Hojeando Sinapsis. Diversidad cultural

En este apartado de Sinapsis que hoy llamo Cultura y actualidad hay ocho temas diferentes para transitar dentro de diferentes capítulos de la cultura en general.

Antes de hojear esos ocho temas os recomiendo la lectura  atenta de un artículo que desde mi punto de vista hace un acertado y completo análisis de los momentos que vivimos. Se titula la especie engreída.

La especie engreída

Francisco J. Laporta. Catedrático de Filosofía del Derecho. Universidad Autónoma de Madrid
 
Darwin

Primero fue la quiebra de Lehman Brothers y la fulminante crisis financiera de la que todavía estamos convaleciendo. Antes, durante y después de ella, hasta ahora mismo, los efectos del cambio climático como una suerte de suicidio in progress en el que parecemos estúpidamente embarcados. Por si fuera poco, contemplamos cotidianamente la tragedia de las migraciones humanas, una tentativa parsimoniosa de genocidio que cometemos en cómodos plazos. Por no mencionar la polución informativa que respiramos a través del imperio incontrolado de las redes sociales y las nuevas tecnologías. Bien pensado, todos estos males eran ya pandémicos, pero ahora ha llegado, para que no necesitemos acudir a las metáforas, una pandemia de verdad, la de la covid-19, y ha puesto brutalmente de manifiesto la naturaleza más decisiva de los problemas actuales de la especie humana. Estamos hiperconectados, hasta físicamente hiperconectados. Los males nos afectan inmediatamente a todos. Somos una sola población frente a ellos, sin fronteras ni compartimentos estancos.

Vendrán más virus y más males y volverán a sorprendernos discutiendo problemas caseros. Estamos hiperconectados, pero se aplicará la misma estrategia estúpida: problemas de todos, remedios para nosotros


Sin embargo, las armas que estamos disponiendo para enfrentarlos nos siguen viendo como una ciudadanía nacional limitada por rasgos artificiales. Luchamos contra el contagio global mirando solo a los pacientes nacionales. Todavía seguimos anclados en estructuras mentales y políticas que piensan nuestra vida en el seno de entidades territoriales definidas por fronteras, lo que se llama a veces el sesgo interno del mundo internacional. Estamos aún, dígase lo que se diga, en aquella definición de 1758 de los asuntos del derecho internacional: “Affaires des nations et des souverains”. Hasta seguimos alimentando el ingenuo prurito de la soberanía que “no reconoce nada superior”. No es que seamos particularmente necios, aunque a veces lo parezcamos; es que en el fondo no existe otra alternativa. Hemos dejado que la realidad humana crezca y se vaya asentando de esa manera universal sin disponer de ningún mecanismo regulatorio serio para hacer frente a las amenazas que ello lleva consigo. Ahora vemos que no hay nadie al que apelar para que ponga orden en la peripecia de la especie humana.

No hemos sido capaces de pensar instituciones supranacionales con un poder normativo decisivo
En nuestra inmunda política nacional, la sospecha y el rencor hacen imposible la cooperación que necesitamos

A pesar de que ya habíamos recibido bastantes toques de atención, el coronavirus nos ha vuelto a coger por sorpresa. Y ya se es muy consciente de que no será la última vez. Vendrán más virus y más males y volverán a sorprendernos discutiendo problemas caseros. Y los remedios que se improvisarán y se pondrán en práctica se diseñarán con la misma estrategia estúpida: problemas de todos, soluciones para nosotros; para evitar la mundialización que tanto contagia lo que hay que hacer es recetar solo para el enfermo nacional. Nuestros pobres líderes, como los demás, mirando siempre por el rabillo del ojo a su propio electorado, a su propio sistema de salud, a su propia fuerza de trabajo, a su propio “tejido” industrial, a su propia nada.



