"Los límites del Me Too"; "Elogio de la primavera" y otros artículos recomendados

Comparto tres artículos que pienso que os pueden interesar:

I) Los límites del "Me Too"

II) Discriminación en Cataluña

III) Elogio de la primavera


I)

 LOS LÍMITES DEL ‘ME TOO’: ¿HASTA CUÁNDO Y HACIA DÓNDE?

 

Independientemente de la intención originaria del #MeToo, las consecuencias de este movimiento no están resultando ser del todo positivas.

 

 Loola Pérez(Feminista, filósofa, psicóloga y escritora)

@DoctoraGlas

    

 Publicado en la revista ethic



 El movimiento #MeToo, que ha tenido un alcance global desde octubre de 2017, ha contribuido a visibilizar la violencia sexual y la desigualdad de género en los espacios de trabajo. Tras las acusaciones de abuso contra el famoso productor Harvey Weinstein, fueron muchas las mujeres que se solidarizaron con las víctimas y compartieron también sus testimonios individuales. Me Too se adecuaba a una de las preocupaciones del movimiento feminista, el problema estructural de la violencia sexual, y facilitaba que las mujeres rompieran el silencio. Sin embargo, la denuncia social a golpe de hashtag y al margen de los canales institucionales, ha provocado también recelos y reacciones críticas, tanto fuera como dentro del activismo feminista.

 

En España, el asunto ha vuelto a la opinión pública tras la reciente revelación por el diario El País de tres testimonios que acusaban al director Carlos Vermut de violencia sexual. Tres testimonios que describen conductas muy dispares, algunas manifiestamente abusivas y otras, que se pueden calificar como desagradables e inapropiadas. Inmediatamente, las redes sociales se llenaron de multitud de reacciones y una parte de ellas incluso sugería que el silencio al respecto ya era motivo de sospecha. Un ejemplo de ello lo encontramos en el tuit de Lucía Lijmaer: «Venga, compañeros hombres, de la cultura. Periodistas, artistas, escritores, críticos, productores, directores. No cuesta tanto hablar del tema del día, del mes, del año».

 

 Me sorprende que cualquier gesto de prudencia o la firme determinación de no sumarse a un linchamiento, aún pudiendo tratarse de una persona que ha realizado actos terribles, se conciba estrictamente como una defensa o una falta de sensibilidad sobre los hechos.

«Los medios de comunicación se han convertido en un nuevo tribunal público y, en ese sentido, como ciudadanía, deberíamos estar vigilantes»

 

Independientemente de la intención originaria del Me Too, las consecuencias desplegadas de este movimiento no han sido del todo positivas. Los medios de comunicación se han convertido en un nuevo tribunal público y, en ese sentido, como ciudadanía, deberíamos estar vigilantes. En el juicio mediático se nos pide que decidamos sobre la inocencia o culpabilidad de los implicados, pero también que nos posicionemos abiertamente a favor de las víctimas. Aunque el sistema legal no sea perfecto, como ciudadana y feminista, anhelo que tales acciones no se planteen en un juzgado. Es esencial considerar que los hombres (y en general, cualquier persona) son victimizados cuando se establece un sentido de la justicia anárquico y que, en caso de ser culpables, no asegura su reinserción social. Personalmente, no creo que este sea un precio que valga la pena pagar por revelar los abusos o conductas sexualmente inapropiadas.

 

Romper el silencio es legítimo y es el primer paso para sacudirse de un dolor que puede ser monstruoso. Ahora bien, si queremos dar apoyo a las víctimas y mejorar la respuesta a estas denuncias, el objetivo no puede ser defender o infravalorar otros procesos de victimización. Asimismo, no solo es que el acusado tenga derecho a defenderse, es que las víctimas merecen una reparación al margen de la cancelación, la publicidad negativa y la vergüenza pública de quien las hirió.

 

Un feminismo que no clama por un juicio justo, por un sistema de justicia accesible para todos los ciudadanos, puede generar antipatía hacia la causa. Las iniciativas que implican la protección de los derechos civiles no pueden conformarse con meros señalamientos en las plataformas mediáticas o en las redes sociales, deben abogar por un sentido de la justicia que implique a toda la comunidad.

 

«Un feminismo que no clama por un juicio justo, por un sistema de justicia accesible para todos los ciudadanos, puede generar antipatía hacia la causa»

 

Las reputaciones perdidas pueden desalentar a posibles delincuentes y animar a muchos hombres a realizar un examen de conciencia sobre sus actitudes, en la seducción y en el sexo. Sin embargo, también pueden provocar efectos totalmente indeseables, incentivando una escalada de violencia o reforzando sentimientos de venganza. Además, el señalamiento público del agresor no se traduce directamente en un cambio estructural. La indignación está resultando no ser un buen catalizador para un cambio social y, en cambio, sí está socavando la credibilidad en el movimiento feminista. 

