La memoria y los recuerdos falsos
En Materia III (El País), Daniel Mediavilla (Licenciado en Ciencias de la Comunicación y especializado en divulgación científica) comenta una publicación que aborda el tema controvertido de los falsos recuerdos y la memoria. Sin duda que este tema tiene también otras miradas pero hoy compartiremos el análisis que se deduce de esta publicación en Psychological Science.
Un
40% de las personas tienen recuerdos de la infancia "falsos"
Casi la mitad de los
participantes en un estudio evoca recuerdos de etapas de la vida en la que no
se guardan memorias autobiográficas
DANIEL MEDIAVILLA. Materia III. El País
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Durante la infancia se construyen memorias que después desaparecen PHOTO BY JOSEPH ROSALES ON UNSPLASH |
Durante la infancia se construyen memorias que
después desaparecen.
Hay gente
que dice recordar el momento de dar sus primeros pasos o cómo estaba en la cuna
con los pañales puestos. En un estudio reciente con más de 6.500 participantes
publicado en la revista Psychological
Science, el 40% tenía memorias de este tipo, que corresponderían a
bebés de uno o dos años. Sin embargo, los estudios que han tratado de
determinar cuándo se forman las primeras memorias autobiográficas que perduran
hasta la edad adulta concluyen que no lo hacen antes de los tres o los cuatro
años. Algunos estudios consideran incluso que esos recuerdos son más bien
fragmentos y para hablar de algo parecido a una memoria completa habría que
esperar a los cinco o seis años de edad.
Eso no quiere decir que los niños no acumulen
recuerdos. Algunos investigadores han observado cómo una persona de seis años
puede recordar algo que sucedió alrededor de su primer cumpleaños, pero a
partir de una cierta edad, probablemente debido a cambios durante distintas
fases del desarrollo cerebral, esas memorias desaparecen y no se pueden
recuperar al llegar a la adolescencia. Este fenómeno es lo que se ha bautizado
como amnesia infantil. Los recuerdos que perduran suelen formarse a partir de
los tres o los cuatro años, cuando los niños comienzan a contar historias sobre
sus propias vidas, algo que sugiere que esas memorias están relacionadas con la
capacidad para utilizar el lenguaje.
En el trabajo que se publica en Psychological
Science, investigadores de la Universidad de la City de Londres trataron de
explicar el origen de estas memorias ficticias. Como han mostrado en muchas
ocasiones los estudiosos de la memoria, esta capacidad se parece poco a un
sistema de grabación que recoge la realidad y más a la construcción de un
relato que nos ayuda a tener una identidad con la que adaptarnos mejor a la
vida.
Respecto a los recuerdos infantiles que nunca
existieron, los investigadores creen que se generan por diversos motivos. Por
un lado, hay memorias sobre cosas que sucedieron en un momento determinado a
las que después se clasifica en un periodo de tiempo anterior. Por otro, en
ocasiones se mezclan recuerdos vagos de una etapa temprana de la vida con datos
o anécdotas que se han escuchado después. Todo junto, con el tiempo, acaba
componiendo una representación mental que se acaba experimentando como si fuese
una memoria de algo que sucedió en un momento concreto. Los investigadores
observaron que este fenómeno era más común a partir de la mediana edad y
plantean que esas personas pueden haber generado esos recuerdos porque han
tenido más oportunidades de revivir su pasado y, en ese proceso, reescribirlo.
Martin Conway, director del Centro para la Memoria
y la Ley de la Universidad de la City de Londres y autor principal del estudio,
apunta que este tipo de memorias ficticias puede tener “una explicación
adaptativa”. “Cuando somos adultos, tener una historia personal consistente y
positiva puede ayudar a tener una buena imagen de uno mismo y a mejorar nuestra
relación con los demás”, señala. La persona que construye estas memorias
ficticias no lo hace de manera consciente. “Alguien puede hacer escuchado que
su madre tenía un cochecito verde, después esta persona imagina qué aspecto
podría tener y al cabo del tiempo se va formando una memoria a la que la
persona acaba añadiendo nuevos elementos, como los juguetes que podría ver tumbado
en ese carrito”, continúa. Todos estos recuerdos acaban por parecer reales para
la persona que los evoca.
Estudios como el liderado por Conway advierten una
vez más del relativo escepticismo con que debemos acercarnos a nuestras propias
memorias. En algunos experimentos clásicos, como los realizados por la
investigadora de la Universidad de California en Irvine Elisabeth Loftus,
se ha mostrado cómo es posible insertar memorias falsas en una persona. En
algunos de ellos, hasta un 16% dijo haber presenciado posesiones demoniacas y
un 30% recordó haberse encontrado en Disneyland con Bugs Bunny, un personaje de
la Warner, que además estaba drogado y les chupó las orejas.
Otros trabajos han observado también la influencia
de la cultura en el tipo de recuerdos que elegimos recuperar de nuestra
infancia. Entre los europeos o norteamericanos, por ejemplo, las personas se
suelen recordar a sí mismas con más frecuencia como participantes activos en
sus primeras memorias mientras los asiáticos o las personas de oriente medio se
sitúan habitualmente como observadores. Una vez más, la cultura y lo que
consideramos más apropiado para nuestra identidad adapta la realidad que
vivimos para construir las memorias más útiles para cada uno.
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