Relato: El clima y los pensamientos

El clima y los estados de ánimo

 




Como el caminante observador de una de las obras de Muñoz Molina (“Un andar solitario entre la gente”), paso en cortos periodos de tiempo del placer de conocer arte, literatos, historias brillantes de la humanidad a la desesperación de constatar las dimensiones de la estupidez y de la maldad humana. Todo ello mientras doy un paseo y hojeo la prensa diaria durante un día de calor intenso en esta hermosa Andalucía.

 

Miro por encima el periódico y veo la torpeza y peligro para los ciudadanos del mundo que significan algunos líderes mundiales. Pero no están solos. Tienen imitadores o colegas en su estupidez como son todos los nacionalistas y populistas del planeta. Observo fotos del parlamento donde se trataba el estado de la nación y siento decepción y sonrojo al ver las actitudes de los políticos incapaces como es habitual, de lograr consensos o acuerdos ya que siempre están pensando en las próximas elecciones para acceder al poder o mantenerse en el mismo olvidándose de los problemas reales de la ciudadanía. Otro titular me lleva a la iglesia católica y a políticos conservadores que en Iberoamérica y ahora también en Estados Unidos, perpetúan el sufrimiento de las mujeres limitando sus derechos al igual que los fundamentalistas islámicos que siembran de dolor a toda la sociedad y más aún a los propios musulmanes.

Leo sobre la invasión a Ucrania y siento rabia y desesperación.

 

Abandono el periódico y sigo caminando. Veo que cerca de casa se está celebrando lo que algunos llaman la “fiesta” y que es simplemente la reunión para presenciar y disfrutar de la muerte previa tortura de un hermoso animal como es el toro y estamos en el siglo XXI…

 

Aunque es conocida la influencia del clima y el entorno en nuestras apreciaciones y sensibilidades, lo constato una vez más en persona. En estos días de intenso calor tengo la sensación que este me hace inclinarme hacia determinados gustos, temas o análisis de problemáticas sociales o personales concretas. Por el contrario, en las temporadas de frío sin duda que también estas condicionan mis apetencias y respuestas y probablemente transite hacia otras temáticas.

Los cambios en el clima y las temperaturas extremas afectan a nuestro ánimo. Así como la reducción de la luz solar y el frío habitual del invierno tienen una importante repercusión psicológica en muchas personas, el calor extremo también puede influir en el temperamento afectando nuestro estado emocional. 

 

Nerviosismo, apatía, mal humor, insomnio… Esto es lo que siento en estos días tórridos de verano. Siento tanta irritabilidad por este día tan caluroso que recuerdo unos pensamientos de un personaje de El Extranjero de Camus que se sentía espoleado a la violencia, víctima del calor. Las temperaturas extremas tienen indudables consecuencias en nuestro estado anímico. Según los científicos, el denominado trastorno afectivo estacional engloba buena parte de las alteraciones que ocasiona el clima en la salud mental de las personas.  

Al parecer hay evidencia científica donde se aprecian asociaciones robustas entre los episodios de olas de calor y el aumento de desórdenes emocionales y del comportamiento (incremento de la irritabilidad, de la violencia y abuso de sustancias tóxicas: alcohol, medicamentos, drogas). El calor y el mal humor también se mezclan. La ciencia lleva años intentando explicar el porqué. Según varios estudios, esos grados elevados de temperatura alteran los niveles y el equilibrio de la serotonina y dopamina, neurotransmisores relacionados con las emociones. Y a todo esto se suma la falta de sueño.

 

Somos animales con un desarrollo extraordinario del sistema nervioso lo que nos da la conciencia de nuestra situación en este rinconcito del universo pero que no logra que controlemos bien nuestras reacciones ante la influencia de los climas extremos. Y lo que nos espera con el cambio climático…

 

En mi irritabilidad pesimista de estos días divago preguntándome: ¿Cuándo primará la razón, el conocimiento, los valores éticos, la solidaridad y  la igualdad en la sociedad? No lo sé.

Quizás pido mucho a la humanidad cuando yo ni en lo más personal como son los afectos y relaciones con los que más quiero, consigo a veces hacerlo bien. En fin.

En este día tremendamente caluroso y agobiante no encuentro respuestas y me evado con la lectura y en compartir más tarde con otras personas estas elucubraciones. Seguramente hoy el clima condiciona mi pensamiento.


Sin embargo a pesar de mis sensaciones pesimistas exageradas al final del paseo presencié un hecho tan llamativo que me devolvió el optimismo en estos días.  En la acera y bajo un sol radiante y con extremo calor estaba caído un hombre de unos sesenta y cinco años. Me acerqué le hice unas preguntas y valoré que no tenía nada grave. Respondía con claridad pero muy conciso. Solo decía que no se podía mantener en pié. Junto a él había tres mujeres y un hombre que lo protegían del sol con unos cartones a modo de sombrillas, le daban agua, le confeccionaron un cojín para que apoyase la cabeza y le abanicaban hasta que llegara la ambulancia que ya habían llamado. Tardó mucho en llegar y allí a pesar del intenso sol nadie se movió y todos siguieron protegiéndolo y animándolo. Me sorprendió sobre todo una chica joven sonriente llena de tatuajes y piercings que lo trataba con afecto, empatía y cariño dándole unos suaves masajes en el pecho vertiendo pequeñas cantidades de agua sobre el tórax y la cabeza. Me enteré allí que todos conocían solo de vista al hombre  dado que era del barrio y cuyo nombre era Juan.  El hechizo solidario se rompió cuando llegó el de la ambulancia tras cincuenta minutos de espera y subió a Juan a la camilla como si fuera solo un bulto a transportar.  La jovencita de los piercings seguía sonriente y nos ofreció a los mayores que allí estábamos a abanicarnos en la sombra. Me despedí de todos huyendo del calor y ni siquiera le pregunté los nombres a esas personas que me reanimaron también a mí en este día pesimista a sus inicios.

Sin duda que este incidente me hizo recuperar la tolerancia y la serenidad, me refugié en una hermosa sombra bajo los árboles del paseo del Parque de Málaga y me sumergí en la novela que llevaba en mi cartera. Creo que fueron los mejores antídotos para el malestar que sentía.

Probablemente pensarás que he exagerado en este relato y quizás tengas razón pero eso era lo que hoy me ocurría en este día desasosegante de verano.

 

 

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