¿Amistades dañadas por la política?. Alfredo Fierro/ Elvira Lindo/ JHP
¿Amistades dañadas por la política?
Tomado de Letras Libres (Figura realizada por IA)La amistad es una relación afectiva entre dos o más personas, basada en el cariño, la confianza y el respeto mutuo. Es un vínculo que se construye con el tiempo, a través de la interacción y el compartir experiencias.
Es sin duda una expresión de afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato. Hay excelentes trabajos que abordan la amistad. En Sinapsis publicamos hace un tiempo un artículo sencillo, recopilador, imperfecto, sobre este sentimiento (Corresponde al enlace siguiente).
https://joaquinperal.blogspot.com/2020/07/que-es-la-amistad.html
Pero ahora no entraremos en ese tema sino en la rupturas de los lazos de amistad producidos por la política.
Esta entrada de Sinapsis tiene tres apartados. El primero es un aporte de Alfredo Fierro relatando una experiencia personal sobre este asunto. El segundo trata de un artículo publicado en El País por Elvira Lindo que también hace referencia a esta temática. Finalmente en tercer lugar y para facilitar la reflexión y el debate elaboré tomando opiniones de varias publicaciones un texto sobre si la política llega a destruir la amistad o no. JP
I)
"Humanitarismo"
Alfredo Fierro
Administro una breve lista de distribución con la que de vez en cuando, de manera irregular, envío reflexiones y comentarios a un reducido número de familiares y amigos. De la mayoría de ellos sé muy bien cómo piensan y sienten, y sospecho cómo votan: de manera muy variada. Por eso, evito temas de política y también de moral allí donde me consta que discrepan de mí: en cuestiones eclesiásticamente marcadas como aborto y eutanasia. Es una lista de personas queridas, a las que no veo con la frecuencia que me gustaría; y me sirvo de comentarios para mantener con ellas comunicación, familiaridad, amistad.
Ni me pasó por la cabeza que recoger un desesperado S.O.S. de médicos y profesionales del Hospital Nasser de Gaza pudiera verse como cuestión política e ideológica. Pensé que quizá con la excepción de algunos descerebrados todo el mundo ve lo de Gaza como cuestión de humanidad, humanitaria, sin tintes partidistas. Pues bien, resulta que entre mis corresponsales hay o había alguien que no lo juzga así. Es médico y le llamaré Manuel por no llamarle descerebrado. No estoy seguro de conocerle bien, pese a que fue paciente mío en psicoterapia durante algún tiempo. Como me caía bien, terminada la terapia, le incorporé a un grupo de tertulia que por entonces, hace ya años, yo coordinada. Luego, al armar la lista de distribución, le incluí en ella sin que a lo largo de meses haya reaccionado a mis envíos en ninguna dirección. Ahora sí que ha reaccionado, ¡y cómo!
Me ha escrito Manuel: “Occidente ha empoderado a Hamás. Hamás es impune”. Le he contestado: “Llorar y protestar por las víctimas en Gaza no es empoderar a un Hamás criminal. Es conminar a Israel: que no cometa en la franja un Auschwitz a otra escala estadística pero con igual crueldad y horror. Los crímenes de un grupo terrorista no justifican los de un Estado. Un abrazo pese a todo, esperando coincidencias en otra ocasión”. Me replica enseguida: “Infórmate un poco mejor y en medios más imparciales. No voy a entrar en polémica contigo. Solo te envío un último video y no sigo porque no quiero tener un antisemita o antijudío entre mis contactos”.
No creo que Manuel esté mejor informado que yo y gracias a medios imparciales. Pero al margen de la discrepancia es preocupante que me condene como antisemita y que rompa un contacto que con intermitencias ha durado años sin problema.