Pero resulta que estamos hiperconectados, y además somos ya demasiados. Vamos camino de los 8.000 millones cuando hace solo 50 años éramos menos de la mitad. Y nos relacionamos incesantemente, hacinados en megalópolis gigantescas, llenas de pobreza, desagregadas, carentes de sanidad y limpieza. Y, claro, nos contagiamos. Como nos contagiamos con aquellos derivados financieros de hace años; como se “contagian” las supuestas identidades culturales de nuestras sociedades; como contagiamos tantas veces con bulos y falsedades los contenidos de nuestra información; como estamos contagiando nuestra atmósfera, y como, nada metafóricamente, nos estamos contagiando con el coronavirus. Y no parecemos tener otra salida que la de reclamar de nuestros Gobiernos “medidas”, sanitarias, financieras, sociales, culturales, industriales. Como si los Gobiernos de nuestros Estados no fueran tan indigentes como los Estados mismos.

El gran avance, al parecer, es plantear el dilema entre una política internacional “multilateral” y una política internacional unilateral, una discusión vieja. Pero todavía tenemos que aguantar a un líder con aires de perdonavidas amenazando con eso de America first y proponiendo una política internacional excluyente y agresiva. ¡Regateando fondos y construyendo muros! ¡Qué tosquedad! O contemplar estupefactos a todo un país serio decidiendo en un referéndum polucionado por los medios que lo mejor es aislarse, caminar solo, abandonar una unión de Estados que es, por muchos traspiés y desvergüenzas que exhiba, el único proyecto viable de salir de la situación de marasmo en que vemos ahora con toda claridad que estábamos.

Porque no, no hemos sido capaces de pensar instituciones supranacionales con un poder normativo decisivo. De hecho, seguimos boicoteando su posibilidad desde nuestros intereses más miserables; por ejemplo, los electorales. Alimentando una y otra vez ese desajuste severo entre los procedimientos democráticos, que se resisten a abandonar las fronteras nacionales, y los problemas con los que se va a enfrentar la especie humana, que ya se las han saltado hace unos cuantos años con tanta facilidad como ahora lo ha hecho el coronavirus. Y lo primero que se nos ocurre cuando de pronto nos vemos ante problemas así, no es hacer algo para romper esa inercia localista, sino empezar a sugerir teorías conspiratorias para transferir la responsabilidad a los demás y persistir en ella: los chinos, la Organización Mundial de la Salud o el Gobierno de turno.

Empiezan a cundir las afirmaciones de ese tipo sin que nadie se pare a pensar que las explicaciones conspiratorias tienen siempre una dimensión que, precisamente ahora, las hace aún más dañinas. Como herederas de la idea ancestral del maligno, tienden a excluir la confianza, fomentar la suspicacia y promocionar actitudes de animadversión. Lo contrario de lo que ahora necesitamos. Porque si perdemos la dimensión de confianza que toda convivencia exige aparecerán las pugnas y discordias estériles; véase, si no, nuestra inmunda política nacional. La sospecha y el rencor hacen imposible que viremos nuestras actitudes hacia esa cooperación intensa que necesitamos cada vez más, dentro también, pero sobre todo fuera de casa. Si empieza a generalizarse la paranoia de la conspiración, esa pauta de recelo que nos lleva a ver todo lo que hacen los demás como un designio malévolo para engañarnos o hacernos daño, los resultados para todos como especie pueden ser catastróficos. ¿Seremos capaces de evitarlo? Deploro decir que los indicios son poco alentadores.

En 1784, reflexionaba así Immanuel Kant, una de las mentes más poderosas de la historia: “No puede uno librarse de cierta indignación al observar la actuación de la humanidad en el escenario del gran teatro del mundo; haciendo balance del conjunto se diría que todo se ha visto urdido por una locura y una vanidad infantiles e incluso, con frecuencia, por una maldad y un afán destructivo asimismo pueriles; de suerte que, a fin de cuentas, no sabe uno qué idea hacerse sobre tan engreída especie”. Desde entonces a hoy, la humanidad se ha embarcado en multitud de matanzas, locales y generales, prácticas destructivas de su medio vital y locuras infantiles de todo tipo. Y sigue tan engreída. Como nosotros seguimos sin poder librarnos de aquella indignación. Pero ahora están llamando a su puerta avisos que la ponen en cuestión como especie y hacen dudar de su supervivencia misma. ¿Qué le cabe esperar?

Publicado en El País. Mayo 2020
  Ahora continuamos con el resto de los artículos y/o temas recomendaddos.

