Cambio climático.Historia y contra- narrativas

 El cambio climático y el calentamiento global son unos de los problemas más importantes que tiene en frente toda la humanidad y otras especies que conviven con la nuestra. No es un problema de determinados países si no de todos los habitantes del planeta. El cambio climático no respeta ni respetará fronteras. Hay una lucha contra reloj en este asunto y también hay intereses poderosos que se interponen en la búsquedas de soluciones o de paliativos a este reto planetario.

A continuación comparto como introducción a estas cuestiones dos breves artículos sobre la historia de estos cambios en el clima de la Tierra y también un análisis a través de la mención de un libro, del entramado político-económico que se opone a las medidas contra esta amenaza tan grande y en crecimiento.

I)

CAMBIO CLIMÁTICO: BREVE HISTORIA DE UNA DISTOPÍA ANUNCIADA


Publicado en ethic en 2021


A pesar de los reiterados avisos que se han ofrecido a lo largo del tiempo, los efectos del cambio climático no dejan de agravarse, pero ¿cómo (y por qué) hemos llegado hasta aquí?



David Lorenzo Cardiel

@davidlorcardiel


https://ethic.es/2021/12/cambio-climatico-breve-historia-de-una-distopia-anunciada/




                                                   San Francisco, California, durante los incendios del año 2020.



Oímos tanto hablar sobre el cambio climático que hoy le ocurre lo mismo que a cualquier otro asunto que se repite hasta la saciedad: agota. Sin embargo, la insistencia en el calentamiento global y sus consecuencias no es caprichosa, pues tras ella se encuentra más de un siglo de predicciones que, lenta y fatalmente, se han ido cumpliendo. Repasamos brevemente la historia de un fenómeno que ha evolucionado de la posibilidad a la más absoluta evidencia.


Arrhenius, el pionero


En 1896 la industrialización había propulsado a Alemania, Francia y Gran Bretaña a repartirse los continentes más desfavorecidos. Al otro lado del océano, Estados Unidos ya había condicionado a Japón para tener su porción de influencia en Asia, mirando con gula aquellas frutas maduras que eran Cuba, Puerto Rico y Filipinas; en un par de años, estas antiguas colonias habrían de caer bajo su soberanía. Todo ello se lo debían las potencias al carbón, al petróleo y a una majestuosa que, protagonizada por el vapor, parecía que no tener fin.


No obstante, en Suecia, el físico y químico Svante Arrhenius se disponía a levantar la aguja del gramófono: junto con el geólogo estadounidense Thomas Chamberlin, el europeo había investigado la relación entre las concentraciones de dióxido de carbono atmosférico y la temperatura terrestre para una investigación sobre el hielo polar. Ambos revelaron que, de duplicarse la concentración de dióxido de carbono de aquel año, la temperatura media en la superficie del planeta iba a aumentar al menos en 5ºC. Nadie les hizo caso: en aquella época existía la creencia de que los océanos podrían captar casi ilimitadamente todo el dióxido de carbono producido por la actividad humana. No parecía haber nada por lo que preocuparse.


En 1950 se descubrió que los océanos solo pueden retener un tercio de los gases de efecto invernadero producidos por el ser humano


En este sentido, nada ocurrió hasta 1940, cuando los avances en espectroscopia revelaron que el vapor de agua y el dióxido de carbono reflejaban longitudes de onda electromagnética diferentes: el famoso gas de efecto invernadero absorbía la luz infrarroja, por lo que su mayor presencia sí podía ser culpable de un futuro –y notable– aumento en la temperatura global. Una década más tarde llegó otro varapalo. Se descubrió que los océanos, como mucho, solo pueden retener un tercio de los gases de efecto invernadero producidos por el ser humano. Aún así, y a pesar de las evidencias, los estudios realizados en la década de 1960 sostuvieron la existencia de procesos naturales alternos de calentamiento-enfriamiento. Se predijo, entonces, que a partir de los años siguientes comenzaría a descender la temperatura del planeta.