El incidente me ha recordado un artículo de Elvira Lindo en El País en el que narraba el progresivo distanciamiento y final ruptura con un antiguo amigo con el que en tiempos había compartido humor y vermús. Al encontrarlo tras varios años por azar en el supermercado, el amigo de antaño, sin preguntarle nada por su vida y sin venir a cuento, se limitó a echar pestes del presidente del gobierno. Es un artículo que seguramente Manuel conoció, pues yo lo había enviado unas semanas antes a mi lista personal. Y ahora, en retrospectiva, a juzgar por el incidente posterior, pienso que ya entonces su fino olfato ultra se olió una tostada que no era de su gusto. Lo de Gaza ha sido el detonante para entrar, él sí, en polémica desconsiderada y con insulto.
No pienso que algún otro tiempo pasado haya sido mejor. Es este un pensamiento que suele revelar la caducidad del pensador, ya de otra época. Pero sin pensarlo recuerdo –y con cierta añoranza, por qué no reconocerlo- otra época en la que los cristianos se sentaban durante un par de días a dialogar con marxistas, y en que en España el secretario general del Partido Comunista le daba la mano a un presidente de gobierno de derechas y no se llevaba mal con él. Lo malo en nuestras tierras no es la polarización, el bibloquismo, sino la saña con que se miente y se insulta desde el extremo de algún bloque, la desvergüenza delictiva con que se saltan las líneas rojas del más elemental humanitarismo.
Alfredo Fierro
alfredofierro@oblicua.com
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Amigo de juventud
Elvira Lindo
https://lectura.kioskoymas.com/article/281758455310017
Publicado en El País el 13 de julio de 2025
Nos hemos vuelto irreconciliables. No fue de un día para otro. Imagino que una vez superada esa juventud airada en la que primaban el sarcasmo, la hipérbole y la supuesta brillantez, nuestras ideas fueron encontrando acomodo en quienes realmente éramos. Tú fuiste derivando hacia un lado para mí inesperado, yo me afiancé en cuatro principios irrenunciables a pesar de mantener una distancia crítica. Teníamos a gala no habitar en el centro, al contrario, hubiéramos considerado una vulgaridad militar en la moderación, pero por encima de todo nos sentíamos libres de credo alguno. De la derecha estaba todo dicho y en aquellos años sentíamos que estaba como noqueada, aunque ahora sé que nunca fue así, la vieja derecha seguía latente, a la espera; en aquellos vermús en vaso alto repasábamos a diario el presente criticando a la izquierda que había alcanzado el poder, porque se lo merecía, pero también a esa otra izquierda a la izquierda, la nuestra, que no lograba desprenderse de la vieja retórica. Humor y política iban unidos y nos reíamos bastante. Gozábamos de ese milagro que es la amistad sin sexo: eras mi amigo y mi amiga, por el nivel de confidencias que compartía contigo, y yo era tu amiga y tu amigo, porque respetaba esa incapacidad masculina a entrar en asuntos del corazón.
Tal vez lo que somos ahora ya estuviera escrito, que nuestro final estuviera cantado, pero nosotros, como todos los jóvenes, creíamos que las grandes amistades son inmunes al paso del tiempo. No podría decir cuándo fueron las primeras señales que marcaron el asombro, luego la distancia y más tarde la ruptura. Pudo ser aquella injuria lo que aceleró todo: que una persona como tú, brillante y racional, le diera pábulo a un bulo que corría contra un médico decente al que tacharon de asesino de ancianas, me descorazonó. Tu posición me dejó perpleja, pero quise excusarte pensando que la misantropía incontrolada hace brotar a veces los peores frutos de la imaginación. Tu ironía, aquella vieja ironía que ponía el dedo en la llaga sin hacer sangre, se convirtió en sarcasmo, en juicio despiadado. Y no porque dejaras de ser querido, porque lo eras, y no porque fueras arrinconado, porque se te ayudó. No es esta la historia de un excluido, sino de alguien a quien le fluye por las venas una rabia descontrolada contra los nuevos tiempos, un regodeo en detestar cualquier novedad que no se parezca a las leyes no escritas de aquella juventud progre.
