Historia de la Ciencia con moraleja. 17ª Entrega. F. Soriguer

 

                           HISTORIAS DE LA CIENCIA CON MORALEJA



                                                             


                                           17ª ENTREGA

                      Egas Moniz y la psicocirugía

 

                                         Federico Soriguer




Capítulos ya publicados 


1. El precio de la ignorancia. Marcel Proust y compañía. (http://joaquinperal.blogspot.com/2025/01/historias-de-la-ciencia-con-moraleja-i.html) 

2. La guerra de los huesos. 

(http://joaquinperal.blogspot.com/2025/02/la-guerra-de-los-huesos-f-soriguer.html?m=1) 

3. Koch, Ferrán y Cajal. Un cruce de historias (http://joaquinperal.blogspot.com/2025/02/koch-ferran-y-cajal-un-cruce-de.html) 

4. Una factoría de genios 

(http://joaquinperal.blogspot.com/2025/03/una-factoria-de-genios-f-soriguer_7.html%.) 

5. Cajal, Río Hortega y los “Fake News .

(http://joaquinperal.blogspot.com/2025/03/cajal-rio-hortega-y-las-fake-newsv-f.html) 

6. No es la raza, imbécil. 

(https://joaquinperal.blogspot.com/2025/04/no-es-la-raza-imbecil-vi-f-soriguer.html) 

7. Lombroso.

 (https://joaquinperal.blogspot.com/2025/04/lombroso-vii-historias-de-la-ciencia.html) 

8. Pero, ¿existe tal cosa como el método científico? 

(https://joaquinperal.blogspot.com/2025/04/historias-de-la-ciencia-octava-entrega.html) 

9. El caso Lysenko: Ciencia burguesa frente a ciencia proletaria 

(https://joaquinperal.blogspot.com/2025/05/historias-de-la-ciencia-lysenko-9.html) 

10. TUSKEGEE 

https://joaquinperal.blogspot.com/2025/06/historias-de-la-ciencia10- entrega.html 

11. (Primera parte) Piotr (Pedro) Kropotkin. Cuando la ciencia y la política son inseparables (PIMERA PARTE). 

(http://joaquinperal.blogspot.com/2025/07/historias-de-la-ciencia-kropotkin-f.html) 

12. (Segunda parte). Piotr (Pedro) Kropotkin. Cuando la ciencia y la política son inseparables. 

(https://joaquinperal.blogspot.com/2025/08/historias-de-la-ciencia-11-entrega-2.html) 

13. La expedición de Balmis. Un ejemplo de altruismo científico. (Primera parte) 

http://joaquinperal.blogspot.com/2025/09/historia-de-la-ciencia-entrega-n-13-1.html

14. La expedición de Balmis. Un ejemplo de altruismo científico. (Segunda parte) 

http://joaquinperal.blogspot.com/2025/09/historia-de-la-ciencia-entrega-n-13-2.html

15. Fidel Pagés. El descubrimiento de la epidural.  Divinum opus sedare dolorem es. https://joaquinperal.blogspot.com/2025/10/el-descubrimiento-de-la-epidural.html

16 Creadores contra científicos. Por una tilde, ¡que no haría yo por una tilde!

https://joaquinperal.blogspot.com/2025/11/historias-de-la-ciencia-entrega-n-16-f.html

 

 

