Occidente hacia la irrelevancia. Zigor Aldama

 Aunque no comparto en muchos aspectos y tonos la visión de este analista sobre la situación internacional, me ha parecido interesante sus opiniones por lo que comparto el artículo con vosotros. En realidad no es que no esté de acuerdo en  el análisis de la actualidad mundial y los riesgos de una guerra, sino que me parece intuir (y quizás me equivoque), que a través de su opinión escrita él cree inevitable una confrontación mundial. Yo pienso que existen muchos riesgos pero también esperanzas en que todavía podamos evitar semejante locura. Los "puñetazos en la mesa" siempre traen destrucción y sufrimientos. Para evitar una nueva guerra mundial necesitaremos inteligentes y sensatos políticos en el entorno internacional que actúen en ese sentido. JHP


Occidente cada vez pinta menos, pero algunos no quieren verlo


Zigor Aldama (El mundo explicado. Diario Sur) *




«Todo el mundo está esperando a que caigas», canta la banda de rock italiana Måneskin en su éxito ‘Gasoline’. Como han explicado sus propios integrantes, es una letra escrita pensando en Vladímir Putin, del que se preguntan cómo puede dormir por la noche, «con todas esas vidas en tus manos, de pie solo en esa colina». Se equivocan: aunque en Occidente a menudo se crea que es así, Putin no está solo.

Al contrario, si tenemos en cuenta la población de los países que le brindan su apoyo, de forma explícita o implícita -incluidos los dos gigantes demográficos, China e India-, lo cierto es que Putin puede contar con más apoyo que rechazo a nivel global. Y eso explica, en gran medida, que las sanciones occidentales hayan tenido poco impacto en su economía tras la invasión de Ucrania, cuyo desenlace en la actualidad no es particularmente favorable a los intereses de la OTAN.

Sucede que el mundo ya no gira en torno a la esfera occidental, aunque muchos continúen creyendo que sí. Nuestro peso específico cae en todos los campos: desde el demográfico, hasta el militar, pasando por el económico, el industrial, el educativo o el científico. Sin embargo, pocos se atreven a diagnosticar un declive -decadencia señalan a menudo fuera de nuestras fronteras- que es también político, porque, a su vez, los valores de las democracias liberales están en retroceso frente al avance de modelos más autoritarios.

Por eso, hoy nos acercamos al inevitable choque entre dos formas de entender el mundo con dos preguntas.

¿Por qué no aceptamos que el mundo ha cambiado?

¿Hay que declararle la guerra total a Rusia?

El nuevo orden mundial

¿Por qué no aceptamos que el mundo ha cambiado?


La semana pasada, el diario Financial Times publicó un gráfico muy representativo de cómo ha cambiado el orden mundial. En él se muestra el porcentaje de las exportaciones de China con destino a los países que componen la esfera geopolítica occidental (la Unión Europea, Estados Unidos y Japón), y el de las dirigidas a los países que participan en el ambicioso proyecto chino de vertebración global ‘la Franja y la Ruta’, que en su mayoría están en vías de desarrollo. En 2002, el bloque occidental adquiría más del 50% de lo que el gigante asiático vende, y a los segundos apenas llegaba el 10%; el año pasado la tortilla dio la vuelta y los países ‘pobres’ representaban un 37% de las compras frente al 34% del entorno occidental.

Sin duda, la economía es la que manda en la geopolítica. Basta con rascar un poco en los nobles valores que se esgrimen para justificar cualquier conflicto bélico para que aparezcan las razones económicas que hay detrás. Incluso en lo que parece ideológico. Y con Occidente perdiendo peso en el ‘quesito’ del PIB global, es lógico que avancen los intereses de los actores que lo ganan. El eje sino-ruso es un buen ejemplo de ello. A pesar de las grandes diferencias que separan a los dos países, su presencia se nota cada vez más allí donde las potencias tradicionales ponen menos énfasis: África, las islas del Océano Pacífico, o los países que conformaron el ‘eje del mal’ de George W. Bush.


