Vacúname despacio que tengo prisa. J. D Colmenero

Recientemente el Dr. Colmenero ha publicado un artículo en relación al tema de las vacunas. Os lo comparto con vosotros.

https://www.diariosur.es/opinion/vacuname-despacio-prisa-20201201000457-ntvo.html



Vacúname despacio que tengo prisa

LA TRIBUNA. Diario SUR

Si están disponibles, ¿por qué no se publican ya los datos relevantes, en vez de someternos a esta lamentable letanía de resultados parciales?

JUAN DE DIOS COLMENERO
EXJEFE DEL SERVICIO DE ENFERMEDADES INFECCIOSAS DEL HOSPITAL REGIONAL DE MÁLAGA



 
El pasado 9 de noviembre Albert Bourla, director ejecutivo de Pfizer, comunicaba a la prensa que los resultados intermedios del ensayo de su vacuna frente al SARS-CoV-2 mostraban una eficacia superior al 90%. En los días sucesivos, Moderna, el consorcio Universidad de Oxford/AstraZeneca y otros laboratorios hicieron lo propio. Carentes de un tratamiento antiviral eficaz contra la Covid-19, casi todas las expectativas para frenar la pandemia se están depositando en las diferentes vacunas en desarrollo. Lo sorprendente, es que ha bastado el simple anuncio en prensa respecto a la eficacia preliminar de la primera de ellas, para que se desencadene una lucha sin cuartel entre la industria farmacéutica y también entre los políticos que compiten demagógicamente en quien diseñará los mejores protocolos y vacunará antes a su población.

En su obra 'Vidas de los Cesares', el historiador Cayo Suetonio narra que el emperador Augusto frecuentemente exhortaba a sus tribunos con la expresión 'festina lente' que significa 'apresúrate lentamente', sin duda precursora de la popular frase 'vísteme despacio que tengo prisa', cuya autoría se atribuyó después a diferentes personajes históricos. Tanto la frase original como sus derivadas son un oxímoron que llama a huir de la precipitación, especialmente cuando el asunto tiene suficiente trascendencia.

Las consecuencias sanitarias y socioeconómicas de la pandemia son de tal envergadura que resulta comprensible la enorme ansiedad que genera en todos los ámbitos de la sociedad, pero resulta inquietante, que los que nos tienen que marcar el rumbo, sean presa reiterada de la precipitación. 
Philip Stanhope, notable estadista británico, decía: «Quien obra apresuradamente, muestra que lo que tiene entre manos le viene demasiado grande». Éste podría ser el caso del ministro Illa.

Las normas para introducir en nuestro Sistema Nacional de Salud un nuevo fármaco o vacuna son claras; debe existir suficiente evidencia científica de calidad publicada en revistas de prestigio sobre la eficacia y seguridad del producto y la aprobación previa de las Agencias Reguladoras competentes. Sorprende por tanto que nuestro Gobierno ya haya anunciado el comienzo de la vacunación frente al SARS-CoV-2 para principios de 2021, ignorando que aún no están publicados los resultados finales de los estudios en fase III de ninguna de las vacunas candidatas, ni existe la aprobación de la FDA o EMA, las cuales, por cierto, ya parecen recibir presiones exigiéndoseles el procedimiento de revisión y aprobación acelerada por razones de interés sanitario. Ninguna investigación rigurosa admite atajos, ni debe acortarse tensionando las normas elementales que rigen la investigación científica de calidad y la buena práctica clínica.

Es obvio que las circunstancias especiales están exigiendo procedimientos no convencionales como la 'fabricación a riesgo' o revisión en tiempo real. También que es mejor definir los escenarios posibles que improvisar. Pero no es menos cierto, que para lograr la adherencia adecuada de la población, condición imprescindible para que una campaña vacunal sea eficaz, la información rigurosa y trasparente son las mejores herramientas. Es preciso explicar por qué se anuncian calendarios y grupos a vacunar cuando aún se desconocen detalles fundamentales sobre la población incluida en los ensayos clínicos, eficacia final, seguridad y logística necesaria para la administración de las diferentes vacunas. Si están disponibles, ¿por qué no se publican ya los datos relevantes, en vez de someternos a esta lamentable letanía de resultados parciales publicitados según sus estrategias por los propios laboratorios? ¿A quién beneficia que se desconozca completamente el análisis de la eficacia vacunal en subgrupos relevantes como inmunodeprimidos, pacientes con enfermedades debilitantes crónicas, hemodializados etc? ¿Por qué hizo público el presidente Sánchez el borrador del documento de Estrategia de Vacunación del Ministerio de Sanidad, violando los principios de veracidad, trasparencia y participación que en él se comprometen a respetar? Incluso, si una o más vacunas estuvieran correctamente evaluadas y disponibles, con el espectáculo continuo de descoordinación que nos están dando ¿alguien con experiencia cree que en enero estará operativa una estrategia vacunal tan exigente como la planteada en tal documento?

La reiteración de promesas incumplidas conduce a la melancolía y falta de colaboración. Sin duda, un gran porcentaje de la población desea ser vacunado frente al SARS-CoV-2, no solo para protegerse individualmente, sino también para colaborar solidariamente contra esta grave pandemia, pero aspiran a serlo suficientemente informados, en un entorno bien coordinado y seguro, tutelados por sus sanitarios habituales y convencidos de que serán atendidos precozmente caso de efectos adversos inesperados. Ya se han cometido muchos errores en el manejo de asuntos claves durante la pandemia. No perdamos esta ocasión extraordinaria de la vacunación frente al SARS-CoV-2 para cohesionar el Sistema Nacional de Salud. Hacerlo mal o fracasar en el intento tendría consecuencias negativas en la solución de la pandemia y ofrecería un inestimable argumento a los movimientos negacionistas y antivacunas que tanto daño están haciendo.

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