                                              Entrega nº 17 

                   Egas Moniz y la psicocirugía

                                                                                   Antonio Egas Moniz

Los humanos tenemos el cráneo más grande en proporción al cuerpo de todos los seres vivos con cabeza.  En su interior cobijamos al cerebro que es ese órgano del que nos sentimos tan orgullosos.   Pensamos con él y en él creemos tener depositada nuestra identidad.  Desde que el hombre comenzó a hacerse preguntas sobre el cuerpo, el cerebro ha sido el rey de la casa. Somos cerebro-céntricos a pesar de que su aparición ha sido relativamente tardía en la filogenia. Aun hoy hay muchos más seres vivos sin cerebro que con cerebro.  Sin embargo, es el órgano del que menos sabemos. Tan es así que a instancias de la Biblioteca del Congreso (LC) y el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH) de los Estados Unidos, el 17 de Julio de 1990 el presidente George W. Bush, presentó la de los noventa como la década del cerebro. Se pretendía así emular los éxitos de la década del espacio que consiguió poner a un hombre en la luna, pero los resultados no han sido tan espectaculares como los del alunizaje, aunque algunas cosas nuevas sí que conocemos. Ahora, por ejemplo, somos capaces de obtener imágenes de los pensamientos fugaces o nuevos fármacos para una amplia gama de enfermedades mentales, entre otras muchas. Hemos aprendido, sobre todo, que la aproximación multisistémica es el camino más adecuado para abordar el estudio de un órgano tan complejo y hemos descubierto su carácter plástico, incluso del cerebro adulto.

Mucha gente cree que solo utilizamos un 10 % del cerebro, pero no hay realmente ningún indicio de que esto sea así. Como endocrinólogo he visto pacientes remitidos por los neurólogos para valorar las reservas endocrinas ante el hallazgo casual de grandes ventrículos llenos de líquido que desplazaban buena parte de la masa encefálica desde el nacimiento y reduciéndola, aparentemente, de tamaño. sin que esto les hubiera mermado ni en su aprendizaje ni en su actividad cotidiana.  Pero esto solo habla de la enorme capacidad plástica del cerebro no de que con solo “un 10 %” de cerebro se pueda ir tirando por la vida.  El cerebro está compuesto por dos tipos de células, las neuronas, cuya naturaleza fue descubierta por Cajal (aunque él no le diera nombre), y la neuroglia o células gliales, descubiertas por su discípulo Pío del Río Hortega que respecto a las neuronas están en una proporción de 10:1.  Así que el cerebro durante mucho tiempo ha hablado en español.  Pero aquí hoy lo vamos a hacer en portugués, a partir de  Egas Moniz, médico y neurocirujano portugués al que dieron el premio Nobel de Fisiología y Medicina  en el año 1949,  junto con el neurólogo suizo Walter Rudolf Hess por su descubrimiento del valor terapéutico de la lobotomía en determinadas psicosis.


Moniz, nació en la villa de Avanca (distrito de Aveiro) en  1874. Estudió medicina en la Universidad de Coimbra e hizo estancias en Burdeos y Paris, llegando a ser profesor en Coimbra en 1902. En 1911 consiguió la cátedra de Neurología en la universidad de Lisboa, donde permaneció hasta su muerte, desarrollando parte de su   trabajo clínico en el   Hospital de Santa María de Lisboa. Antes de concentrarse plenamente en sus investigaciones médicas, pasó por la vida política y fue diputado en varias ocasiones entre 1903 y 1917, ministro de Portugal, embajador en Madrid, en 1917, y delegado de su país en la Conferencia de la Paz de Versalles (1918) que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Moniz fue discípulo de Cajal y a  partir de 1921 se dedicó exclusivamente a la medicina. En 1927 realizó las primeras angiografías cerebrales que permitieron visualizar con contrastes radiológicos la morfología interna del cerebro, resultados que presentó  en una histórica reunión de la Sociedad Neurológica de París.   En 1957, el neurocirujano español Sixto Obrador Alcalde, en su libro “Fundamentos de diagnóstico y tratamiento en Neurocirugía”, tres décadas después de la invención de Moniz, escribió: “la visualización de los vasos cerebrales con la técnica de angiografía de Egas Moniz es un método que lleva ya cerca de tres decenios incorporado a la Neurocirugía, pero que sólo durante estos últimos diez años se ha impuesto totalmente hasta su actual empleo de rutina en los servicios neuroquirúrgicos[1]  Moniz fue propuesto cinco veces para el premio Nobel , la primera, precisamente, en 1928, poco después de la publicación de su experiencia con la angiografía y de haber realizado una demostración de su técnica en el Hospital Necker en París[2], [3].

