Envejecimiento, otra mirada. Divulgación
Otra mirada sobre el proceso del envejecimiento
No sólo es genética: las desigualdades y la falta de libertades políticas aceleran el envejecimiento
Un estudio global identifica factores sociopolíticos que agravan la brecha entre la edad biológica y la real
El estudio constata que en los países con menos libertades, menos políticas inclusivas y más polución las personas envejecen antes
Mayte Rius. La Vanguardia
Envejecer más rápido o más lento no solo es cuestión de genética ni de cuidarse. Las disparidades en el deterioro físico y mental también vienen marcadas por el lugar donde se vive: desde el aire que se respira hasta los políticos que gobiernan, pasando por las desigualdades económicas o de género de esa sociedad. Ese es uno de los principales hallazgos de un ambicioso estudio publicado en Nature Medicine que analiza datos de más de 161.000 personas en 40 países e identifica los factores físicos, sociales y políticos que inciden en el proceso de envejecimiento.
Los investigadores han calculado el grado de envejecimiento bioconductual de esas personas a través de la brecha entre su edad cronológica (los años que tiene) y su edad biológica estimada. La estimación la hacen tomando en consideración los factores de protección y de riesgo para un envejecimiento saludable que presenta cada individuo: desde sus habilidades cognitivas y funcionales para la vida diaria hasta los años de escolarización, la actividad física que realiza, si hay o no sobrepeso, diabetes, hipertensión o consumo alcohol, por citar algunos.
El envejecimiento acelerado es mayor en países como Egipto y Sudáfrica y en América Latina
Y lo que vieron es que las personas que experimentaban un envejecimiento acelerado (su edad bioconductual era superior a la cronológica) tenían ocho veces más probabilidades de tener dificultades para realizar las tareas diarias y cuatro veces más probabilidades de padecer deterioro cognitivo que las que tenían el envejecimiento más retrasado.
También compararon los resultados de esa brecha entre la edad real y la bioconductual (que denominan BBAG) por zonas. Como resultado, detectaron que el envejecimiento acelerado era más pronunciado en países de ingresos bajos, como Egipto y Sudáfrica, seguidos de los países de Asia y América Latina, mientras que los países europeos mostraban las tasas más altas de envejecimiento saludable.
Los predictores de un deterioro más rápido
Y cuando analizaron lo que denominan las influencias exposomales (todos los factores externos, no genéticos, que afectan al envejecimiento) identificaron varios predictores de ese envejecimiento acelerado. Son factores físicos, como la calidad del aire; sociales, como la desigualdad económica o de género; pero también políticos, como la baja calidad democrática, la escasa representación política o la falta de elecciones libres o de sufragio universal.
“Hemos visto que el envejecimiento saludable no solo depende de lo individual, de tu genética o del estilo de vida que llevas, sino que también hay factores de riesgo y de protección colectivos: los países que tienen menos igualdad, peor calidad del aire y contextos políticos adversos están envejeciendo aceleradamente”, explica a La Vanguardia Sandra Baez, profesora de la Universidad de los Andes y autora de la investigación junto a Agustín Ibañez, con quien trabaja en el Instituto de Salud Cerebral Global, del Trinity College Dublin.
Y cree que ese envejecimiento acelerado tiene que ver “con el estrés crónico que representa estar viviendo en esas condiciones sociopolíticas, un estrés que dispara los mecanismos relacionados con la inflamación”.
Es labor de las políticas públicas procurar entornos con menos polución y menos inequidades que ayuden a retrasar el deterioro por la edad
Por ello, dice Baez, investigadora del Trinity College Dublin, que no basta con que las personas adopten medidas individuales para envejecer bien, “sino que es labor de los gobiernos, a través de las políticas públicas, procurar entornos más saludables, con menos polución y menos inequidades” que ayuden a retrasar el deterioro por la edad.
En este sentido, el análisis comparativo que han realizado de las brechas entre la edad real y la bioconductual también revela que a hay factores de riesgo y de protección frente al envejecimiento muy potentes. “A nivel individual, pesa mucho tener pérdidas auditivas o visuales, hipertensión, colesterol alto, diabetes u obesidad, mientras que la actividad física regular, mantener las habilidades funcionales y un buen nivel educativo son factores de protección muy potentes”, resume la investigadora.
Y subraya que todo eso es tratable y puede abordarse a título individual, tomando conciencia para adaptar el estilo de vida, “pero también desde las políticas públicas, facilitando el acceso a la salud para que las personas tengan tratamientos, creando más espacios verdes donde poder hacer ejercicio u ofreciendo educación gratuita de calidad”.
Factores que marcan la diferencia
El estudio identifica una lista de factores clave en el envejecimiento
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Los protectores: Educación, actividad física regular, buen estado funcional, bienestar subjetivo (satisfacción con la vida, emociones positivas...)
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Los de riesgo: Hipertensión, enfermedades cardíacas, obesidad, pérdida auditiva, problemas de sueño, pobreza o bajo estatus socioeconómico.
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Los del exposoma: Son factores macroestructurales, que van más allá del individuo, y de diferente tipo:
-- Físicos: contaminación del aire.
-- Sociales: migración forzada, desigualdad económica estructural, desigualdad de género.
-- Políticos: Baja calidad democrática, escasa representación política, falta de elecciones libres, sufragio limitado.
Porque tanto Baez como Ibañez consideran que, con una tendencia al alza de las demencias y del envejecimiento acelerado, es crucial para la salud pública global reducir los riesgos que son modificables por la vía de fortalecer los factores protectores y de abordar las desigualdades, muy especialmente en los países con ingresos más bajos y condiciones políticas más adversas, que es donde la gente envejece más rápido y, por tanto, tiene más riesgo de deterioro cognitivo, discapacidad física y menor calidad de vida.
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