"La guerra de los huesos". F. Soriguer

 

Historias de la ciencia con moraleja

Federico Soriguer



Capítulos ya publicados.

1. El precio de la ignorancia. Marcel Proust y compañía. (http://joaquinperal.blogspot.com/2025/01/historias-de-la-ciencia-con-moraleja-i.html

 


Hoy publicamos una nueva entrega: "La guerra de los huesos".


2. La guerra de los huesos


                           Dedicado a mis amigos paleontólogos



En el año 2016   publiqué el libro “Si Don Santiago levantara la cabeza". La lógica científica contada en 101 historias nada científicas”[1]. En el Capítulo 4, (“Definiendo a los científicos. El mito del científico bueno”) hacía una relación de los pecados capitales de la ciencia y en el apartado de la soberbia y la envidia, ponía el ejemplo de dos grandes paleontólogos Edward Drinker Cope y Othniel Charles Marsh. La historia es bien conocida en el mundo de la paleontología pues en cierto modo ambos son considerados fundadores de esta disciplina. 


Ahora, también la conoce el público general a partir de algunas divulgaciones y sobre todo por la publicación de un libro “Auge de los dinosaurios. La nueva historia de un mundo perdido”, de Steve Brusatte[2], donde se cuenta esta historia que discurre a mitad del siglo XIX en un momento en el que Estados Unidos está culminando su gran proyecto nacional y en el que no faltan ni siquiera aventuras con pieles rojas.  Cope era paleontólogo de la Academia de Ciencias Naturales de Filadelfia y Marsh lo era del Museo Peabody de Historia Natural de la Universidad de Yale. Ambos se habían conocido en Berlín en 1863 y rápidamente entablan amistad, hasta el extremo de que ambos bautizaron algunos de sus descubrimientos con el nombre del otro (Colosteus marshii, denominó Cope en 1867 a uno de sus hallazgos; y Mosasaurus copeanus, le correspondió Marsh en 1869). Pero aquella amistad duró poco. 


Quizás no podía ser de otra forma. Cope, era neolamarckiano estricto y Marsh, un darwinista convencido. En ese momento una combinación inmiscible, pero, sobre todo, quienes les conocieron   describen su fuerte disparidad y sus caracteres imposibles y extremos que les llevó a enfrentarse en una carrera frenética por encontrar nuevos fósiles en el Oeste americano, que era también y sobre todo, una carrera por la gloria. Era, además, un momento crucial de la historia de la ciencia, Darwin acababa de publicar El origen de las especies en 1859 y,  EEUU era un país en pleno crecimiento en el que, por ejemplo, en 1869 comenzaba su andadura el Museo de Historia Natural de Nueva York y aparecía la revista Nature. Pero, sobre todo, un país que era una inmensa mina de fósiles, en el que todo estaba por descubrirse. 


La guerra empezó cuando William Parker Foulke descubre  el holotipo[3] del Hadrosaurus foulkii, uno de los primeros descubrimientos de dinosaurios en Estados Unidos. Los dos paleontólogos acudieron inmediatamente comenzando entre ellos una guerra sucia que no terminaría nunca. “Las reglas del juego eran saquear, robar furtivamente y sobornar” cuenta Brusatte[4]. Pagaban a operadores de los yacimientos para que entregaran a uno y no al otro los fósiles que iban encontrando. Si se enteraban de un nuevo punto para cavar, lo ocultaban al otro y enviaban allá a equipos pagados de su bolsillo para ser los primeros. Colaron topos en los equipos del rival para enterarse de lo que hacía su enemigo y boicotearlo. Impulsados por un ego infinito, patrocinados por sus fortunas personales (que dilapidaron), inmersos en una carrera que nunca saciaba su sed de revancha. Cope y Marsh enviaban ejércitos de cazadores de huesos a Nuevo México, Colorado, Nebraska, Wyomin.  Gastaron dinerales. Encontraron toneladas de restos, tantos que no había tiempo para catalogarlos o estudiarlos. Querían más. 


Más que el otro, por supuesto[5]. Utilizaron al ejército, se aliaron con los indios a los que prometieron ayuda a cambio de fósiles, llegaron a contratar a pistoleros dispuestos a dinamitar los yacimientos con tal de que no fuesen encontrados por el rival. Toda su obsesión fue ser los primeros en desenterrar el enorme tesoro en fósiles que les aguardaba bajo el suelo del salvaje Oeste americano. Una locura que duró dos décadas, entre los años 70 y 90 del siglo XIX. 

En el camino descubrieron nuevas especies de dinosaurios y contribuyeron a definir el campo de la paleontología, pero también cometieron enormes errores y destruyeron para el futuro numerosos yacimientos. 

 Es difícil decir quién fue el ganador de esta alocada carrera. Una carrera hasta la muerte. Cope murió en 1897, dos años antes que Marsh. Donó sus restos para que compararan su cráneo con el de Marsh y se dilucidara quién había sido más inteligente, pues existía entonces la idea de una relación entre inteligencia y tamaño del cráneo.  Nunca sabremos quién tenía la cabeza más grande pues Marsh se negó a entrar en esta pugna y pidió ser enterrado. Pero lo que es bien seguro es que ambos tenían la cabeza muy, muy dura. 

La primera vez que oí hablar de esta historia fue en  el delicioso libro de Wislawa Szymborska, “Lecturas no obligatorias[6] con el título de “Odio rentable” y, después he ido encontrando numerosas referencias en Internet como “La guerra de los huesos[7] , de donde he extraído algunas de las informaciones resumidas arriba. La pregunta cuya respuesta queda en el aire, dice Szymborska, es si hubiesen obtenido mejores resultados trabajando juntos y sin disputas. Imposible saberlo. Imposible volver atrás. La vida es un experimento de caso único. Ante el dilema planteado y la imposibilidad de repetir la historia, Szymborska concluye: “Estoy obligada   a aceptar con el corazón doliente y afligido solo lo que soy capaz de conocer”. Y yo, aquí, desde este modesto texto no puedo estar más de acuerdo con ella.  

[1] Federico J.C-Soriguer Escofet. Si Don Santiago levantara la cabeza. La lógica científica contada en 101 historias nada científicas. Incipit, 2016.

 

[2] Steve Brusate. Auge y caída de los dinosaurios. La nueva historia de un mundo perdido. Debate, 2019

[3] Holotipo es el ejemplar principal designado como ejemplar tipo de una especie en el momento de la publicación original.

 

[4] Steve Brusate. 2019 (Ibidem).

 

[5] Steve Brusate, 2019 (Ibidem). 

[6] Wislawa Szymborska, “Lecturas no obligatorias. Ediciones Alfabia. Barcelona, 2009

[7] http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_de_los_Huesos

Comentarios

  1. Hola, Federico. Muy interesante la carrera competitiva entre esos dos paleontólogos. La competición es la salsa de la vida. Un abrazo. Juan N

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