Sin embargo, no fue la introducción de la angiografía por la que obtuvo el Nobel, como después comentaremos, sino lo que él llamó psicocirugía. Cuando se decide a abrir el cráneo de los enfermos psiquiátricos Moniz no actuó a tontas y a locas, aunque tampoco con demasiada prudencia.  Había precedentes. Una de las primeras grandes experiencias de cómo la manipulación del cerebro modifica la conducta fue el “caso  Phineas Gage”, del que se ha escrito mucho, entre otros Antonio Damasio, otro portugués  quien en su conocido libro “El Error de Descartes[4],  utiliza esta  experiencia de Phineas y de otros casos de daños cerebrales, para argumentar que la racionalidad proviene de la emoción, y que la emoción proviene de las sensaciones corporales. En 1848 un trabajador del ferrocarril,  tuvo la mala fortuna que tras una explosión en la que manipulaba un artefacto,  una barra de hierro de medio metro  penetró por la mejilla izquierda, atravesando  el cráneo y saliendo  por la parte superior de la cabeza.  La barra seccionó una columna de su  cerebro de 2,5 cm de diámetro, a pesar de lo cual sobrevivió y ni siquiera perdió el conocimiento, aunque sí el ojo izquierdo. Pero lo que sí le cambió para siempre fue el carácter. De ser un hombre apacible, despreocupado y popular pasó a convertirse en una persona pendenciera, malhumorada y maledicente sin que Gage fuera consciente de su cambio de carácter.  Gage muere en 1860 y en 1868 el Dr. Harlow publica el caso, describiendo por primera vez los cambios de personalidad experimentados por Gage tras la lesión. Sin embargo, no será hasta finales de la década de 1870 que Phineas Gage es rescatado del olvido de la mano del Dr. David Ferrier.  

En su descripción Ferrier identifica el caso Gage como el de un trágico experimento natural que permitirá corroborar que el córtex prefrontal no es un área no-funcional del cerebro, como se creía hasta entonces. El caso Phineas Gage marcará los inicios de la investigación para comprender el enigma del lóbulo frontal. De hecho, en la década de 1880 un médico suizo, psiquiatra, llamado Gottlieb Burckhardt que trabajaba en Neuchâtel, extirpó 18 gramos de cerebro de una mujer perturbada en un intento de transformarla en una “demente tranquila”. Tras ella  operó a seis más, todos ellos enfermos psiquiátricos severos  desahuciados[5], [6].   Los resultados no debieron ser muy satisfactorios y sus colegas no aceptaron sus propuestas. Así se justificaba Burckhardt en 1891 “los médicos son diferentes por naturaleza. Unos se adhieren al viejo principio:” primero, no hacer daño” (“primum non nocere”); otros dicen: es mejor hacer algo que no hacer nada (“melius anceps remedium quam nullum”). Ciertamente pertenezco a la segunda categoría”.  Hoy no aceptaría este argumento ningún comité de bioética.

Tuvieron que pasar 50 años para que Egas Monis, en, 1936, lo intentara de nuevo.  Entre 1930 y 1935 Moniz envió a su colaborador y discípulo Pedro Almeida Lima a formarse  con Cairns en Inglaterra y al regreso, juntos hicieron la primera “leucotomía”, comenzando la era de lo que él  llamó psicocirugía. Ya para entonces padecía de gota, enfermedad que provocó importantes deformaciones en sus manos y quizás fue esto lo que le hizo compartir las intervenciones quirúrgicas con Almeida Lima. Para Moniz, los primeros resultados debieron ser espectaculares y así lo s comunica apenas cuatro meses después de haber realizado la primera de todas ellas. A pesar de que el seguimiento de los pacientes era cuando menos  deficiente, Moniz estimó que la técnica curaba al 35%, mejoraba sustancialmente a otro 35% y no conseguía ningún resultado en un  30% de los pacientes[7]. Aparentemente el método funcionó pues las personas lobotomizadas solían volverse menos violentas a costa de una perdida de personalidad, a veces dramática e irreversible.  El éxito en el mundo médico, científico y social fue extraordinario. De hecho en la segunda mitad del siglo XX  era tan conocido que al formarse en 1947 la Sociedad Luso Española de Neurocirugía (que fue también  la segunda sociedad de neurocirugía en el mundo, después de la estadounidense), Egas Moniz fue electo presidente honorario, siendo primer presidente Almeida Lima, por delante de muchos neurocirujanos españoles de la época que habían alcanzado reconocido prestigio[8]. Finalmente,  Moniz, que ya había sido propuesto anteriormente para el Premio Nobel por la introducción de la arteriografía, recibe  el premio Nobel de Fisiología y Medicina en el año 1949. “por su descubrimiento del valor terapéutico de la leucotomía en ciertas psicosis”.