1) Filosofía de Kant
Siguiendo los estudios de mi hija que está en bachillerato me encontré con unos videos breves y simples para personas como yo sin formación previa en filosofía. Elegí a Inmanuel Kant ya que siempre despertó en mí la atención y curiosisdad por saber porque fué tan innovador en el terreno de la filosofía. Sobre este filósofo hay varios videos divididos en distintas clases. El que hoy os adjunto es corto y solo es una introducción o presentación de su filosofía. Si os gusta iremos avanzando en próximas entregas en el pensamiento de este gran filósofo.

https://youtu.be/mqZl13McpTI



2) Video con una mirada de Iñaki Gabilondo sobre la actualidad de esta semana. Es aconsejable verlo y reflexionar de cómo se está actuando en estos días. Pincha enlace siguiente.

https://youtu.be/W2ZaYB4xNPA


3) Libro recomendado: Los ángeles que llevamos dentro (de Steven Pinker)

En esta obra, Pinker expone sus investigaciones sobre la violencia, que le han llevado a concluir que, pese a las guerras y otros conflictos actuales, vivimos en una época en la que la violencia ha disminuido enormemente respecto de tiempos pasados.
La violencia es un fenómeno que se ha desarrollado durante milenios y, para Pinker, su declive tiene unas profundas implicaciones. Disfrutamos la paz de la que gozamos ahora porque las generaciones pasadas vivieron atenazadas por la violencia y procuraron ponerle límites, y también nosotros debemos trabajar para acabar con ella en nuestra época. No hay que pecar de optimismo, pero ahora sabemos que esto es algo que podemos alcanzar.
Para Pinker, esto abre una nueva perspectiva a las ciencias cognitivas y a nuestra idea del hombre. Y es que el hecho de que la violencia haya disminuido a lo largo de los siglos quiere decir que algo habremos hecho bien. Y sería estupendo saber, con toda exactitud, qué es.





4) Series de televisión
En Netflix  una serie documental con el título Genius of the Modern World. Es muy entretenida, bien documentada y didáctica en el mejor sentido de la palabra.
Es una producción de la BBC  presentada por la historiadora Bettany Hughes. Se ocupa de tres individuos que revolucionaron la historia del pensamiento.  Son Karl Marx, Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud. La cámara sigue sus itinerarios vitales, marcados por el exilio, y especialistas en su obra nos traducen su monumental pensamiento. 

5) Cine


LA VIDA DE LOS OTROS (Alemania, 2006) Florian Henckel von Donnersmarck

https://ok.ru/video/506132957830

6) Artículo recomendado

La vejez estaba ahí

Pilar  Escario. Socióloga.

La distancia que separa a la sociedad actual de sus mayores no es solamente física sino moral

Estamos ante un hecho que los analistas definen como histórico al que tenemos que enfrentarnos y del que debemos aprender. El primer aprendizaje sería el de mostrarnos que la vejez estaba ahí, ha irrumpido en nuestras vidas y nos enfrenta a un reto nuevo: el desapego hacia los mayores que se exhibe no solo como falta de afecto sino como una injusticia hacia una generación, que en otros tiempos inspiraba respeto y veneración. Y se hablaba en términos muy diferentes de los actuales.



¿Cómo se hablaba de la vejez y cómo hablamos ahora? Si nos referimos al repertorio de definiciones asociadas al término vejez, hemos de remitirnos a la etimología de origen latino. Según Cicerón, con la expresión senectud, los romanos se referían a quienes rebasaban los 60 años como ejemplo de prudencia y sabiduría, particularmente en la vida intelectual romana. No sentir temor a la vejez era signo de juicio. Y se refiere a las cosas importantes, como la muerte, con la autoridad de su oratoria tranquila, sosegada y, además, elegante. También Séneca elogia las ventajas de la vejez por ser precisamente la última etapa de la vida y anima a exprimirla hasta la última gota. La vejez es como la fruta madura, que concentra todo su sabor cuando acaba la cosecha, como una metáfora de la muerte.


Con el tiempo, las vivencias y el lenguaje sobre la vejez se han ido asociando al deterioro físico. En la literatura ha ido apareciendo cada vez más una terminología que utiliza calificativos como pérdida, decrepitud, sequedad y debilidad, inspiradoras del rechazo al envejecimiento. En el diccionario de María Moliner de 1967 aparecían, asociados a la vejez, términos como achacoso, agotado, ajado, anciano, caduco, chocho, decrépito. El diccionario de la Real Academia Española de 2001 propone junto a la vejez expresiones como senil, senectud, achaques y manías. Más recientemente, por exigencias de un mayor respeto lingüístico, se utiliza una semántica suavizadora como mayores, o tercera edad, términos más neutros recomendados por el Plan de Acción Internacional sobre el Envejecimiento.

