Salud y sociedad. Divulgación. Dos artículos
En este apartado de Sinapsis os invito a leer dos interesantes artículos que tienen que ver con la salud y la sociedad. El primero es divulgativo sobre microplásticos y salud y el segundo es un artículo de opinión de Federico Soriguer sobre la salud en USA.
I)
La enigmática huella de los microplásticos en la salud
Los científicos han observado estas diminutas partículas en el intestino, el hígado e, incluso, en el cerebro. Hay indicios de que pueden provocar daños en el ADN
- JESSICA MOUZO
https://lectura.kioskoymas.com/article/281973203602523
El mundo está infestado de plásticos, atiborrado de unos materiales que contienen más de 10.000 sustancias químicas, incluidos carcinógenos y disruptores endocrinos (unos compuestos capaces de emular el efecto de las hormonas del cuerpo y afectar a la salud). Los plásticos están por todas partes, han entrado en la cadena trófica y no hay un lugar libre de ellos: en forma de diminutas partículas —micro o nanoplásticos, según su tamaño—, estos compuestos ya se han identificado, incluso, dentro del hígado, el riñón, el intestino o el cerebro humano. Se presumen nocivos, pero la comunidad científica todavía desconoce el impacto real en la salud de estos minúsculos materiales que pueblan nuestro organismo.
Los expertos tienen indicios, eso sí, de que provocan daños en el ADN de las células y sospechan que pueden espolear numerosas dolencias, desde inflamatorias hasta cardiovasculares. La plaga de plásticos en el planeta tiene cifras: hay 6.000 millones de toneladas esparcidos por el globo; y creciendo. En 2019, se produjeron 353 millones de toneladas de residuos plásticos, y se prevé que esa cifra se triplique hasta superar los 1.000 millones para 2060.
Estos restos no reposan en un cementerio de materiales, aislados del mundo. Estos polímeros se van degradando en fragmentos más pequeños —los microplásticos son trocitos de menos de cinco milímetros— y se diseminan sin freno, por todas partes. Están en los océanos, en el aire, en el suministro de alimentos; y llegan también a los humanos: inhalamos y comemos microplásticos que alcanzan el torrente sanguíneo y se esparcen por nuestras entrañas.
La ciencia se está volcando en intentar entender qué implicaciones tiene eso para la salud. Pero no es fácil, advierte Emma Calikanzaros, epidemióloga ambiental en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal): “Todos los estudios con microplásticos deben interpretarse con cuidado porque hay mucho debate sobre la calidad de los métodos y la fiabilidad de los resultados. El gran reto es la contaminación cruzada: cuando tienes una muestra de un tejido en la que encuentras microplásticos, no está claro si esas partículas vienen del cuerpo humano o de herramientas que se usan en el laboratorio para recolectar las muestras. Hay microplásticos en todas partes, en el aire, también en el laboratorio”. La investigadora pide cautela en la interpretación de todos los datos —también los de algunas investigaciones que se mencionan en este reportaje— y hace una advertencia inicial: “Se ha visto en modelos animales y cultivos celulares toxicidad asociada a microplásticos, pero en salud humana no tenemos evidencia clara. No sabemos cómo afectan a la salud a largo plazo”.
En la misma línea, Ethel Eljarrat, directora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA-CSIC), recuerda que los microplásticos no son un todo homogéneo. “No dejan de ser trocitos de plásticos que están formados, a su vez, por diversos tipos de polímeros a los que se le añaden distintos compuestos químicos, algunos de los cuales son tóxicos para salud. La toxicidad del microplástico vendrá determinada por el tipo de polímero, el tipo de aditivo que lleva asociado y dependerá también de la forma y el tamaño”.
Así, cuanto más pequeño sea —el nanoplástico está por debajo de la micra—, más capacidad tendrá para atravesar membranas celulares y penetrar en todas las capas del organismo. Hace unos meses, una investigación publicada en Nature Medicine alertaba de que las concentraciones de microplásticos halladas en tejido humano eran de siete a 30 veces más altas en muestras cerebrales que las observadas en hígado o riñón. Lo encontrado en el cerebro (unos siete gramos) era algo así como tener el equivalente a “una cuchara de plástico” en la sede del raciocinio, explicaba hace un par de semanas en un editorial de la revista Brain Medicine la investigadora Ma-Li Wong: “La barrera hematoencefálica [una membrana que regula el paso de moléculas del torrente sanguíneo al tejido cerebral], considerada durante mucho tiempo una línea de defensa anatómica sagrada, ha sido cruzada. Ya tenemos polímeros donde ocurre la cognición”.