Mirado desde la atalaya del presente, el éxito y la aceptación de aquellas intervenciones fueron sorprendentes.  En palabras de Bill Bryson: “Moniz proporcionó una demostración casi perfecta de cómo no hay que hacer ciencia. No realizó experimentos preliminares en animales, no previó el daño que podría causar en los pacientes, ni cuáles serían los resultados, no seleccionó meticulosamente a los casos  ni realizó después un seguimiento minucioso de los resultados y ni siquiera, seguramente por las limitaciones físicas comentadas,   realizó él personalmente las operaciones[9]. La  psicocirugía deslumbró a la comunidad médica y científica, pero como dejço escrito Unamuno  en su Abel Sánchez, “No es Caín lo malo; lo malo son los cainitas y los abelitas[10].  Un médico norteamericano, Walter Jackson Freeman, fue un devoto admirador de Egas Moniz y adoptó la lobotomía llevándola hasta sus últimas consecuencias. Lo curioso es que Freeman no operaba directamente, al menos formalmente ya que había perdido su licencia para realizar la cirugía después de que un paciente muriera en la mesa de operaciones, así que alistó al neurocirujano James Watts como socio de investigación. Además, era psiquiatra y carecía de formación quirúrgica alguna. La primera lobotomía se hace  el 14 de septiembre de 1936. En noviembre ya habían operado 20 casos. En 1942, habían realizado más de 200 lobotomías y publicado los resultados en los que afirmaban que el 63% de los pacientes habían mejorado, el 24% no había cambiado y el 14% empeoraron después de la cirugía. No estaba mal si hubiera sido verdad[11]

Después de diez años de practicar lobotomías Freeman decidió cambiar la vía de acceso al lóbulo frontal. La nueva vía, las cuencas oculares no necesitaban perforar el cráneo para acceder al cerebro. Freeman había inventado la lobotomía transorbital, también conocido como lobotomía “icepick” o picahielos pues utilizaba un cacharro similar para introducirse en el lóbulo frontal a través de la órbita.  Y lo hacía sin guantes, sin bata, sin mascarilla y sin anestesia. El procedimiento era brutal, insertaba el picahielos en la cuenca del ojo, martillándolo a través del hueso con un mazo, y moviéndolo de un lado a otro, cortando las conexiones a la corteza prefrontal en los lóbulos frontales del cerebro. Las modificaciones a su lobotomía permitieron a Freeman ampliar el uso de la cirugía, que podría realizarse en hospitales psiquiátricos en todo Estados Unidos que estaban superpoblados y con poco personal. En 1950, el socio de Walter Freeman, James Watts,  se separó de Freeman tras oponerse  a la crueldad y  uso excesivo de la lobotomía transorbital[12].

La popularidad de Freeman era grande a lo que sin duda contribuía su apariencia excéntrica y teatral, pues solía hacer la cirugía luciendo un bastón, perilla y un sombrero de ala estrecha.  Freeman viajó por todo el país visitando instituciones mentales y realizando lobotomías. En 1941 operó a Rosemary Kennedy, hermana del que sería presidente de los EEUU. Era una muchacha de 23 años atractiva, vitalista y atrevida que amaba las fiestas y la vida social, pero testaruda y con tendencia a los cambios de humor y dificultad de aprendizaje. Su padre, el patriarca de los Keneddy, sin consultar a su esposa,  preocupado por las consecuencias que la actitud de Rosemary pudiera tener en la carrera política de John F. Kennedy y sobre todo por la posibilidad de que Rosemary pudiera quedar embarazada durante algún flirteo, se empeñó en que Freeman la lobotomizara, pues estaba convencido   de que la lobotomía aumentaría el cociente intelectual de Rosemary al nivel de sus hermanos. La lobotomía destruyó a Rosemary que pasó los sesenta y cuatro años restantes de su vida con un nivel mental de un niño de dos años, totalmente discapacitada, sin poder caminar, incapaz de hacerse entender  e ingresada en diferentes centros psiquiátricos. El padre, el católico patriarca de los Kenneddy,  no volvió a visitarla.[13]