El lenguaje es expresivo de las actitudes sociales. Así lo explicaba hace décadas Simone de Beauvoir en su libro sobre el envejecimiento, en el que sostiene que, al llegar la vejez, las personas pierden el estatus y las capacidades que tenían en la juventud y la vida adulta. Se disuelve su identidad individual al integrarse en una colectividad. Decía De Beauvoir que, en nuestras sociedades, cuando el ser humano envejece se convierte en un estorbo social, no sirve para nada porque no es moneda de cambio, no produce ni se reproduce. Es una minoría ignorada, una carga para la sociedad.
La actualidad, marcada por la pandemia, nos enfrenta con el abandono de los mayores separados de sus familias, aparcados en las residencias donde mueren cada día, retratando lo expuesto por De Beauvoir. Las familias confinan a sus mayores en estos alojamientos, donde la soledad y el abandono son los compañeros del miedo a la muerte. El aislamiento produce un sentimiento de desesperanza y malestar cuando a esa falta de comunicación se añade la del apoyo afectivo, lo que unido a la imposibilidad de tomar decisiones sobre su vida redunda en ese sentimiento de inutilidad y estorbo social. No es una opción deseada, y se vive señalada como una diferencia frente a los que viven en comunidad o en familia.


Los temores a la muerte son parte indisociable del envejecimiento. La vejez y la muerte cabalgan juntos, nos dice Minois, y forman parte de la nostalgia de la juventud o de la ansiedad por la cercanía al final de la vida. Son motivo de tristeza y desesperanza. Y no se entiende que en vez de vivirlo como un triunfo ante la muerte se viva como un fracaso ante la vida. Sabemos que ser viejo no es lo mismo que sentirse viejo, pero no es así para las personas en su confinamiento. No solo son viejos y viejas, sino que se sienten viejos.
La vejez convierte a las personas en seres vulnerables. El término actual “distancia social” obliga a separarse físicamente a los transeúntes. Pero la distancia que separa a la sociedad de sus mayores no es solamente física sino moral. Y nos enseña que las personas están aprendiendo a ser más viejos en una sociedad aun no preparada para ello.
Cuando acabe esta crisis, nos dicen, habrá un antes y un después, pero la vejez seguirá no solo existiendo sino aumentando: los estudios demográficos nos muestran que los octogenarios representan el 6,1% de la población europea y seguirán ganando en peso. Es más, los centenarios empezarán a hacerse notar.
La vejez nos tocará a todos y esta pandemia debería servirnos de aprendizaje. Para valorar la vejez y dedicar más esfuerzos a protegerla y cuidarla. Para apreciar que mucho de lo que tenemos se lo debemos a los que hoy son ancianos; a su trabajo, sus esfuerzos y su inteligencia. Recordemos a Rita Levi-Montalcini, que vivió 103 años, cuando decía: “Mi cuerpo se arruga, pero no mi mente”.

Publicado en El País

7) Arte


https://www.diariosur.es/culturas/escuela-espiritu-critico-20200512100832-nt.html


8) Ciencia


Se sigue avanzando en  el conocimiento del SARS-CoV-2. El en artículo compartido desde 

Genética News podemos entender parte de este proceso.

https://genotipia.com/genetica_medica_news/diversidad-genetica-del-coronavirus/

Diversidad genética del coronavirus SARS-CoV-2

Amparo Tolosa, Genotipia



genética coronavirus
Particulas de coronavirus SARS-CoV-2. Imagen: NIAID, NIH.

Investigadores del University College of London han publicado esta semana una imagen detallada de la diversidad del genoma del coronavirus SARS-CoV-2 que será de utilidad para el desarrollo de fármacos y vacunas frente a la enfermedad COVID-19, causada por el virus.
El equipo ha analizado los genomas del coronavirus obtenidos de más de 7500 personas con COVID-19, distribuidas por todo el planeta y han obtenido información relevante sobre cómo se ha dispersado el virus y qué puntos débiles de su genoma podrían ser aprovechados para hacerle frente.

