando la población civil de Gaza por el ataque brutal a los que lo somete el descerebrado y violento Netanyahu. Pienso que la violencia descontrolada para resolver algunos conflictos son solo garantía de su perdurabilidad.

Tampoco olvido a la guerra de Ucrania, al incierto y temible futuro para Argentina con Milei en el gobierno y estoy estupefacto con el nivel bajísimo de gran parte de los políticos españoles actuales que han perdido los valores que deben sustentar la acción política. En ocasiones pienso que las sociedades humanas repetimos ciclos de progreso y retroceso desencadenados por la estupidez, la amnesia histórica y la crisis de valores.

En fin, para olvidar algunos momentos la realidad os invito a leer el artículo de Cine, teatro, libros, de este número de Sinapsis. También hay algunos otros temas interesantes que están en los artículos de colaboradores o en los de prensa. Aprovecho para desearos a todos una feliz navidad.

Por lo demás, me mantendré en silencio y hablará por mí hoy, el poeta Francisco Javier Irazoki de Lesaka (Navarra). Os invito a leer algunos de sus poemas a continuación.


 

ORACIÓN LAICA

 

Sin templo ni dogmas, sin rito ni devociones, he desocupado un paraje mental.

Lo ocupará una piedad sin recompensas.

Piedad por los que únicamente conocen las libertades del silencio.

Piedad por quien ha crecido alimentado por los abandonos.

Piedad por los que al abrazarse aprietan una escalera solitaria en el cuerpo de la persona amada.

Piedad por los hombres que regresan a la infancia y aprenden más dolor en los hospitales.

Piedad por el apedreado en el callejón oscuro de las razas.

Piedad por nuestros habitantes perdidos en la sima de un pensamiento. De noche los encontramos mientras suben una montaña. Caminan con la energía de los antiguos esclavos.

Piedad por los que duermen o se despiertan sin cubrirse con los apellidos de una patria.

Piedad por quien llega solo y sin equipaje a los tribunales de su conciencia.                      

Piedad por los que desean a hombres y mujeres cercados en la niebla de un despeñadero.

Piedad por quienes con su amor disidente golpean los muros de la moral.

Piedad por los que sobreviven escondidos en una creencia.

(Del libro Orquesta de desaparecidos. Hiperión, 2015)

 

 

95

Paseo por los goces de la vida diaria. Primero un paisaje: mi gratitud al azar por haber nacido en una familia humilde. Intuyo que la abundancia desorienta. ¿Y los placeres? Escuchar tres homenajes a la inteligencia: la música de Bach, Monteverdi, Desprez. Dejar en el platillo de un violinista los gritos del saxo de Coltrane. El cinismo bondadoso de las canciones de Brassens. Las avenidas iluminadas y los recovecos oscuros de un idioma. Leer a Camus y Arendt, dos flechas éticas que me guían. Una coherencia que no crea presidios. El salmorejo, la ventresca y el rape compartidos. Los paraísos variados del sexo. Las páginas del poeta que es un vehículo transparente en sus mejores versos. No padecer el fracaso que llaman envidia. La risa que no hiere. Mi escudilla de mendigo a la que caen notas de música extranjera. El diálogo con hombres libres. Cuidar las cosas sin poseerlas. El cine y los laberintos trazados por Pasolini en Teorema. Recordar el agua de la niñez. No ser el bufón de la propia conciencia. Envejecer sentado en un refugio de preguntas. El goce de no tener tiempo para el odio.

(Del libro Ciento noventa espejos. Hiperión, 2017)

 

 

GENTE QUE CAMINA EN MI MENTE

 

De noche suenan los teléfonos y escucho las voces que llaman desde el país donde nací.

Me anuncian la muerte de una persona que conocí en mi infancia o juventud e, inmediatamente, siento la desaparición de un paisaje. La superficie que se desgaja deja en la niebla un torso, los brazos, los pies que fueron dos caminos paralelos. El roble y la higuera son ojos borrados cuando las frases salen del teléfono y entran en mis oídos.

En mis visitas a mi pueblo, compruebo que los terrenos se han encogido. Las púas de los alambres que delimitaban las praderas sujetan ahora unos retales blancos, y el viento bate esos jirones de las ropas de los ausentes.

Otras llamadas siguen despegando las calles del pueblo, y aumenta el grupo de hombres y mujeres que pasean en mi memoria al despedirse de una patria de huecos.

Pronto seré el viejo que lleva en un bolsillo toda la extensión de su tierra.

(Del libro Orquesta de desaparecidos. Hiperión, 2015)

 

 

INAUGURACIÓN DEL EXTRANJERO

 

Vinieron con brío que era la prisa de su pobreza, y tuvimos que acogerlos en pensiones improvisadas. A otros más rebeldes o pendencieros los alojaron en un barracón de hojalatas al que se accedía por un puente de piedra. Allí vislumbré de noche sus cuerpos apenas iluminados.

Casi todos trabajaron en oficios de vértigo para los que no teníamos coraje. Subidos al techo de una fábrica o sujetos a un poste, soldaban viguetas y tendían cables de electricidad, y su indiferencia ante el peligro aumentó la distancia desde la que los admirábamos.

De dónde llegan, nos decíamos los niños, mientras los dedos índices iban de Ecuador a los círculos polares del mapamundi escolar, sin que tropezaran con unos nombres, Asturias o Extremadura, inventados para nuestro extravío. Aún creció la cautela con que los adultos los observaban en las calles, siempre desde una lejanía que les evitase su saludo y el roce de su acento.

