¿Realmente tenemos un sistema de salud tan malo? F. Soriguer

¿Realmente tenemos un sistema de salud tan malo?

Federico Soriguer.  Médico. Miembro de la Academia Malagueña de Ciencias 


En los días inmediatos a la pandemia, los españoles presumíamos de tener uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo.  Hoy,  unos meses después, un virus ha arrasado la joya de la corona. Al menos su moral pues ya nadie presume y todos se  auto flagelan arrojándose las culpas unos a otros.   Muchas de las razones de aquel éxito no eran debidas propiamente al sistema sanitario, como por ejemplo la esperanza de vida una de las mayores del mundo. Otras sí, como la baja mortalidad perinatal e infantil  o la alta capacidad tecnológica y organizativa representada por  el éxito del programa de trasplantes.  Pero el verdadero éxito del sistema era el gestor, aunque pocos lo reconozcan así. Según “Expansión” España en 2019 gastaba en sanidad pública el 6,37 % del PIB, ocupando el puesto número 26 del mundo y el 14 de los países de la UE y en euros corregidos/cápita el gasto era  de 1690 euros, habiendo 18 países europeos con un mayor gasto por persona que España.  Es decir con mucha menos inversión que muchos de los países desarrollados los objetivos sanitarios eran tan buenos o mejores que el resto. Si tenemos en cuenta que el gasto en  personal supone entre el 40 y el 45 % del total del presupuesto sanitario no es difícil imaginar de donde procede esta gestión tan eficiente.  Los médicos  españoles ganan de media cerca de 44.000 euros anuales,  Reino Unido entre 90.000 y 144.000 euros anuales, Alemania, entre 60.000 y 80.000 euros anuales,  Francia, entre 45.000 y 84.000 euros anuales. Todas estas diferencias con respecto a España, unidas a las del resto de los profesionales cuyos sueldos son iguales de bajos respecto a otros países de la UE, suman muchísimo dinero.  Además durante la crisis del 2008 la inversión en sanidad disminuyó. Había otros muchas disfuncionalidades que se han ido agrandando con el tiempo pero que como la rana en el agua caliente no nos dábamos cuenta pues se han ido generando poco a poco y una de ellas, pero no la única, ha sido la descentralización sanitaria, esta sí, ahora lo sabemos claramente ineficiente en muchos aspectos.  

 La crisis del Covid19 ha hecho saltar las costuras de un sistema que estaba presumiendo de una mayor competencia de la que tenía. Aun así hemos aguantado bien la primera embestida de la pandemia y aunque el coste (incluido de vidas de  ciudadanos y de profesionales sanitarios) ha sido muy alto, la respuesta ha sido muy eficiente no solo por la ejemplaridad de los profesionales sino también por la versatilidad, sobre todo del sistema hospitalario para adaptarse en poco tiempo a la demanda. Otra cosa es lo que está ocurriendo ahora que depende sobre todo de la gestión política de la crisis. 

En todo caso el sistema sanitario público español tiene la consistencia como para poder reconstruirse. No, no teníamos el mejor sistema sanitario del mundo, aunque sí algunos de los mejores resultados de salud del mundo y no tenemos ahora el más malo de los sistemas, aunque hayamos tenido coyunturalmente  algunas de las peores cifras de la pandemia. Pero ni antes los buenos marcadores de salud dependían solo de la bondad del sistema ni ahora, tampoco,  los malos dependen solo  de la pandemia. Pero sí que, en buena parte,  dependían y dependen  de la gestión política de la salud.  Y es esta gestión la que ahora está fallando. Esta pandemia y sus consecuencias deberían servirnos de revulsivo para afrontar la gran reforma que el sistema de salud español necesita. El éxito del sistema no puede depender de la suerte (en el caso de la esperanza de vida) ni de la “explotación de los recursos humanos” en el caso de la sanidad. El modelo sanitario español es fundamentalmente público y compatible con un sistema privado asistencial.  En España el gran beneficiado de las sucesivas crisis que se han  tenido lugar en lo que va de siglo es el sistema sanitario privado, habiéndose  producido un incremento  continuado de la inversión privada en sanidad hasta suponer en  2018 el 29,5 % del gasto sanitario total del país. ¿Es la creciente privatización del sistema sanitario español la respuesta que el sistema necesita? Algunos lo dudamos. 


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