La historia del coronavirus SARS-CoV-2

El nuevo coronavirus muta. Todos los virus lo hacen. Con el tiempo su genoma adquiere mutaciones que pueden mantenerse y propagarse durante su ciclo reproductivo. El análisis de estas mutaciones, cuándo ocurren y dónde se producen, puede proporcionar información sobre su evolución y o regiones más variables.
A partir de las variaciones y cambios producidos a lo largo del tiempo en el genoma del coronavirus, los investigadores han podido reconstruir hacia atrás su historia y poner fecha a su origen. El equipo  estima que la pandemia de COVID-19 se inició en algún momento entre el 6 de octubre de 2019 y el 11 de diciembre, momento en el que calculan que se produjo el salto a humanos desde otra especie.
Además, los investigadores han calculado que se produjeron múltiples introducciones del virus en las diferentes regiones geográficas. En algunos casos, la diversidad del virus dentro del país casi tan elevada como la mundial. Esto implica que no hubo un paciente cero sino múltiples eventos de transmisión local.

Mutaciones recurrentes

Los investigadores han detectado 198 posiciones en el genoma del coronavirus que han sufrido mutaciones recurrentes y han sido detectadas en diferentes pacientes. La mayor parte de estas mutaciones (cerca del 80%) implican cambios de aminoácido en la proteína codificada lo que el equipo interpreta como una posible adaptación en marcha del virus a su hospedador humano. Esta cuestión, señalan, deberá ser investigada en estudios más detallados que evalúen cuál es el efecto de los cambios.
Además, las mutaciones encontradas no se localizan de forma aleatoria en el genoma, sino que están en regiones concretas. Esto significa que hay zonas del genoma más variables que otras, lo que puede ser utilizado para desarrollar pruebas de diagnóstico, dirigidas a regiones conservadas, así como vacunas u otras estrategias terapéuticas para contraatacar al virus. “Un reto principal para derrotar virus es que una vacuna o fármaco podría no ser efectivo si el virus muta”, destaca François Balloux, profesor en el Instituto de Genética del University College London y uno de los directores del trabajo. “Si centramos nuestros esfuerzos en partes del virus que es menos probable que muten tenemos una mejor oportunidad para desarrollar fármacos que serán efectivos a largo plazo. Necesitamos desarrollar fármacos y vacunas que no sean fácilmente evadidos por el virus”.

Mejor preparados que nunca

Los avances tecnológicos realizados en los últimos años, hacen que la capacidad humana de respuesta a una pandemia como la de COVID-19 sea la mejor que haya existido hasta la fecha.  El análisis epidemiológico y la investigación genómica del virus han acelerado el conocimiento sobre el virus y han proporcionado importantes herramientas para hacerle frente.
Los autores del trabajo reconocen el trabajo de los cientos de investigadores que han depositado secuencias de genomas del coronavirus SARS-CoV-2 en repositorios públicos que permiten analizar en tiempo real la proliferación del virus, como NextStrain y CoV-GLUE. Los datos y resultados del estudio en relación a la diversidad del virus están disponibles también de forma pública en una plataforma online interactiva desarrollada a tal efecto por el equipo.
“Ser capaces de analizar un número tan extraordinario de genomas víricos en los primeros meses de la pandemia podría ser inestimable para los esfuerzos en desarrollar fármacos y muestra cómo de lejos ha llegado la investigación genómica en la última década”, señala Lucy van Dorp, investigadora del Instituto de Genética del University College London y una de las primeras firmantes del trabajo. “Todos nos estamos beneficiando de un esfuerzo increíble por parte de cientos de investigadores que globalmente han estado secuenciando los genomas del virus y haciéndolos accesibles online”.
Referencia: van Dorp L, et al. Emergence of genomic diversity and recurrent mutations in SARS-CoV-2. Infection, Genetics and Evolution. 2020. Doi: https://doi.org/10.1016/j.meegid.2020.104351
Fuente: Mutations in SARS-CoV-2 offer insights into virus evolution. https://www.ucl.ac.uk/news/2020/may/mutations-sars-cov-2-offer-insights-virus-evolution

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