Después de cuatro décadas, Freeman había realizado personalmente hasta 4000 cirugías en 23 estados, entre ellos lobotomizó a 19 menores, incluido un niño de 4 años. De entre todas ellas, en 2500 utilizó su procedimiento de “picadora de hielo”.

Freeman hizo la última operación  con más de setenta años en 1967 (como referencia temporal para el lector aclaro que en ese año el autor de este texto, comenzaba el último año de la carrera de medicina).  La paciente murió en el quirófano de una hemorragia cerebral, al igual que hasta 100 de sus otros pacientes. Finalmente, se le prohibió realizar la cirugía. Sus pacientes, a menudo, tenían que volver a aprender habilidades básicas  como  comer o  usar el baño, siendo las recaídas  comunes, con una mortalidad de  alrededor del 15% lo que a la vista del entusiasmo manifestado por  Freeman,  debieron de ser unos magníficos resultados.

Con estos antecedentes es normal que hoy la psicocirugía haya caído en desuso. Los abusos en la indicación de estos tratamientos quirúrgicos, que incluso eran llevados a cabo por personas que no eran siquiera cirujanos, las severas complicaciones y secuelas  postquirúrgicas, a veces peores que la propia enfermedad, la aparición de psicofármacos eficaces, como la clorpromazina, aparecida en 1954 como tratamiento efectivo de las psicosis, el creciente auge de la terapia cognitivo-conductual, y, sobre todo, la reacción antipsiquiátrica de los 70, contribuyeron a disminuir considerablemente el uso de la lobotomía frontal hasta su práctica desaparición, pasando a ser una actividad relegada a muy pocos centros[14],[15].

¿Por qué tuvo tanto éxito la psicocirugía? En ese momento fue visto como un posible tratamiento para la enfermedad mental grave, pero sobre todo ratificaba que los eventos mentales tienen una base biológica que era una intuición largamente anunciada y de alguna manera deseada.   Las intervenciones de Egas Moniz  y de sus discípulos en todo el mundo se producían en un momento en el que la ciencia parecía que iba a dar respuestas y soluciones a todos los problemas de la humanidad. De entre todos ellos las enfermedades mentales fueron siempre un enigma.  Enfermedades del alma o del demonio, ni siquiera la teología tenía una respuesta para ellas. La confirmación de que la mente podía ser manipulada como cualquier otro órgano abría una ventana a un mundo hasta entonces desconocido.  Era, por otro lado, el triunfo del biologicismo radical, tan esperado y en boga en los años en los que un nuevo humanismo materialista iba a hundir a Europa por segunda vez en un siglo en la barbarie. Con la psicocirugía, aparentemente, cerrábamos un debate que llevaba sin resolverse varios milenios. Si podíamos cambiar el carácter manipulando el cerebro, por fin sabíamos “a ciencia cierta” que la mente no es más que un producto del cerebro y que el famoso dualismo psicofísico no era más que un espejismo.

