¡¡Basta ya de izquierdas y derechas!!. René Bonatti

¡¡Basta ya de izquierdas y derechas!!


René Bonatti





Agradezco la invitación a participar en esta revista cultural ya que mientras esté en la memoria de algunos seguiré estando aquí.

Encabezo este escrito con un título que muchos no estarán de acuerdo y quizás otros sí. Probablemente cuando más politizado esté el lector más en desacuerdo estará.

Creo que actualmente el uso excesivo de los conceptos izquierda y derecha alejan al menos politizado y acentúan los comportamientos cerriles de los más ideologizados.


Sabemos todos que estos términos de izquierda-derecha tienen su origen en la asamblea francesa en  1789. En dicha asamblea los que se sentaron a la izquierda defendían un peso y participación mayor de la ciudadanía respecto al rey y la nobleza y los que sentaron a la derecha todo lo contrario.

 Desde entonces “mucha agua ha corrido bajo el puente” y estas tendencias han tenido sus propias divisiones y comportamientos a lo largo de la historia no salvándose ninguna de las dos, de críticas contundentes.


Pero tratando de simplificar podría decir que la izquierda tiene como objetivo fundamental disminuir las desigualdades sociales, defender a los más desfavorecidos y sostiene que el desvalimiento de las clases sociales más pobres tiene que ver con la estructura socio-económica de una sociedad determinada. Por ello la libertad, la justicia y la igualdad son sus estandartes.  La derecha por el contrario suele defender preferentemente los intereses de los más pudientes de la sociedad, siempre está enrocado en la defensa de la propiedad privada y cree en gran parte que la situación de los menos favorecidos se debe en muchos casos a la falta de iniciativa personal, al nulo emprendimiento y/ o a cierta vagancia, donde todo se espera del estado.

El folclorismo, las “esencias”, las tradiciones, los nacionalismos, son más patrimonio de las derechas aunque en los últimos años hemos visto a cierta izquierda identitaria renunciar a los principios fundaciones de esta ideología y compartir con sus supuestos adversarios de la derecha estos mismos  o similares objetivos.


El desgano, los prejuicios, falta de formación o el débil convencimiento de lo que se defiende lleva a los políticos actuales a simplificar en sus argumentos a favor o en contra de un proyecto con muletillas para lo que lo que se debate. Y es allí, donde hacen un uso excesivo de los calificativos de derechas o de izquierdas. Desde mi punto de vista esta actitud empobrece el debate, hace que este no sea constructivo, que se base solo en tópicos o que se considere un insulto el catalogar a una persona, grupo o idea de izquierdas o de derechas. Todo ello a su vez produce un distanciamiento del ciudadano corriente, de la política y produce un hartazgo que es recogido por posturas más ultras en el presente.

Cuando Trump, Milei, Bolsonaro o Ayuso descalifican ideas porque son de “comunistas” radicales o “casta de zurdos” evitan un debate real de los temas a tratar y basan sus intervenciones espoleando los prejuicios, tópicos y superestructuras creadas en otros tiempos para obtener así sus beneficios particulares. 

No lo hacen por ignorancia sino por estrategia política multiplicada en las redes sociales y en las fábricas de bulos y fake news. Trump sabe perfectamente que Kamala Harris no es comunista pero lo emplea en su campaña para mentir y distorsionar la opinión pública basándose en conceptos reaccionarios creados ya hace tiempo.

Lo mismo le ocurre a sectores de la izquierda donde emplean técnicas muy similares, donde todo lo que no entra en su argumentario político programático es de derechas o de ultraderecha. Así se elude cómodamente un debate profundo, realista y sincero sobre los problemas que aquejan a la sociedad de hoy.


Ambas tendencias o mejor dicho sus representantes, han perdido credibilidad ante grandes sectores de la ciudadanía ya que su palabra muchas veces carece de valor y hacen  con el uso del lenguaje una arma más para defenestrar al contrario o para seguir en el poder.


La democracia es con sus defectos el mejor sistema que de momento podemos aspirar a afianzar en las sociedades humanas. El  peligro mayor está dentro de los mismos sistemas democráticos que se traducen en la pérdida de confianza en los políticos, en la incoherencia de los mismos, en la falta de valores éticos y morales en en el ejercicio de esa actividad tan fundamental como es la política. 

Todo ello, como decía antes, produce un alejamiento de la ciudadanía de los partidos actuales y por tanto hacen crecer organizaciones antidemocráticas, xenófobas o racistas.


Sin epítetos previos de derecha o izquierda, cualquier aporte en política que se dedique en profundidad y sin banderías de grupo, a tratar el problema de la vivienda, de la sanidad, de la educación, de la inmigración y de la integración europea, teniendo como mira disminuir las desigualdades sociales y frenar el poder de las grandes corporaciones tecnológicas y financieras, creo que sería aplaudido por la mayoría de la sociedad. No toda la derecha es igual ni tampoco la izquierda.

Dejémonos de calificativos en ocasiones obsoletos y defendamos ideas y proyectos en concreto buscando la consecución de consensos para avanzar en la sociedad.


Le doy a leer este escrito a una amiga y nos enzarzamos en una larga discusión. Espero que sus ideales previos de izquierda le hagan aflorar la capacidad crítica y la necesidad de cambiar cosas para que podamos concluir que quizás ambos tengamos parte de razón, o al menos…


Hasta la próxima

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