Aquí, sin embargo, se disparan las alarmas: la Tierra, lejos de enfriarse, comienza a calentarse aceleradamente. Estamos en la década de 1980, y numerosos movimientos sociales y oenegés inician campañas de concienciación para alertar de las consecuencias de un modo de vida que consideran equivocado. En 1988, la teoría del cambio climático es reconocida por la ONU y la Organización Mundial Meteorológica, convidando a los poderes políticos y financieros a establecer reuniones y cumbres internacionales para abordar el problema. Así sucedería en 1992 con la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro y en 1997 con el Protocolo de Kioto, que establecería unos compromisos de reducción de la emisión de gases de efecto invernadero para los países firmantes. A pesar de la importancia que se le dio a aquel protocolo, sin embargo, multitud de sus compromisos no fueron cumplidos. En esa misma década, desde el ámbito científico y ciertos sectores económicos se comenzaron a criticar las mediciones en las que se fundamentaba la veracidad de la teoría del cambio climático: año tras año, desde entonces, los récords de temperatura se suceden sin cesar.


En opinión de numerosos expertos, las acciones quizá lleguen demasiado tarde para evitar algunas catástrofes que inminentes


Es por ello que la preocupación por el cambio climático ha ido en aumento desde principios del nuevo milenio, tanto en el ámbito de la ciencia –donde el reconocimiento de la teoría es mayoritario– como en el institucional. Numerosas cumbres políticas se han ido sucediendo desde entonces, siendo algunas de las más relevantes las celebradas en Varsovia y Nueva York en 2013 y 2014 respectivamente, donde se intentaron actualizar los Acuerdos de Kioto. Mientras tanto, el pronóstico de Arrhenius, emitido a finales del siglo XIX, se ha convertido en realidad: el cambio en la dirección, la densidad y la salinidad de las corrientes marinas, la alteración de la capa de ozono, el propio calentamiento global y la alteración del clima –con el inevitable aumento del nivel de los mares y océanos– están obligando a acelerar la toma de medidas. Acciones que, en opinión de numerosos expertos, quizá lleguen demasiado tarde para evitar algunas catástrofes que, ahora, parecen inminentes.


Ante el cambio climático, hoy, el mundo parece girar en dos sentidos y a dos velocidades: los países ricos, que aplican medidas ecológicas, como la reducción en el uso de combustibles fósiles y un mayor control sobre las emisiones de la industria situada en su territorio, y el de los países emergentes, que hasta ahora han seguido con su productividad sin apenas aplicar ninguna medida que proteja al planeta. En 2015, para intentar asegurar un futuro, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Agenda 2030, un proyecto global donde se pretenden alcanzar para ese mismo año metas tan ambiciosas como la erradicación de la pobreza o una mayor protección del clima. ¿Mundo mejor o mundo peor? Pronto lo sabremos.


                                                             ***


II)


QUIÉN PONE OBSTÁCULOS EN LA LUCHA POR EL CLIMA


En paralelo a la creciente importancia de la agenda climática, ha surgido una tendencia reaccionaria que busca frenar su integración en políticas y agendas de todo el mundo. Europa ha experimentado un incremento en la obstrucción climática, pero ¿quiénes están detrás de estos movimientos y cómo operan?


Ariadna Romans

@AriadnaRmans

https://ethic.es/2024/09/quien-pone-obstaculos-en-la-lucha-por-el-clima/




Gobiernos ultraconservadores y partidos de extrema derecha en toda Europa están cuestionando el consenso político y científico sobre la realidad del cambio climático y su naturaleza sistémica. En este contexto, los escépticos del cambio climático están atravesando uno de sus momentos más destacados en los últimos años. Climate Obstruction Across Europe es el nuevo libro publicado por Oxford University Press, coordinado por la Climate Social Science Network (CSSN) de la Universidad de Brown (Estados Unidos). Este libro evalúa cómo diferentes gobiernos, organizaciones y empresas han propiciado el cambio climático y obstaculizado sus soluciones en distintos países europeos. Los casos de estudio seleccionados incluyen Reino Unido, Escocia, Irlanda, Suecia, Alemania, Países Bajos, Polonia, Rusia, República Checa, Italia y España, con un capítulo especial dedicado a la Unión Europea. Sus páginas desvelan quiénes y a través de qué tácticas están obstaculizando el avance en la acción climática hoy.