Hay 6.000 millones de toneladas de este material esparcidas por el planeta
Puede existir conexión entre dieta, contaminación y enfermedades
el artículo en Nature Medicine no solo descubrieron la presencia de microplásticos en el cerebro, sino que encontraron también que los cerebros de personas con demencia tenían muchos más microplásticos que los de aquellas personas sanas, aunque los autores admitían que no sabían si eso era porque la barrera hematoencefálica de los enfermos se había vuelto más porosa y dejaba entrar más compuestos sintéticos.
Eljarrat se muestra cautelosa con las conclusiones que se pueden sacar de este tipo de investigaciones. Y recuerda que las técnicas de detección son heterogéneas, pueden dar información diversa y todavía no están capacitadas para hacer comparaciones entre investigaciones o sobre los órganos donde hay más o menos microplásticos. “Lo que sabemos hasta ahora es que los microplásticos entran en nuestro organismo, pero no sabemos qué efectos nos están produciendo y en qué dosis nos están afectando. En todo caso, no es normal que en nuestro cerebro haya trozos de plástico y, por principio de precaución, no deberíamos dejar que vaya a más”, zanja.
Microbioma alterado
La literatura científica está salpicada ya de casos, hallazgos y vínculos sobre el impacto de los microplásticos en la salud, pero la evidencia, en conjunto, es limitada, admiten todas las voces consultadas. Se han encontrado micropartículas de plástico en diversos tejidos y órganos humanos, como la sangre, los pulmones, la placenta y la leche materna. También en el hígado, los riñones o el intestino. Y se han descubierto asociaciones clave, como la reportada el año pasado en un artículo de la revista New England Journal of Medicine, con cuadros cardiovasculares.
En placas de aterosclerosis (acumulación de grasa) extirpadas quirúrgicamente de las arterias carótidas a unas 300 personas se detectó microplásticos en la mitad y ese depósito de polímeros en las placas se asoció con el desarrollo de enfermedad cardiovascular: las personas con evidencia de microplásticos en sus placas presentaron más riesgo de infarto e ictus.
Otra investigación de científicos del CSIC reveló en 2022 que la ingesta de microplásticos altera el equilibrio del microbioma intestinal, que es ese ecosistema de microorganismos que habita en el aparato digestivo. En concreto, los investigadores descubrieron que la ingesta de microplásticos reduce la diversidad bacteriana y hace que disminuyan las bacterias con efectos positivos para la salud a la vez que incrementa la presencia de otras familias microbianas patógenas.
Un estudio reciente liderado por Eljarrat analizó la presencia de aditivos asociados al plástico en alimentos representativos de la dieta española. Esto puede relacionar la dieta, la contaminación y las enfermedades.
II)
Un gigante con los pies de barro
Federico Soriguer
Médico. Miembro de la Academia Malagueña de Ciencias
https://www.diariosur.es/opinion/gigante-pies-barro-20250607000335-nt.html
EE UU es el país con la democracia moderna más antigua, el más rico y el más poderoso. Es también el segundo país con mayor número de milmillonarios por habitante y con mayor número de premios Nobel. Con este poder y estas riquezas habría que pensar que la esperanza de vida al nacer (EV) en EE UU sería, también, de las más altas del mundo. Pues no es así. En 2022 la EV fue de 77,43 años ocupando la posición número 52 en el ranquin de EV por países (España, por ejemplo, tuvo en ese año una EV de 83,77 años). Es decir, los ciudadanos españoles tienen 6 años más de EV que los ciudadanos norteamericanos. Seis años son muchos años. Esto es más sorprendente si tenemos en cuenta que EE UU es, también, el país líder en el mundo en investigación biomédica y en donde se encuentran algunos de los centros sanitarios mejores y mejor dotados tecnológicamente. ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo es posible que los norteamericanos no sean capaces de resolver lo que es, sin paliativos, una lamentable situación en términos de salud pública? La salud depende de muchas cosas y hasta el mismo concepto de salud no es fácil de definir, pero hay unos cuantos marcadores de salud 'duros' que son como una especie de resumen y conclusiones de todos los demás. Y uno de ellos es la esperanza de vida al nacer.