Hay un placer en sentirse inadaptado, en pensar que los demás han traicionado las viejas esencias mientras tú las guardas como un fiel cancerbero. No aceptas que unas nuevas voces le enmendaran la plana a la vieja izquierda, ay, tanta feminista, tanto gay, tanto trans ahora, tanto ecologista enemigo de los pantanos, tanta prohibición que impide expresarse como entonces. Aquella conexión que sentías hacia las chicas, hacia mí, se fue diluyendo hasta desaparecer. No somos las de antes, piensas, ¡vamos, no jodas!, no decimos más que idioteces y hemos elevado nuestra estupidez a razón de Estado. Sin más remedio te refugias en el otro bando y encuentras calor porque te identificas con otros que como tú han decidido que el rencor hable por ellos.
Nos encontramos el otro día, amigo de juventud, por casualidad, cada uno con su bolsa del supermercado. Habría bastado con que me hubieras preguntado por mi familia o que hubieras improvisado alguno de esos recuerdos que nos transportan a lo mejor de una vieja amistad, pero entraste sin piedad en lo que te carcome y, tras años sin vernos, comenzaste a echar pestes de Sánchez. Sánchez, ahí, a palo seco, sin barra de cinc, sin vermú, sin aceitunas, usando ese apellido, Sánchez, como antídoto ante cualquier posibilidad de acercamiento, como rayo paralizador. Y yo, tan proclive a encontrar razones para salvar los restos del naufragio, me dije de camino a casa, asúmelo, esto murió hace mucho tiempo.
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Algunas observaciones y reflexiones para el debate sobre el tema
La locución atribuida a Aristóteles donde afirma que es amigo de Platón, pero más amigo es de la verdad (Amicus Plato, sed magis amica veritas), nos ayuda a entender la importancia que le daba a un concepto, en ocasiones, tan minusvalorado por su uso cotidiano como es el de «amistad». Sin embargo, para Aristóteles fue una idea vertebradora entre la ética y la política, pues como afirmaba Tomás Calvo, “la amistad constituye la realización más plena de la sociabilidad y la forma más satisfactoria de convivencia”
Por otro lado, Maruan Soto Antaki, en una publicación sobre este tema en Letras Libres afirma que insistir en que la amistad tiene que resistir toda diferencia política es no entender de amistad y tampoco de política.
Y continúa su exposición diciendo: Ya sea en democracia, en su ausencia o respecto a los espacios de conflicto, las posturas políticas, es decir, cómo se ve e interpreta el mundo, son tan íntimas que comparten el peso de la profundidad personal. Amistad y política se comportan como pasiones de una fuerza semejante que en ocasiones llega a embestirlas.
Cuando la lectura de un hecho transgrede principios fundamentales del individuo y se transforma en una acción contraria a lo que un otro considera de la mayor importancia, se rompen amistades. La reacción ante una guerra divide, resquebraja los lazos. En situaciones extremas, la adscripción a un proyecto político imposibilita mantenerlos. Es muy doloroso, pero ha ocurrido con sustento en cada ejemplo de conflicto en la historia. A pesar de esfuerzos asépticos por exigirle impermeabilidad política a la amistad, ambas contienen signos tan personales, en permanente convivencia con lo público, que es perfectamente válido el distanciamiento y la ruptura de una a causa de la otra.
De los filósofos griegos al pensamiento clásico francés, pasando por Arendt o Foucault, a la amistad, por sus muy particulares características, muchos le dedicaron una reflexión difícil de encontrar en las preocupaciones actuales. En general, analizamos hasta el agotamiento los espacios políticos, olvidando su naturaleza privada de efecto público y nos quedamos solo con este.
Toda amistad tiene sus límites, los infranqueables capaces de destruir lo esmeradamente sólido. Las relaciones de amistad, como el resto, contienen un margen de tolerancia a la diferencia. Su carácter de intimidad no deviene solo de sus efectos positivos, sino de las muy particulares razones y sentires en los individuos para considerarse en la relación.