En los años ochenta vino a mi consulta del hospital una jovencita prepuber a la que habían operado de un gran creaneofaringioma.  Era un tumor muy grande que no podía ser abordado por via transfenoidal, vía que, por otro lado, en aquella época aún no se había implantado en mi hospital, pues el viejo jefe de servicio de neurocirugía seguía en la época de Egas Moniz.  Así que lo extirparon por vía transfrontal. Cuando vi a la niña la primera vez, la familia hablaba de su carácter endiablado y de cómo había cambiado tras la operación.  Con sustitución hormonal completa de las hormonas hipofisarias he seguido a la joven durante más de 30 años, viéndola convertirse en una mujer responsable que por diferentes y dramáticas razones  tuvo que convertirse en cabeza de su familia.  No ha sido el único caso de mi personal experiencia y es la experiencia de muchos clínicos que atienden a este tipo de pacientes. Sí, definitivamente la manipulación del cerebro cambia el carácter de la persona.  El cine lo ha sabido representar en películas como “A propósito de Henry (“Regarding Henry)”  dirigida por Mike Nichols en 1991 e interpretada por  Harrison Ford y Annette Bening, en la que Henry un abogado de gran éxito y pocos escrúpulos  tras ser asaltado, recibe un disparo en la cabeza y permanece un tiempo en coma. Tras despertarse sufre una amnesia retrograda y tiene que aprenderlo casi todo de nuevo. En este proceso y a medida que va conociendo la catadura de su yo anterior tiene que tomar la decisión de quien es él ahora.  El nuevo Henrry se ha convertido en otra persona con grandes valores morales que le hacen romper con toda su vida anterior. Henry se ha convertido en un hombre diferente. La lesión transfrontal le ha dado a Henry una segunda oportunidad.

La historia de Egas Moniz y de sus seguidores plantea la manera en la que una parte de la ciencia ha progresado. Pasado su éxito inicial la lobotomía fue catalogada como uno de los errores más bárbaros de la medicina moderna.  Pero también nos enseña cuanto ha progresado la ciencia desde la época de Moniz o de Freeman, pues en cierto modo la utilización sin garantías con fines científicos de las personas hoy es inconcebible, al menor formalmente. Aun así la psicocirugía sigue siendo una carga de profundidad sobre la idea misma de libertad. Una cuestión tan peliaguda que sobrepasa las competencias de este modesto autor y le remito a otros textos en donde hemos abordado esta cuestión [16],[17].

Sí, la neurociencia ha progresado pero los riesgos se han hecho más sutiles. Aunque la década del cerebro de los años 90 no parece que diera los resultados esperados, en 2013 se ha vuelto a poner en marcha otro gran proyecto presentado por Barack Obama ante el Congreso de los Estados Unidos. La iniciativa BRAIN ( Brain Research through Advancing Innovative Neurotechnologies o Brain Activity Map Project (en español: Investigación del cerebro a través del avance de las neurotecnologías innovativas o Proyecto de mapeo de la actividad cerebral), ideada por el neurobiólogo Español Rafael Yuste[18].  El proyecto está ya en su sexto año de los 12 previstos, con un presupuesto de 6.000 millones de dólares. Así cualquiera. Si escuchamos a su promotor, Rafael Yuste, esta vez van a por todas y estaríamos a las puertas de una verdadera revolución neurotecnológica que cambiará el conocimiento que tenemos de la mente, creando grandes oportunidades médicas, científicas y económicas, pero también nuevos retos, pues la neurotecnología estaría ya en condiciones de leer la mente humana y muy pronto de manipularla. 

El dilema es el mismo de siempre, creamos un monstruito biotecnológico y luego nos preguntamos cómo podemos controlarlo.  En la época del neuro-capitalismo, ¿cómo conseguir que se respete la privacidad que ahora atesoramos en el interior de nuestro cerebro?, ¿cómo impediremos que lo que no consiguió Egas Moniz lo consigan ahora los neurotecnólogos?  No hay respuestas. Tan solo la esperanza de la autorregulación ética. Es lo que ha llevado a Rafael Yuste y otros a proponer en 2017 unas reglas éticas para la utilización de las neurotecnologías que van surgiendo y que surgirán a lo largo del proyecto.  Unas reglas que se resumen en el desarrollo de unos derechos humanos nuevos llamados “neuroderechos” del que el más urgente es la privacidad de nuestro pensamiento, pues, dice Yuste, las tecnologías para leer la actividad mental están más desarrolladas que las tecnologías para manipularlas. Una cuestión de tiempo, diríamos desde un cierto neuro-tecnológico-escepticismo. También desde nuestra ignorancia.