Y, mientras tanto, demasiados en Europa aún tienen una idea totalmente obsoleta de China. Se imaginan un país depauperado que fabrica morralla. Curiosamente, y aunque parezca contradictorio, también consideran al país una de las principales amenazas económicas y sociales para el mundo (su mundo, claro). La realidad es que hace ya tiempo que la República Popular es la principal base manufacturera del mundo, el mayor agente del comercio global, y uno de los principales focos de desarrollo de nuevas tecnologías. Por si fuese poco, sus jóvenes se encuentran ya entre los mejor formados del planeta, mientras que los nuestros no dejan de caer en los rankings.

Aliexpress solo refleja una de las muchas aristas de la economía china, que se mueve al son que toca el Partido Comunista en función de una visión del mundo completamente diferente. Los chinos nos conocen mucho mejor que nosotros a ellos. «Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo, y saldrás triunfador en mil batallas», decía Sun Tzu en ‘El arte de la guerra’. A juzgar por la superioridad moral desde la que Occidente ve al resto, obviando el postureo tras muchos de los valores que dice enarbolar, fallamos en ambos diagnósticos.

Los historiadores advierten de que el cambio de hegemonía se suele producir tras la decadencia del imperio saliente y a menudo precedido de una guerra con el entrante. De ahí que muchos analistas señalen la alta probabilidad de que Estados Unidos y China -aunque diga que no busca la hegemonía- acaben enfrentándose. No en vano, cada vez suenan más fuerte los tambores de una nueva Guerra Mundial. «No queremos vivir en un mundo en el que China sea el país dominante», afirmó hace unos días el embajador de Estados Unidos en Pekín, Nicholas Burns. La gran pregunta es cómo pretende evitarlo: haciendo bien las cosas o disparando misiles.

¿Hacia una nueva Guerra Mundial?


¿Hay que declararle la guerra total a Rusia?


De momento, el conflicto más candente entre los dos bloques es el que enfrenta en Ucrania a la alianza militar occidental por antonomasia, la OTAN, y Rusia. Desde la invasión -que comenzó en 2014 y se recrudeció a partir de 2022-, la retórica militar en nuestro entorno ha ido endureciéndose de forma proporcional a la importancia del envío de armas a Kiev: se empezó con artillería, luego llegaron los tanques Leopard, y ahora están al caer los cazas F-16 y misiles de crucero cada vez con más alcance. Pero lo preocupante es que ya no se descarta poner ‘botas sobre el terreno’, como los anglosajones se refieren a enviar tropas. El presidente francés, Emmanuel Macron, es quien más contundentemente ha mencionado esta posibilidad, a la que Vladímir Putin ha respondido recordando que su arsenal nuclear funciona.

Ciertos círculos militares occidentales están convencidos de que es imperativo declarar la guerra a cualquier potencia que amenace los valores de las democracias liberales antes de que sea demasiado tarde. Y demasiado tarde significa antes de que China tenga más posibilidades de salir victoriosa de una guerra con Estados Unidos. A ese respecto, Rusia podría ser un caso ejemplarizante, una advertencia a Pekín. Hay quienes sostienen que conviene dejarse de medias tintas y pararle los pies en seco a Putin, aunque eso suponga iniciar una nueva Guerra Mundial o, incluso, una guerra nuclear. Al fin y al cabo, al Kremlin tampoco le interesa apretar el botón rojo que supondría su aniquilación.

      Los chinos dirían que esa estrategia de dejar claro quién manda es ‘matar al pollo para asustar al mono’. Y, sin duda, desde el gigante asiático se analiza minuciosamente lo que sucede en Ucrania, porque está sirviendo para poner a prueba la unidad de Occidente. Sobre todo para dejar al descubierto su capacidad militar y su resolución política, que ya comienza a mostrar algunas grietas al otro lado del Océano Atlántico. No se puede olvidar que, a pesar de la tradicional belicosidad americana, los regímenes autoritarios tienen más fácil ir a la guerra.

Pero, ¿estarían los europeos dispuestos a luchar y morir en Ucrania en una guerra total contra Rusia? ¿Se atreverían sus dirigentes a correr el riesgo de provocar un ataque nuclear? ¿Es más arriesgado permitir que un autócrata como Putin se salga con la suya? Y, sobre todo, ¿estará Occidente abocado a convertirse en un actor secundario cada vez más irrelevante, y a poner en peligro su modelo, si no da ahora un puñetazo en la mesa?


* Zigor Aldama es un periodista vasco con gran conocimiento de la política internacional y sobre todo de la política de China.

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