Nuestros tiempos son en apariencia más políticos que otros, no porque la consciencia de lo público se haya hecho más amplia, sino gracias al excesivo peso que le damos a las ligerezas o a ciertas banalidades.
Montaigne, con su “era él, era yo”, evoca un reflejo de sí mismo. Un afecto por cualidades desde los que se crea una familiaridad electiva, en comunión y correspondencia. La amistad se teje en lo cotidiano, pero puede resistir la distancia espacial, hasta cierto punto. Es una relación escogida, libre, voluntaria, para la cual la transparencia es su insumo primordial y seguridad de una intención
¿Cómo se mantiene la amistad si una de las partes expresa racismo o xenofobia, cuando para la otra ambas son inaceptables? Después de más de dos años de invasión a Ucrania, ¿qué arraigos le sobreviven a una intimidad entre amigos con gran interés o implicaciones en el tema, si uno de ellos justifica o niega continuamente el secuestro de niños bajo orden de Moscú? Quizá ninguna otra situación ha roto más amistades en las últimas décadas que la de Palestina e Israel.
Lo irreconciliable existe y esos elementos transitables cambian entre personas y definen actitudes intolerables, acorde a intereses y principios personales , como las visiones políticas y los lazos. Al ser la amistad una relación de alta envergadura, se espera que resista las inquietudes políticas de bajo o mediano impacto.
Otros pensadores como Jacques Derrida, en Políticas de la amistad, se pregunta si existe alguna familiaridad con la que la amistad puede ser comparada. Con ninguna. Es una relación que se construye en base a la equivalencia y sin miras de trascendencia. Es suficiente consigo misma y representa una intención discreta de supervivencia compartida que desaparece con la falta de confidencia y confianza. Ambas, sujetas a la fragilidad de un resguardo de coincidencias donde lo relevante se ajusta al entorno cuando las realidades se complejizan.
Siglos de embates enseñaron que las diferencias religiosas no ameritan quiebre alguno. Las divinidades no afectan nada lo cotidiano y terrenal, no así el comportamiento de los individuos a partir de los extremos religiosos. ¿Puede una amistad sobrevivir a la adscripción con el fundamentalismo o el integrismo? ¿Qué sucede si algo de ese comportamiento se replica ante dogmatismos políticos laicos?
Dependerá de las nociones de emergencia, de riesgos, de presiones, tanto en el entorno como hacia el individuo.
En el presente donde parecen resurgir las pulsiones autoritarias incrementadas por la polarización, el entorno permite todavía guardar una relación de emergencia contenida. En este entorno social con presiones de pulsiones autoritarias se admite la ruptura de amistades cuando los intereses o principios individuales que idealmente deberían ser universales se enmarcan dentro de lo intolerable. Podrían considerarse “intolerables” la lectura política enfrentada que niegue la crisis de seguridad, violencia, discriminación o salud entre otros temas. La visión general suele tener un mejor blindaje que la individual, solo que la amistad es, sobre todo, individual.
La ruptura de lazos de amistad verdadera por la política produce un saldo extraordinariamente muy doloroso y suelen estar enmarcadas en situaciones reales o ficticiamente creadas por la polarización, pero que lleva a poner severamente en entredicho valores de convivencia, solidaridad y humanidad en suma. También es frecuente pasar en estas circunstancias de una manifestación de amor como es la amistad a un ciego odio cainita. JHP
Tema dificilísimo. La reacción dependerá de cada personalidad, la intensidad de esa amistad, las circunstancias compartidas y de las características del momento en el que surja la discrepancia que motive ese enfrentamiento. Quizás lo más habitual es que se dañe la amistad en momentos de gran riesgo y polarización. Hay también ejemplos de lo contrario cómo puede ser el caso de Lorca y de Luis Rosales. Es un tema que pone en juego los resortes más fuertes del humanismo y de la amistad. Y no siempre sale adelante lo que se desearía en circunstancias no extremas.
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