Yo los espié en las cercanías de una taberna y vi que algunos quemaban con alcohol el trecho que les impusimos. Solamente unas cuantas chicas se atrevieron enseguida a tratarlos, y nacieron amores que disgustaron a los nativos.

Por fin, la muerte fue el imán que nos atrajo hacia los inmigrantes. Tres o cuatro de ellos cayeron de una altura para pájaros exóticos y se estrellaron contra el suelo de piedra. Ocurrió al atardecer, o quizá a mediodía con un cielo sucio, como si también las luces desdeñaran a esas víctimas, y recuerdo carreras de mujeres y la claridad rápida de sus velas sobre los rostros de los caídos. No hubo ceremonias ni banderas humillantes, ninguna lágrima, pero los muertos se incorporaron un poco, envolvieron en una sábana sus miembros heridos por el golpe y ensayaron la postura al arrellanarse en mi mente.

Les adeudo el favor de haber manchado la pureza dañina de mi infancia.

(Del libro Los hombres intermitentes. Hiperión, 2006)

 

 

LA CASA DE MI PADRE

 

Desde la vivienda primero se veía el miedo y después el color verde del paisaje.

Ahora digo:

Defenderé la casa de mi padre contra la pureza y sus banderas ensangrentadas.

Para defenderla, regalaré cada una de sus piedras, ventanas y puertas. Las recibirán quienes no piensan como yo.

Los nuevos habitantes airearán los solivos y escaleras; alzarán el vuelo bajo de nuestros espíritus.

Defenderé la casa de mi padre abriendo una brecha en el tejado; por allí gotearán los idiomas y músicas venidos de tierras desconocidas o remotas.

En la defensa de la casa vaciaré el orgullo con que dibujamos una frontera de árgomas mojadas.

Descompuestas las paredes, ningún adversario vivirá ovillado en el nombre de un animal.

Sólo veremos un clavo enfermo en el sitio donde estuvieron las frases de quien justificó el crimen político. El silencio ha desnudado a los que callaron ochocientas veintinueve veces.

Sin enemigos, el poeta Gabriel Aresti se recostará aliviado en la nobleza de los lobos.    

Ofrecida la casa, impediremos que en el espacio de su ausencia y memoria los hombres sean extranjeros.

(Del libro Orquesta de desaparecidos. Hiperión, 2015)

 

 

ORQUESTA DE DESPARECIDOS

 

Diariamente, al atardecer, escucho a los músicos. Si me traslado a algún país extranjero, ellos hacen el mismo viaje que yo y coincidimos en una explanada, en los mercados, en un refugio.

Los miembros de la orquesta recorren las rutas escarpadas y los desfiladeros de mi memoria. Los he visto de noche, extenuados, mientras suben a pie o en bicicleta una colina de mis pensamientos. Llegan empapados de recuerdos a las nuevas ciudades, pero los primeros compases que interpretan limpian sus ropas.

Las personas que se alejaron de mi vida forman la orquesta. Sus muertes o su desamor se han convertido en música.

Una mujer que me amó empuña el micrófono y canta con la cabeza llena de peces. Se palpa los animales marinos hasta que el pez del dolor despuebla su mente. Entonces, con las notas finales del blues, entrega a los oyentes un pequeño esturión que lleva en la boca los filamentos luminosos de los días que vivimos juntos.

El contrabajo lo pulsa otra antigua amante. No es bella sino algo más peligroso, porque ha nacido en un país de gatos libres. Mi padre y mi hermana abren sus ausencias con el arco del violonchelo. La madre golpea en el timbal nuestras pieles de ancianos bebés.

Encogido detrás de los instrumentos, el amigo que me traicionó pone cerca de sus pies de percusionista el sombrero adonde caen las monedas caducadas.

Soy todos los espectadores. En las filas delanteras se sitúan el niño sucesivo, el adolescente que caminó entre vidrios de diccionario, los jóvenes que fui.

Acabado el concierto, cada componente del público vuelve a adentrarse en mí y la orquesta de desaparecidos ve mi disolución en el paisaje.

(Del libro Orquesta de desaparecidos. Hiperión, 2015)

 

 


Antes de despedirme os invito a disfrutar de estas pinturas diferentes, hermosas y también sugerentes al igual que estos breves extractos de composiciones de Mozart y de Beethoven que podéis escuchar en los enlaces de más abajo.


 

                                                         Paisaje en San Sebastián (1911). Joaquín Soroya 

 

 

 

                                           El ojo. (1945) Salvador Dalí

 

 

                                  

Reminiscencia arqueológica del Angelus de Millet (1935). Salvador Dalí

 


** Mozart. Concierto para clarinete. Adagio


https://open.spotify.com/track/3knvmP5DiRiLZupMzZBRap?si=1qDYZjg-TpigA1ts8gATvA


** Beethoven. Sinfonía nº7. Allegretto


https://open.spotify.com/track/6WVdlNUowDaFU4K4tpH50f?si=489d20b1602e4673


Un abrazo a todos y que tengáis unas felices fiestas.


Pepe Herrera

Comentarios

  1. Feliz Navidad, querido Pepe, muy conmovedor tus recuerdos..

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  2. Feliz Navidad querido Pepe y a toda Tu Flia, y por muchos Sinapsis más🍷🍾

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  3. Muy felices fiestas querido amigo. Como dice MANOLO, por muchos Sinapsis más. Un fuerte fuerte abrazo. Espero podamos encontrarnos este próximo 24.

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