 

Todavía hay muchas mujeres que no pueden participar en el Me Too, ya sea porque no tienen redes sociales o porque no tienen la suficiente confianza todavía para contarlo.

Otra cuestión que merece plantearse es que estas acciones de denuncia no están siendo trascedentes ni funcionales en espacios ajenos al corporativismo del cine y la cultura. Son las personalidades conocidas y las élites políticas las que adquieren protagonismo en este tipo de noticia. El hecho de que los implicados sean conocidos marca la diferencia a la hora de permitir que sus acusaciones sean escuchadas e incondicionalmente creídas. Pero ¿acaso esto se puede extrapolar a lo que puede estar sucediendo en una oficina o en el campo, con dos personas anónimas?

 

Por otro lado, el testimonio de las víctimas genera una recompensa material. Los medios prosperan a partir de la controversia, el escándalo y el dolor ajeno. Hablar abiertamente del trauma puede provocar que algunas víctimas se sientan instrumentalizadas por quienes les dan voz. Los periodistas resultan heroicos y adquieren un reconocimiento por su trabajo. Ellas reciben apoyo social, pero a costa de reforzar la identidad de mujer basada en el daño y de verse reducidas, a propósito de las descripciones de estos, como meros objetos sexuales. De modo que, promover esta especie de «cultura testimonial» puede ser un arma de doble filo para las víctimas. La denuncia en los medios no brinda automáticamente una atención posterior ante el posible malestar psicológico y puede incluso no resultar del todo liberadora.

 

Es evidente que, en la última década, ha habido cambios con respecto al tratamiento social de la violencia sexual. Soy consciente de lo difícil que es para muchas mujeres emprender un proceso judicial cuando han sido víctimas de una violación, pero quizá por ello considero que el feminismo debería poner el foco en aquellas actuaciones que se traducen en un cambio legal y social, y no solo en las acusaciones de violencia sexual que, con el paso del tiempo, se quedan en meras reacciones y cancelaciones culturales.

 

                                                    ***

II)


Discriminación en Cataluña

  • DANIEL GASCÓN


El Parlamento Europeo ha rechazado esta semana el sistema de inmersión lingüística en Cataluña. Con el voto en contra de nacionalistas y socialistas, y con votos a favor del Partido Popular Europeo, Renew (que integra a Ciudadanos) y el grupo de Conservadores y Reformistas (donde está Vox), la Comisión de Peticiones del Parlamento ha aprobado el informe de la misión que visitó Cataluña en diciembre. Dice que ninguna de las lenguas oficiales puede excluirse como lengua vehicular y que las dos deben emplearse en las materias troncales. Señala la necesidad de que los estudiantes conozcan bien el español y el catalán, y sostiene que la promoción de las lenguas regionales debe hacerse respetando los derechos individuales. Critica que no se aplique la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y pide a “las autoridades regionales y nacionales competentes que garanticen que no se discrimina a los niños por ningún motivo, incluyendo el de ser hispanohablante”.


La revista Social Science Research ha publicado un trabajo de Mariña Fernández-Reino y Mathew J. Creighton titulado Who is the majority group?, que analiza la discriminación laboral en Cataluña. El paper, que combina dos estudios, identifica la influencia de los nombres en el proceso de contratación y “evalúa las asociaciones entre nombres y percepciones de origen geográfico, clase social y competencia lingüística”. Tener un nombre catalán confiere ventajas en el mercado laboral en esa comunidad a través de tres mecanismos. En primer lugar, se asocia a una percepción del dominio del lenguaje. Dicen los autores: “Los solicitantes [de uno de los estudios] no se consideraban igualmente productivos a causa de prejuicios preexistentes de los empleadores sobre el dominio del idioma catalán de diferentes perfiles de nombres”. 


La mayoría de la población catalana es bilingüe: el 36,1% prefiere el catalán y el 48,6% el castellano, una diferencia influida por los orígenes familiares. En segundo lugar, los apellidos catalanes indican una clase social más elevada (los 10 apellidos más comunes de Cataluña son “castellanos”). En tercer lugar, los investigadores apuntan que se premia a aquellos que se consideran “de dentro”. El enfoque adoptado en este artículo, explican, se puede comparar con otras investigaciones sobre discriminación étnica en contextos multilingües. La lucha contra la discriminación y la defensa de los derechos lingüísticos son causas no solo de la izquierda, sino de cualquier proyecto heredero de la Ilustración. Pero ya sabemos que estos son tiempos confusos. @gascondaniel  (Publicado en El País)



                                                                      ***

III)


Elogio de la primavera


Somos más felices en primavera. Incluso mejora nuestra salud física. Llevamos siglos celebrando la llegada de esta estación, pero el cambio climático la pone en peligro.


(Publicado en ethic) https://ethic.es/2024/03/elogio-de-la-primavera/

    



Botticelli, Sandro (1477-1478). ‘La primavera’ [Temple sobre tabla]. Galería Uffizi, Florencia, Italia.


Raquel C. Pico

@raquelpico


El 20 de marzo es el día en el que oficialmente empieza la primavera, al menos en el hemisferio norte. Damos simbólicamente fin al frío del invierno y abrazamos la llegada del buen tiempo.

Puede que el comienzo de año sea oficialmente en enero, pero emocionalmente no es difícil sentir que ocurre, en realidad, con el principio de esta estación. La primavera es el momento que vinculamos a la siembra y, con ello, a los nuevos inicios. Culturalmente, los meses primaverales han estado vinculados a muchísimas tradiciones, fiestas y celebraciones, que a su vez lo estaban con este punto. Se festejaba el florecimiento de los campos y el potencial futuro de todas esas cosechas.


Todavía ahora, que nuestro calendario no está tan conectado con el de la naturaleza como podía estarlo en el pasado, la primavera sigue siendo la estación favorita de mucha gente. Se podrían buscar muchos argumentos sobre por qué amamos la primavera y justificar así esa preferencia. Aumentan las horas de luz, las temperaturas son suaves y la naturaleza se vuelve a llenar de vida, lo que la dota de un cierto optimismo. Incluso, se podría hasta hacer el cálculo estadístico de que en primavera se vive con más seguridad. La ciencia dice que el crimen cae cuando llega esta estación: sus más horas de luz implican una reducción de los robos del 27%.

La primavera es el momento que vinculamos a la siembra y, con ello, a los nuevos inicios


También –algo que, eso sí, las personas alérgicas no acabarán de comprar como argumento– en primavera se vive mejor, puesto que la estación tiene un impacto positivo en la salud física y mental. El mejor tiempo aumenta la actividad física, puesto que nos hace pasar más tiempo fuera y nos empuja al movimiento. Si salir a dar un largo paseo en medio del invierno no resulta siempre tentador, un día primaveral lo hace potencialmente mucho más atractivo.

Por lo que respecta a la salud mental, se habla de que se produce también una mejora del estado de ánimo conectado con este contexto primaveral. Es algo, eso sí, que la subida de las temperaturas por el cambio climático podría estar poniendo en peligro. Lo bueno de la primavera –frente al más duro verano– está en que las temperaturas no son abrumadoras, sino lo suficientemente suaves como para poder disfrutarlas sin sentir que el exceso de calor sobrepasa.

La sabiduría popular dice que la primavera es la estación del amor, aquella en la que la gente se enamora más. Los psicólogos de Grupo Laberinto Psicoterapia para la Salud, María Victoria Sánchez y Ángel Fernández, reconocen a Informativos Telecinco que es muy difícil sacar datos concluyentes sobre la relación entre las estaciones y el amor. «No obstante podemos apuntar distintos factores biológicos y sociales que interactúan haciendo que se incrementen las relaciones sociales en la época primaveral», explican.

Todos los cambios que llegan con la primavera impactan en el cuerpo humano y tienen como efecto derivado un aumento de la sociabilidad. Al pasar más tiempo fuera suben las interacciones sociales y la posibilidad de encontrar pareja. Y suman: «El cuerpo es más sensible a los estímulos ambientales y a las sensaciones placenteras». El uso de aplicaciones como Tinder sube un 20% en esta estación, de hecho.

Igualmente, se puede encontrar un vínculo entre la primavera y los procesos creativos, ya que este es un tiempo propicio. La primavera empuja a la creatividad. O al menos eso defienden sus entusiastas.

La primavera, en peligro

En resumidas cuentas, pocas personas dudarían del poder de la primavera y de su elevada popularidad entre la ciudadanía. Se ama el tiempo primaveral y todo lo que supone.

Sin embargo, la primavera –y todas esas razones por las que se ama tanto– están en cierto peligro: la estación puede ser uno de los daños colaterales del incremento de las temperaturas. De hecho, ese cambio que simboliza el día exacto en el que cambiamos de estación es más simbólico que nunca, puesto que las temperaturas de invierno se han ido volviendo mucho más suaves de lo que eran en el pasado. Según la AEMET, el pasado invierno fue el más cálido de la serie histórica en España. Se podría decir que media España no ha tenido invierno. Está ya atrapada en un bucle de sequía que antes no esperábamos tanto hasta el verano.

A medida que la emergencia climática va haciendo las cosas más y más abruptas, van desdibujándose las estaciones intermedias, el otoño y la primavera. Ya casi se podría decir que nunca es primavera, puesto que su excesivo buen tiempo la está haciendo demasiado veraniega. Estos días más calurosos y más soleados pueden agravar problemas como la sequía o afectar desde a la agricultura hasta la industria del turismo, pasando por muchas otras áreas entre medias.

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