La limpieza. Comentarios de I. Alonso Tinoco


Nuestro  amigo y colaborador I. Alonso Tinoco nos envía unas disquisiciones sobre la limpieza desde una visión de género.

EL PACTO

Todos estamos de acuerdo en que algo está sucio cuando está muy sucio. También hay acuerdo unánime en que algo está limpio cuando está limpísimo. Pero ahí se acaba el acuerdo. Excepto en los extremos mas exagerados, el criterio de “limpio” o “sucio” es bastante personal, discutible y discutido. Creo que habría consenso en que, por lo común, las mujeres son (no solo están) mas limpias que la mayoría de los hombres. Y es curioso porque los hombres que aceptarían esta afirmación, no se consideran a sí mismos “sucios”. Opinan que ellas son “demasiado” limpias, que se pasan, que no es necesario tanto... Es decir: los dinteles mínimos de limpieza en hombres y mujeres parecen claramente diferentes. Y no solo cuantitativamente distintos sino también cualitativamente.

El concepto femenino de limpieza está cargado de estética y de higiene. Según este modo de mirar, “lo sucio” es lo que se ve en lugar de verse el objeto. La suciedad “absorbe” la mirada y el protagonismo. Esto enmascara los encantos del objeto, lo tapa, lo afea. Es estéticamente molesto, por lo que se hace necesario limpiarlo para disfrutar del objeto en todo su esplendor.
El otro componente es el higiénico. Se percibe la suciedad como potencialmente amenazante, prácticamente, antesala de la enfermedad de la que hay que defenderse casi agresivamente. La publicidad lo sabe bien y explota el asunto con verdadero terrorismo psicológico.



A mí me parece que la suciedad es vista por los ojos masculinos con otra óptica: para ellos lo sucio es un problema cuando interfiere con la función. Si no, se ignora; en realidad, no se ve. La suciedad es percibida cuando estorba o molesta en el manejo práctico del objeto. Y para que esto ocurra, el grado de suciedad tiene que ser notablemente mayor: por eso el distinto nivel de tolerancia en hombres y en mujeres.
A los ojos de ellas, los hombres son un tanto “abandonados” (versión caritativa) o simplemente guarros (versión “ya estoy muy harta”). Para ellos, la cosa se ve un tanto maniática (en versión “allá tú si te gusta limpiar”) o francamente histérica, cuando el frenesí limpiador repercute sobre terceros...
La cosa tiene mal arreglo. Entregarse completamente al punto de vista contrario es imposible: se puede fingir un poquito, dar la razón, hacer como que sí o como que no...pero cada uno/a ve el mundo desde sus ojos y no puede ser de otro modo. La convivencia exige una solución pactada: ella aceptará que todo esté un poco “atrasado” y él intentará colaborar un pelín mas en la limpieza,”aunque no haga falta”. Se podría llamar pacto a media mierda; reconozco que el nombre no es muy elegante pero la esencia del asunto está clara: las partes contratantes reconocen que vivir para limpiar es un sinvivir pero que vivir sin limpiar es malvivir.
Eso o el divorcio, que sale por una pasta.

I.Alonso Tinoco

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