Desde hace tiempo se sabe que hay una relación entre la riqueza de una comunidad y su esperanza de vida, pero esta relación no es lineal pues a partir de un momento determinado, la riqueza no es el único ni en ocasiones el más importante condicionante, algo que ya fue descrito por Preston hace 50 años. Un estudio publicado en el 'New England Journal of Medicine' el pasado 2 de abril, ha evaluado la mortalidad de 74.000 personas de EE UU y 16 países europeos, seguidos a lo largo de la década de 2010. Los resultados muestran que las tasas de mortalidad en EE. UU comparadas con Europa son más altas en todos los niveles de ingresos. Los ricos de EE UU tienen una esperanza de vida mayor que los pobres americanos pero menor que los ricos europeos e incluso que los pobres europeos, saliendo especialmente favorecidos en este gran estudio los países del sur de Europa.
Los resultados vienen a confirmar lo que ya se conocía: que la salud de los norteamericanos es manifiestamente mejorable. Un aviso para esos navegantes que creen que el dinero lo puede todo. Tal vez les convendría olvidarse del sueño de Marte y volver la mirada hacia la Tierra. Las desigualdades sociales (EE UU ocupa el puesto número 134 de países del mundo en la lista de índice GINI, un marcador social de desigualdad), el estrés, la alimentación insana, el sedentarismo, los riesgos ambientales o las muertes por armas de fuego, son esos determinantes que están en la raíz de la diferencia en la EV entre los EE UU y los países europeos. El estudio demuestra, en fin, que aunque siga siendo válido el refrán de que 'más cornás da el hambre', el 'American Style of Life' es insalubre y que la alta ciencia y la gran tecnología, sin un sistema sanitario público y accesible son incapaces de resolver los problemas sanitario de un país que paradójicamente invierte en sanidad el 15 % del PIB (el doble prácticamente que España) lo que le convierte en uno de los sistemas sanitarios más ineficientes en términos de coste/utilidad.
Lo sorprendente es que los americanos lo saben, pero no son capaces de modifica la situación porque las clases dirigentes y los intereses económicos impiden cualquier reforma. Hoy, cuando se habla de los retos de salud mundial hablamos de 'sindemias', ese conjunto de problemas sanitarios condicionados por la interacción de circunstancias médicas, sociales, políticas y económicas en una población específica en un determinado lugar y tiempo. Y por eso hoy los médicos, la medicina, los responsables sanitarios, no pueden dejar de introducir en los modelos de gestión a los sistemas políticos como agentes de salud o de morbilidad. Y en el caso de EE UU el modelo político es uno de los principales causantes de que la población no tenga la salud que le correspondería por su riqueza. Ya lo dijo hace años con humor el Roto: «Norteamérica será vencida por esa quinta columna compuesta por la obesidad, la diabetes y la hipertensión».
¡Es la política, estúpido! «Nihil novum sub sole», leemos ya en el 'Eclesiastés'. Lo vio claramente el gran Rudolf Virchow en su particular guerra contra Bismarck cuando en el siglo XIX dejó escrito aquello de que «La medicina es una ciencia social y la política no es más que medicina en una escala más amplia». El ejemplo de EEUU es muy importante pues hay en Europa y en España nostálgicos del modelo americano que, poco a poco, bajo el falso y engañoso discurso neo-libertario están minando los servicios públicos cuyos huecos van siendo ocupados por la no siempre virtuosa mano invisible del señor Smith. Porque no deja de ser un sarcasmo que el mismo país y la misma clase dirigente que quiere 'Make Great American Again', no sea capaz de conseguir que sus ciudadanos, ni siquiera los ricos, vivan al menos tanto como los pobres europeos.
Comentarios
Publicar un comentario