Rincón literario: Elsa Bueno Gaona e Ida Vitale

 


INVENTOS

 

Me he inventado un montón de lugares en los que he estado contigo,  ciudades nuevas a las que dimos nombre subidos a la electricidad de sus cables, a nuestras caderas, haciéndonos saltar por los aires. 

Me he inventado que fuimos otros, sin pasado, sin tristezas, distintos; que corazón y cabeza se comieron la boca cuando nos vieron juntos; un final del verano con tu pelo anudado al mío, teniéndote en cada espacio desnudándote cuerpo, labios, cada latido. Hasta me inventé un viaje, un camino y tú conmigo, cruzándonos el destino de parte a parte; del infierno al paraíso…

 

(ebg) 


 

 


 

YO

 

No es a mi a quién extrañas, ni es mi nombre el que se esconde en tu boca de plata; ni son mis brazos ni mis piernas por los que doliente suspiras tener enredados a tu cintura y espalda.

No son mis ojos los que ves a través de tu pelo y pestañas, no soy la que buscas sabiéndote perdido y tarde, ni soy a quién quieres tuya a golpe de rimas prestadas; no es mi pecho donde deseas tener casa, ni mi silueta la que dibujas sin querer en el aire; no es mío el cuello donde tus labios alguna vez descansan, ni es mi piel de quién tus manos tienen hambre.

No, no es a mi a quién grita tu voz ahogada. 

 

Y cuesta y siento… ser yo… Nadie.

 

(ebg)



                                                             ***


Ida Vitale. Poesía. Una obra con belleza y valores


La poeta uruguaya Ida Vitale presentó hace unos días su nuevo libro "Tiempo sin claves", un poemario en el que no faltan los versos inspirados en viajes, lecturas, plantas y animales, ni el dolor por la ausencia de su segundo esposo, Enrique Fierro, fallecido en 2016.

 

Esta poeta con 98 años sigue ofreciéndonos una obra llena de vida, principios éticos y belleza.




 

 

Ida Vitale nació en Montevideo en 1923. Allí estudió Humanidades y tuvo como maestro a José Bergamín. Juan Ramón Jiménez la incluyó en una presentación de jóvenes poetas en Buenos Aires. Profesora de literatura hasta 1973, la dictadura la forzó, como a otros intelectuales, al exilio. Vivió en México de 1974 a 1984 y, desde 1989, en Austin (Texas), desde donde viaja regularmente a su país. Vitale publicó su primer libro, La luz de esta memoria, en 1949. Le siguieron Palabra dada (1953), Cada uno en su noche (1960), Oidor andante (1972), Jardín de sílice (1980), Parvo reino (1984), Sueños de la constancia (1988) y Procura de lo imposible (1998), publicados en Montevideo, Caracas y México. Además de poeta, es crítica literaria y prestigiosa traductora. En 2018 se le concedió el Premio Cervantes.

 

Algunos poemas de Ida Vitale pero que no pertenecen a su obra recientemente presentada. Os invito a leerlos y a disfrutar de su poesía

 

 

Fortuna

 

Por años, disfrutar del error

y de su enmienda,

haber podido hablar, caminar libre,

no existir mutilada,

no entrar o sí en iglesias,

leer, oír la música querida,

ser en la noche un ser como en el día.

No ser casada en un negocio,

medida en cabras,

sufrir gobierno de parientes

o legal lapidación.

No desfilar ya nunca

y no admitir palabras

que pongan en la sangre

limaduras de hierro.

Descubrir por ti misma

otro ser no previsto

en el puente de la mirada.

Ser humano y mujer, ni más ni menos.

 

Este poema puedes oírlo por voz de su autora en el enlace siguiente

 

https://youtu.be/6cknmYMplHk

 

 

Invierno 

 

Como las gotas en el vidrio,

como las gotas de la lluvia

en una tarde somnolienta,

exactamente iguales,

superficiales,

ávidas todas,

breves,

se hieren y se funden,

tan, tan breves

que no podrían dar cabida al miedo,

que el espanto no debiera hacer huella

en nosotros.

Después, ya muertos, rodaremos,

redondos y olvidados.

 

Residua 

 

Corta la vida o larga, todo

lo que vivimos se reduce

a un gris residuo en la memoria.

De los antiguos viajes quedan

las enigmáticas monedas

que pretenden valores falsos.

De la memoria sólo sube

un vago polvo y un perfume.

¿Acaso sea la poesía?

Penitencia

¿Mirar atrás será pasar

a ser de sal precaria estatua,

un perecer petrificado

preso en sí mismo, parte

del roto encanto de un paisaje

cuya música no logro más oír?

¿Debo matar lo que miré,

el mito que minuciosa

pliego y despliego,

grava para mi paso solo?

¿Ciega borrar lugares,

playas, vientos, el tiempo?

Sobre todas las cosas,

anular horas que se han vuelto inútiles

como lluvia que cae

sobre el mar implacable,

como mis propios pasos

si no son penitencia.

 

Exilios

 

Están aquí y allá: de paso,

en ningún lado.

Cada horizonte: donde un ascua atrae.

Podrían ir hacia cualquier fisura.

No hay brújula ni voces.

Cruzan desiertos que el bravo sol

o que la helada queman

y campos infinitos sin el límite

que los vuelve reales,

que los haría de solidez y pasto.

La mirada se acuesta como un perro,

sin siquiera el recurso de mover una cola.

La mirada se acuesta o retrocede,

se pulveriza por el aire

si nadie la devuelve.

No regresa a la sangre ni alcanza

a quien debiera.

Se disuelve, tan solo.

 

 

En el dorso del cielo

 

No es casual 

lo que ocurre por azar: 

un fragmento de nada se protege 

del no ser, se entrecruza 

de signos, impulsos, 

síes y noes, atrasos y adelantos, 

trozos de geometría celeste, 

coordenadas veloces en el tiempo

y algo ocurre. 

Lazos para nosotros pálidos, 

son obvios para lo que no ve más, 

y nosotros la ventana abierta 

desde donde la tela blanca vuela 

cubierta de sueños. 

Pero uno llama azar 

a su imaginación insuficiente.

 

 

La palabra

 

Expectantes palabras,
fabulosas en sí,
promesas de sentidos posibles,
airosas,
aéreas,
aireadas,
ariadnas.

Un breve error
las vuelve ornamentales.
Su indescriptible exactitud
nos borra.

 

 

  

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