Pero ya es hora de terminar esta historia. Egas Monis fue un hombre polifacético con una amplia vida social, como ya se ha comentado. Dedicó una buena parte de su vida a la política, publicó un amplio trabajo sobre magnetismo animal[19] y escribió literatura de ficción  con cierto éxito. En 1938, con 63 años de edad, un paciente psiquiátrico al que atendía le disparó ocho tiros, dejándolo paralítico el resto de su vida. El paciente adujo vagamente que el doctor no le estaba dando los medicamentos adecuados para su enfermedad[20]. Probablemente este debió ser el único caso al que Egas Moniz debió de haber operado. Toda una metáfora para los nuevos neurotecnólogos. Moniz murió en la capital portuguesa, el 13 de diciembre de 1955.


[1] Obrador Alcalde S. Fundamentos de diagnóstico y tratamiento en Neurocirugía, 2da edición. Madrid: Editorial Paz Montalvo; 1957:129.

 

[2] Correira M. Egas Moniz e o Prémio Nobel. Enigmas, paradoxos e segredos. Coimbra: Imprensa da Universidade de Coimbra; 2006:36.

 

[3] Ricardo Hodelín Tablada. Egas Moniz en el 52 aniversario de su muerte y el 80 de la angiografía cerebral. https://files.sld.cu/neuroc/files/2010/12/egaz-moniz.pdf.

[4] Damasio, Antonio. El error de Descartes, Madrid, Crítica, 2006.

[5] Manjila, S.; S. Rengachary; A. R Xavier; B. Parker; M. Guthikonda (2008). "Modern psychosurgery before Egas Moniz: a tribute to Gottlieb Burckhardt". Journal of Neurosurgery: Pediatrics. 25 (1): 1. doi:10.3171/foc/2008/25/7/e9

 

[6] https://en.wikipedia.org/wiki/Gottlieb_Burckhardt

 

[7] Ricardo Hodelín Tablada, 2010 (Op.cit). 

[8] Historia de la Sociedad Española de Neurocirugía. https://senec.es/historia

[9] Bill Brysson. El cuerpo humano. Guía para ocupantes. RBA, 2019, p.77.

 

[10] Miguel de Unamuno. Abel Sánchez, una historia de pasión (1917). Renacimiento, Madrid, 

 

[11] Rowland, Lewis (April 2005). "Walter Freeman's Psychosurgery and Biological Psychiatry: A Cautionary Tale". Neurology Today. 5 (4): 70–72. doi:10.1097/00132985-200504000-00020.

 

[12] https://en.wikipedia.org/wiki/Walter_Jackson_Freeman_II

[13] RoseMary Kennedy. https://es.wikipedia.org/wiki/Rosemary_Kennedy#cite_note-ref_duplicada_1-2

[14] Mashour, G.A., Walker, E.E., Martuza, R.L. Psychosurgery: past, present, and future. Brain Res Rev 2005; 48: 409-419.

[15] La psicocirugía ablativa, irreversible hoy está regulada por la OMS desde el 2006. Las normas son muy restrictivas y en España, `por ejemplo, es necesario que haya dos psiquiatras que informen de manera independiente la pertinencia de la intervención, además en muchas ocasiones el permiso de un juez. En su lugar se está extendiendo el uso de la estimulación cerebral profunda, que es por completo reversible, en casos dramáticos de personas con trastorno obsesivo compulsivo.

 

[16] Federico Soriguer. Si don Santiago levantara la cabeza. La lógica científica contada en 101 historia nada científicas. Editorial Incipit, Madrid, 2016. 

 

[17] Cortina, Adela. Neuroética y neuropolítica. Sugerencias para la educación moral. Tecnos, Madrid 2011. 

 

[18] https://es.wikipedia.org/wiki/Brain_Research_through_Advancing_Innovative_Neurotechnologies

 

[19] Laín Entralgo P. Historia Universal de la Medicina. tomo 5. Ilustración y romanticismo. Edición en CD-ROM. Barcelona: Masson Multimedia, S.A y XL Sistemas, S.A; 1998.

 

[20] https://files.sld.cu/neuroc/files/2010/12/egaz-moniz.pdf

Comentarios

  1. Excelente artículo sobre todo para conocer una parte de la historia que nos muestra las atrocidades que se cometieron (y se cometen) en nombre de la Ciencia sin el debido estudio .

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