La obstrucción climática se define como las acciones y estrategias implementadas por determinados grupos sociales con el fin de ralentizar la implementación de medidas climáticas o impedir la adopción de políticas que se ajustan a las recomendaciones del consenso científico sobre el cambio climático y la prevención de interferencias antropogénicas perjudiciales. No obstante, las tácticas empleadas por este movimiento varían según el país. En algunos lugares, como Italia o Alemania, se utiliza la obstrucción mediante la difusión de desinformación y la invalidación de las tesis científicas sobre el clima, a menudo promovidas por redes de extrema derecha. En otros países, como el Reino Unido o España, se prefiere desviar la responsabilidad y la culpabilidad sobre ciertos desastres climáticos, dificultando su resolución y rendición de cuentas.



Otra estrategia popular en lugares como Escocia, Irlanda o el Reino Unido es minimizar el impacto de sectores como la agricultura en el cambio climático y utilizar la promesa de nuevos empleos para obtener apoyo para el desarrollo de nuevos combustibles fósiles. Peter Newell, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Sussex y coautor del capítulo sobre el Reino Unido en el libro, explica que «en su momento, el Reino Unido fue considerado un líder en temas climáticos, pero ahora una combinación tóxica de organizaciones escépticas del clima, medios de comunicación de derecha y grupos empresariales bien conectados han colocado el cambio climático en el centro de las guerras culturales, fragmentando el apoyo político transversal a la acción climática que existía».


 «Las resistencias sociales, culturales, económicas y políticas obstaculizan la concienciación sobre el impacto medioambiental de la industria alimentaria»


En el capítulo sobre el caso español, han participado los investigadores José Antonio Moreno y Nuria Almirón de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Ellos han analizado el rol de los think tanks que se oponen a la mitigación del cambio climático, en su mayoría conectados en red con otras organizaciones internacionales, así como los esfuerzos de los grupos de presión de la industria ganadera. En palabras de José Antonio Moreno, «España, con una de las tasas de consumo de carne más elevadas de la UE, se encuentra en un momento crucial de su trayectoria climática. Sin embargo, las resistencias sociales, culturales, económicas y políticas obstaculizan la concienciación sobre el impacto medioambiental de la industria alimentaria. […] Al sacar a la luz las tácticas de los obstruccionistas climáticos de estos sectores, podemos empoderar a las comunidades para que exijan transparencia, responsabilidad y una acción audaz por parte de los responsables políticos para hacer frente a estos retos y frenar los poderes antidemocráticos de estos obstruccionistas».


El capítulo especial dedicado a los países de la Unión Europea ofrece información valiosa para la acción colectiva. Destaca no solo las alianzas formadas en el Parlamento Europeo por partidos negacionistas o escépticos del clima, sino también el papel de los grupos de presión y lobbies en la ralentización o bloqueo de directrices políticas comunitarias favorables a la acción contra el cambio climático. Uno de los casos destacados es el de la compañía de combustibles fósiles Shell, que ha presentado el gas como una «tecnología de transición crucial para la transición energética», practicando greenwashing en sus campañas públicas y retrasando la transición genuina hacia fuentes de energía renovables.


Así, la obstrucción climática no solo actúa como un freno a la acción contra el cambio climático, sino que también ofrece una contra narrativa que, además de ser perjudicial para la respuesta a la emergencia climática, distorsiona el discurso público y socava el derecho de los ciudadanos a recibir información precisa, clara y veraz. En este contexto, el libro se convierte en una herramienta fundamental para comprender cómo operan los principales actores de la obstrucción, cuáles son sus estrategias y cómo se puede contrarrestar su narrativa, constituyendo el primer mapa exhaustivo sobre esta problemática en el continente europeo.





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