El tiempo y la vida...

Reflexiones en solitario
Carlos Bustamante

El  tiempo y la vida

Estoy hoy sentado en mi casa en una ciudad de la Tierra y mi cabeza discurre independiente y sin control.
Confluyen conocimientos con recuerdos y se disparan los sentimientos.
 Tomo conciencia de saberes previos al reflexionar sobre este hábitat en el que estoy. Sé que este planeta se mueve alrededor del Sol y que el Sol gira en torno al centro de la Vía Láctea, la Vía Láctea se desplaza entre el Grupo Local y éste a su vez por el espacio hacia un ente gravitatorio enorme que los astrofísicos denominan el Gran Atractor. Este conjunto de movimientos nos obligan a viajar por el Universo a velocidades vertiginosas. Nuestra Tierra se desplaza por el espacio a una velocidad de más de 107.000 km por hora.
La traslación es el movimiento alrededor del Sol y se realiza en  365 días, 6 horas, 9 minutos y 9,7633 segundos. Es lo que los humanos llamamos un año.
No hay nada fijo en el universo. Todo está en movimiento. Todas estas medidas relativas son las que calculamos los terráqueos desde esta pequeña y apartada zona del espacio.
Mi comprensión no alcanza a dilucidar lo que es el tiempo pero las personas para referirnos a los hechos de nuestra existencia lo medimos en relación a los desplazamientos de nuestro hábitat, la Tierra. La vida de un individuo humano en tiempo es actualmente de 70 a 90 años, es decir 70 a 90 vueltas alrededor de nuestra estrella más cercana.


Durante esos movimientos repetidos de traslación alrededor del Sol transcurre nuestra vida y vamos sufriendo cambios físicos y moleculares en nuestras estructuras corporales.  Con el paso del tiempo estas estructuras pierden o deterioran su función hasta finalmente detenerse y volver al ciclo inicial del nitrógeno originario.
Pero en esos periodos que denominamos años transcurren para un individuo en concreto muchas cosas que se expresan más en una parte de su cuerpo,el sistema nervioso central y fundamentalmente en el cerebro.
Allí se originan, se gestionan y se perciben multitud de sensaciones, sentimientos, deseos, sufrimientos y alegrías entre otras innumerables acciones neuronales que se traducen a su vez en vivencias y que posteriormente analizamos para encontrarle sentido a la existencia.

Me levanto de la silla en la que estaba sentado y me dirijo a la ventana. Gracias a la actividad de los sentidos observo un atardecer bellísimo de primavera y sin planteármelo, de forma inconsciente, activo la función de la memoria, de los recuerdos…
Recorro en apenas unos minutos de este tiempo relativo, escenas de la niñez, de la adolescencia, de la juventud y de esa otra etapa que hemos creado entre todos donde se nos señala la autonomía y la responsabilidad para seguir adelante y alcanzar los objetivos que los humanos deseamos y aspiramos. Entre estos tenemos la paz, la seguridad económica, las buenas relaciones familiares y la protección personal y de grupo generalmente construida junto al resto de los individuos. 

Siguiendo también el mandato genético de la reproducción y de la supervivencia transitamos ese periodo y nuestro sistema orgánico nos facilita la búsqueda de las personas que nos acompañarán en este viaje. Nos enamoramos, nos hacemos promesas, creamos lazos afectivos y enfrentamos habitualmente de forma unida y solidaria los embates de la existencia. En fin, recorremos el espacio-tiempo a caballo de este planeta rocoso en movimiento que nos pasea por una parte del universo.

Desde la ventana veo a unos vecinos llegar a su casa. Es una familia como la que yo tuve hace cincuenta años. Es decir en las cincuenta órbitas de traslación de la Tierra anteriores a la que ahora me encuentro.
Trato de recordar qué hacía y dónde estaba yo entonces.

Tenía por aquella época veinte años. Mi entorno social estaba cambiando, se respiraba ansias de libertad y una expectativa grande de mejoras y cambios para uno mismo, para nuestro grupo familiar y para la sociedad. Quizá es posible también que alguien de una edad similar a la que yo tengo actualmente viera entonces las cosas de forma diferente.
Me sentía por aquellos años seguro de sí, con fuerzas y valores para construir junto a mis seres queridos una vida feliz y segura.
Entonces desconocía todos los hechos que más tarde viviría, los errores que cometería y las frustraciones derivadas de esos errores. Todo ello en ocasiones me produjeron arrepentimientos por mi proceder lo que me llevaría a modificar muchas de las ilusiones o proyectos soñados.
Aún así irrumpen en mi memoria con intensidad, hermosos momentos vividos y sólidos vínculos también con las personas que me acompañaban en ese viaje de aquel tiempo pasado.También recuerdo que la sensación final tras la autocrítica de mis acciones era, que podría con todo. Superaría errores y fracasos ya que la vida me esperaba con los brazos abiertos para que la transitase. Supongo que eso es la juventud.
Tras estos cincuenta viajes alrededor del Sol realizados desde aquellos tiempos, veo que las cosas no salieron siempre  como yo deseaba. De todos modos tras hacer un balance vital rápido me siento afortunado y privilegiado por los momentos que viví, por las cosas que aprendí y sobre todo por las personas que conocí.

El viaje sideral desgasta y nuestro cuerpo sufre las consecuencias. Siempre es así.

Me retiro de la ventana y vuelvo a sentarme en mi sillón. Estoy solo. La función cerebral de la memoria se activa aunque cada vez con más dificultad y viajo otra vez en el tiempo. Atravieso momentos tristes y otros felices que a través de los neurotransmisores me dan sensaciones de pesadumbre o de alegría.
Lo que más me desespera como humano y sé que es imposible de cambiar, es el hecho de no poder rectificar actitudes y errores sobre todo con personas que ya no están o que ya no tienen relaciones de interdependencias afectivas conmigo.

El tiempo y su relatividad. Los cambios bio moleculares de la materia durante esos viajes por estas zonas de la galaxia solo me dejan la certeza de la semejanza entre los personas y la condena a repetir cíclicamente muchas de las conductas humanas hasta un nuevo y a la vez repetitivo final. Me digo a mí mismo que  quizá hubiese sido menos doloroso no ser consciente de ello.
En ese instante vuelvo a mirar por la ventana y desecho el pesimismo del pensamiento al ver que en esa tarde preciosa de primavera se detienen dos coches frente a casa y salen de ellos, mi mujer, mis hijos y dos de mis amigos entrañables. Vienen hablando entre ellos con alegría y al parecer traen unos libros que les pedí y unos discos antiguos que escucharemos juntos.
Con el placer en puertas me olvidé de la traslación de la Tierra y del deterioro corporal y vaya simpleza, me sentí feliz.

Carlos Bustamante

Nota: Aquella tarde con mis amigos mientras tomábamos un café escuchamos canciones de variados estilos y gustos y disfrutamos de ese momento. A continuación os pongo el enlace de la playlist que hice con esas canciones para compartirla con vosotros. Olvídate de hacer otras cosas; deja un tiempo para ti, escucha, piensa, déjate transportar en el espacio ...mientras suenan estas piezas musicales.

https://open.spotify.com/playlist/69csXRLvcjntPbzWBC3S52?si=xm7Xn3c1T6eGS8CLp08T5g




Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares