Artículos recomendados. Misceláneas. I. Alonso Tinoco, S. del Molino.F Soriguer, F. Hylton y otros

En este apartado de Sinapsis, hoy expondremos temas muy diversos en los seis artículos escogidos.

I) Brasil

Dada la actualidad del levantamiento antidemocrático en Brasil os invito a leer en el enlace siguiente un artículo publicado en Nueva Sociedad. El mundo se ha conmovido con este nuevo intento antidemocrático en Brasil ya ensayado por Trump en el Capitolio y salvando las diferencias, también está relacionado con los avances del populismo y corrientes antidemocráticas expresadas en el intento o preparación de golpe de estado en Alemania por parte de lo más reaccionario de la sociedad actual. A todos esto esto le sirve de telón de fondo la guerra de Ucrania y sus consecuencias que hacen construir un panorama inseguro e inestable del mundo contemporáneo. El incremento de las desigualdades, la falta de una práctica democrática y responsables por muchos de los partidos políticos actuales, a lo que sumamos como instrumentos peligrosos las fakes news y las mentiras propagadas y no combatidas de las redes sociales. El artículo siguiente lo escribe, Forrest Hylton (Associate Professor of Political Science, Universidad Nacional de Colombia-Medellín). Pinchar el enlace siguiente.





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II) Esclavitud

Recientemente en la revista Letras Libres se publicó un artículo sobre la esclavitud y tras su lectura creo que va a producir debate dado que rompe con algunas ideas muy establecidas en la sociedad. A continuación lo transcribo para favorecer la controversia y la discusión.





https://letraslibres.com/revista-espana/la-falacia-del-blanco-malo/

 

"La falacia del blanco malo"


Por María Teresa Giménez Barbat

(Barcelona, 1955) es antropóloga y escritora. Su libro más reciente es Citileaks (Sepha, 2012). Es editora de la web www.terceracultura.net.

He visto un infumable video del infumable Michael Moore sobre la maldad intrínseca del blanco americano. Se llama “Una historia breve de los Estados Unidos”. La peculiar “brevedad” del video requiere de una peculiar “brevedad” intelectual por parte del espectador. Lo del “autoodio” está muy gastado pero, o padece Moore de esa enfermedad o es que por hacer dinero uno es capaz de calumniar a toda su raza (con perdón). Una de las barbaridades que nuestro estúpido hombre blanco lanza es que (literalmente), como a los americanos no les gustaba trabajar, se fueron a África a buscar esclavos y que así se convirtieron “en el país más rico del planeta”.

Justamente he visto el video cuando terminaba el imprescindible, magnífico y esclarecedor libro de Thomas Sowell Black rednecks and white liberals (Encounter Books, 2005). Por si algún lector no se ha estrenado aún con la obra de Sowell, lo recomiendo encarecidamente porque es una especie de resumen de los temas que han centrado sus investigaciones durante los últimos veinte años. Thomas Sowell, negro negrísimo e incorrectísimo políticamente hablando no solo no compra el mito del blanco esclavista y malvado, sino que hace una ferviente defensa del papel de Occidente (el Occidente blanco del XIX) en la abolición de esta abominable práctica.

En el capítulo “The real history of slavery”, Sowell da un repaso a unos hechos irrebatibles que desmontan el mito asegurando que no existe otro “horror histórico” tan perfectamente construido. Hasta el punto de que no tiene reparo en enmarcarlo en este mismo “eurocentrismo” que tanto denuncian sujetos como Moore.

Dice Sowell que basta un simple paseo por una biblioteca de mediano tamaño para darse cuenta del maniqueísmo de la obsesión por el esclavismo americano cuando se compara con lo poco que se ha escrito sobre el número muchísimo mayor de africanos esclavizados por los países islámicos del Medio Este y de África del Norte. Por no mencionar la vasta cifra de europeos esclavizados en pasadas centurias por los países islámicos y por países en el mismo corazón de Europa. Al menos 1,000,000 de europeos fueron esclavizados por los piratas del norte de África entre 1500 y 1800. Los esclavos europeos eran vendidos en Egipto incluso después del decreto de emancipación proclamado por la ley americana en el siglo XIX. De hecho, un tratado anglo-egipcio de agosto de 1885 prohibió la venta de esclavos blancos y la importación y exportación de esclavos sudaneses y abisinios.

El esclavismo era común desde Asia hasta Polinesia. China, por ejemplo, era uno de los mayores mercados de esclavos del mundo. En la India era tan grande su número que su estimación indica que había más esclavitud allí que en todo el hemisferio occidental. También era común y brutal la esclavitud en la América prehispánica. Algunas religiones objetaron ese trato para los suyos en épocas antiguas, pero los cristianos, los musulmanes o los judíos no tenían reparo en esclavizar a miembros de otras religiones. Estar al servicio de Dios y de la fe no garantizaba ver al prójimo como semejante. El clero poseía esclavos tanto en los monasterios cristianos de Europa como en los monasterios budistas de Asia. Incluso, como recuerda Sowell, la sociedad ideal de Thomas Moore contemplaba y permitía la posesión de esclavos.

Uno de los argumentos más importantes de Sowell es su afirmación de que la raza (o el desprecio por una raza) nunca tuvo que ver con la esclavitud. Para remarcar la innecesaria relación entre esclavitud y racismo, nos recuerda que la palabra “slave” viene de slav (“eslavo”) y no solo en lengua inglesa, sino también en otras lenguas europeas y en árabe. Los eslavos fueron en su día la carne de esclavitud favorita tanto en Europa como en el mundo islámico. Blancos esclavizando a blancos.

Durante siglos (por no decir milenios) la gente esclavizaba a quien podía, aunque tuviera su mismo color de piel. En palabras de Sowell: “la gente era esclavizada por ser vulnerable, no por su aspecto”. De hecho la creación de naciones-estado vino a poner las primeras dificultades serias a este tipo de comercio. A partir de cierto momento, los esclavistas que secuestraban a un desgraciado podían recibir las represalias de una nación entera si formaba parte de ella.

Para Sowell, solo hace un par de siglos que el concepto de esclavo viene ligado a ciertas líneas raciales. La vinculación del esclavismo con la raza (negra) es una elaboración a posteriori, cuando los esclavistas del sur de los Estados Unidos tuvieron que fabricar argumentos para defenderse de la pujanza de un abolicionismo que amenazaba su sistema económico. Así se creó el mito de la raza inferior como pretexto para dar tal diferencia de trato a todo un colectivo. Para Sowell, el racismo no fue la causa sino el resultado de la esclavitud.

Este convencimiento le lleva a una encendida defensa del papel abolicionista de quienes precisamente han sido acusados de ser el paradigma del esclavismo y la crueldad: el mundo angloamericano y las sociedades blancas en general. Efectivamente, es de justicia recordar el liderazgo que tomó Inglaterra en el siglo XIX en defensa de la libertad de todas las personas, cuando ningún otro país esclavista lo había hecho y que le costó una pérdida importante de recursos económicos. No solo no le reportaba ningún beneficio tangible, sino que incluso llegó a pagar sobornos a España y Portugal para conseguir su cooperación en las campañas que emprendía. El papel que jugó entonces Inglaterra recuerda en cierto modo al que han jugado algunas de las modernas ONG. Por ejemplo, la armada inglesa entró en aguas brasileñas en 1849 y destrozó varios buques de este país porque estaban siendo usados en el tráfico de esclavos. También presionó al Imperio Otomano amenazando con abordar sus barcos en el Mediterráneo. Igualmente actuó en las costas africanas. Las acusaciones de hacerlo por motivos interesados, como ha expresado el ensayista David Brion Davis, las presenta Sowell como sumamente injustas, y recuerda cómo el mismo John Stuart Mill ya lo consideraba extraordinario en esa época y se sorprendía de que los británicos se gastasen una suma equivalente al presupuesto “de un pequeño país” en el bloqueo de los barcos de esclavos en la costa africana en contra de sus “intereses pecuniarios”.

No fueron los únicos “blancos” que abominaron del esclavismo en aquellos tiempos. Los americanos acabaron con él en Filipinas, los holandeses en Indonesia, los rusos en Asia Central, los franceses en las Indias Orientales y en el Caribe. Los alemanes, por su parte, colgaban a menudo a los traficantes de esclavos en África Oriental en el mismo lugar en que eran localizados.

Como dice Sowell, nunca hubo una civilización en un país no occidental que compartiera la animosidad contra el esclavismo que se experimentó en Occidente desde mediados del siglo XVIII y que no cejó hasta verlo erradicado por completo o casi en el siglo XX. En palabras de Sowell, “quizá no ha habido un contraste más grande entre los dos mundos en ningún período de la historia”. Para él lo extraordinario no es el esclavismo sino la emergencia en el siglo XVIII de tan gran conciencia de la iniquidad que representa esclavizar a otros seres humanos, cualquiera que sea su raza o religión. Sin desdeñar el papel de las iglesias cristianas en esta rebelión, planea sobre todo ello el espíritu de la Ilustración en sus aspectos más esclarecidos. Adam Smith en Gran Bretaña y Montesquieu en Francia escribieron profusamente denunciando la esclavitud.

Al contrario de los mitos creados por autores como Alex Haley, los negros africanos no eran esos bucólicos inocentes que se describen. Eran los propios africanos quienes esclavizaban a sus hermanos de raza vendiéndolos a los árabes o a los europeos. En el mismo pico del esclavismo los africanos retenían más esclavos para su propio consumo que los que enviaban al hemisferio occidental. A pesar de las descripciones de Haley, eran pocos los tratantes de esclavos propiamente blancos que se aventuraban en el corazón de África. La esperanza de vida de un no nativo en el interior del África subsahariana era de menos de un año, a causa de enfermedades como la malaria. Debido a las condiciones de hacinamiento, incluso los índices de mortalidad de los blancos que viajaban en barcos de esclavos hacia Occidente eran igual de altos que los de los negros.

Tampoco estaban libres de mácula los negros libres que vivían en el sur esclavista americano. Se calcula que un tercio de las personas de color que habitaban en Nueva Orleans poseían esclavos, y miles de esclavistas negros se unieron a la confederación durante la Guerra Civil. Por la misma época, Brasil tenía muchos más esclavos que Estados Unidos y seguramente fue el mayor “consumidor” de los mismos de cualquier nación de la historia.

Por otro lado, se discuten poco otros efectos, como un tipo de pervivencia del esclavismo que resulta en la adquisición de un sentido de estigma que algunas tareas u oficios sufrieron posteriormente y que fueron nocivos para el desarrollo y la prosperidad de ciertos pueblos. La clase trabajadora de ciertos países experimentaba gran repugnancia al ejecutar trabajos indispensables que antes habían sido cosa de esclavos. Grandes conquistadores, como los mongoles o los españoles, llegaron a desdeñar algo tan determinante para el desarrollo económico y cultural como el comercio, por las mismas razones. Todos estos perniciosos tics han tenido que ver con el subdesarrollo de algunos países. Los inmigrantes italianos, por ejemplo, que no habían vivido el esclavismo, prosperaron en países como Brasil o Argentina, donde el recuerdo estaba cercano y cuyos empobrecidos habitantes se negaban a efectuar según qué tareas aunque  pasaran hambre.

Para Sowell, la reiterada descripción de la esclavitud como una vergonzosa experiencia sufrida solo por negros, como triste sino de su raza, y practicada solo por blancos, como malvada consecuencia de su condición infame, acaba creando un marco donde la discusión racional sobre estos temas es difícilmente alcanzable. Eso, al contrario de lo que cree Michael Moore, rebaja a los negros y hace que perdamos de vista que esta práctica aún se resiste a desaparecer en países como Mauritania, Sudán y en algunas partes de Nigeria y Benín.

Esta autoflagelación etnocentrista es absurda y perniciosa. Si giramos la vista atrás, mucho de lo que vemos nos helará la sangre. Igual que Sowell, creo que ha habido un evidente progreso moral. Aquellos fueron otros tiempos y otras gentes. Como dice el prestigioso ensayista negro: “los principios morales son intemporales pero las elecciones morales son las posibles en un particular tiempo y lugar”. ~

 

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 III)




PAPÁ NOEL VERSUS REYES MAGOS: OTRA COMPARATIVA APÓCRIFA

Con toda seguridad, los padres inicialmente monárquicos, lamentan la tardía llegada de sus majestades en clara desventaja con la más tempranera de Santa Claus -Papá Noel (no consigo poner la diéresis en su sitio, qué le vamos a hacer).

La culpa, es evidente, la tiene el calendario escolar ya que los Reyes están irremediablemente marcados por las fechas de la Biblia. Y con la Iglesia hemos topado; eso no puede tocarse porque empezaría a oler a chamusquina.

Podría entonces moverse el calendario escolar, pero eso abriría la puerta de los infiernos: diecisiete autonomías con diecisiete calendarios y diecisiete cuerpos docentes sacando las navajas y de los sindicatos ni hablo. Sin contar el estupor empresarial, el zarandeo económico y hasta la humedad relativa del aire, por involucrar al cambio climático que siempre viene bien.

Habida cuenta de lo cual, imposible mover las fechas, mantener la exclusividad monárquica se convierte en un suplicio para niños (pobrecitos ellos) y por lo tanto para sus padres (mucho más pobrecitos). No hay, entonces, más remedio que claudicar abriendo la brecha para la infiltración foránea que, de paso, incrementa el consumo - dos oleadas de regalos en vez de una- que es de lo que se trata mayormente, con perdón de las tradiciones.

Puestos a justificar la descarada infiltración de Papá Noel, podría aducirse que la monarquía está en crisis, que resulta muy raro ver a tres reyes juntos sin pelearse, que no constan sus respectivos reinos y que, para magia, la de Papá Noel que va por el aire (como E.T.) y el sólo regala tanto como los otros tres o más.

Puestas así las cosas, la causa monárquica no es fácil de defender, esa es la verdad. Pero no se preocupen por su desaparición: ningún desalmado consentiría que las pobres criaturitas se quedaran sin una de las dos fuentes de regalos. Siempre habrá algún malpensado que lo relacione con los intereses económicos y el consumismo galopante, pero no hagan caso: esto es una cosa tiernecita sin doblez alguna. (Como lo de Hallowen, otro pretexto para el mismo objetivo).

No me tiren de la lengua que me pierdo.

I.Alonso Tinoco


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IV)


Mirar a los niños

 

  • Sergio del Molino. El País

 

Si mis fuentes no me mienten, a estas horas Melchor, Gaspar y Baltasar se han puesto ya en marcha. No tengo muchas esperanzas de que en España guardemos la compostura hasta que terminen el viaje. No sé si aguantemos tantos días sin que una institución del Estado abra otra crisis o vuelvan a granizar insultos y sarcasmos. En el mundo antiguo, las guerras paraban en invierno. Hace muchos siglos que a las guerras no las detiene la nieve, pero estas dos semanas aún servían para abrir una tregua en las guerras incruentas y cotidianas.

No soy tan ingenuo como para pedirle piedad a Putin: me conformaría con un poco de silencio en mi país, tan solo un poco, mientras los Reyes Magos hacen su reparto. Que esta conspiración anual sirva de verdad para que los niños sientan un protagonismo que se les niega el resto del año. Y sí, claro que el roscón de reyes es un bollo insípido, y acercarse a un centro comercial pone a prueba la misantropía del alma más cándida, pero qué diablos, es un sacrificio muy pequeño: traguémonos el roscón, aunque nos toque el haba, y procuremos que los Reyes atiendan el pedido de las cartas sin refunfuñar demasiado en las colas de las cajas registradoras. El lunes que viene volveremos a ignorar a los niños y a centrarnos en nuestros ombligos de adultos.

 

Uno de los artistas menos onfaloscópicos y más atentos al mundo infantil, Steven Spielberg, estrena película en unas semanas, y en casa hemos aprovechado estos días para ver algunas de sus clásicas. De sus primeras obras siempre me ha inquietado el retrato de las familias de clase media suburbana. En Encuentros en la tercera fase oen E.T., los niños viven en sitios muy desordenados, donde la tele está encendida aunque nadie la vea, la nevera nunca tiene caldo, como en la canción de Rigoberta Bandini, y los adultos andan tan ensimismados en sus angustias cotidianas que no prestan la menor atención a sus hijos. Ni siquiera se dan cuenta de que tienen un extraterrestre en casa.

El mundo se parece mucho a esos hogares. Siempre tenemos algo mejor que hacer que prestar atención a las chorradas de un niño, y los padres que se la conceden son rápidamente acusados por los psicólogos de guardia de obsesivos e hiperprotectores. Los Reyes Magos nos conceden el privilegio anual de mirar a los niños un rato y comprobar que no han metido a ningún alienígena en casa. No desaprovechemos la ocasión.

 

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V)

Contra el fútbol

Federico Soriguer. Médico. Miembro de la Academia Malagueña de las Ciencias

Publicado en el Diario de Cádiz



Barak Obama dijo de algún Estado norteamericano que, deprimido y aburrido por la recesión y por el paro, se había abandonado al culto de Dios y al culto de las armas".
Esta frase inspiró a Sánchez Ferlosio el título de su 
libro “God & Gun. Apuntes de polemología". Me he acordado de Sánchez Ferlosio, ahora que ha terminado el mundial de futbol. Somos pocos los que no seguimos el futbol, ni siquiera en los mundiales, y como no quisiera hablar en nombre de esta inmensa minoría, me limitaré a hablar en primera persona al calificar las escenas de las calles argentinas, que podrían ser las calles de cualquier país del mundo, como delirantes. Esta no es una tribuna contra el futbol, aunque así la titule, al fin y al cabo, un simple juego que no sería nada sin los aficionados, los publicistas, las empresas, y los numerosos intelectuales que han hecho del futbol un mito literario, a la manera que los intelectuales españoles hicieron de los toros un mito nacional. Pero sí lo es contra el futbol como deporte de masas, lo que me obliga, de nuevo, para justificarme, a echar mano de Sánchez Ferlosio y del conocido artículo escrito en El País, el 31 de mayo de 1997 (El deporte y el Estado) en el que hace una lúcida distinción entre lo que es estar al servicio del "interés público" y lo que es estar al servicio del

"interés del público, que no tienen por qué coincidir y en demasiadas ocasiones no coinciden. Así, por ejemplo, mientras que la agricultura o los ferrocarriles son de interés público, el futbol tiene solo interés para un público. Nada habría que decir sobre el futbol si quedara reducido a ese ámbito de las aficiones particulares, como correspondería a cualquier juego. El problema surge cuando el deporte, el futbol en este caso, se convierte en una de las “razones de los estados” o “de los mercados”. Algo, en fin, que debería ser

solo de “interés del público”, se ha convertido en un bien de “interés público” y dando un paso más en un “interés de Estado”. Solo hay que ver el ardor que despiertan las selecciones nacionales de futbol. “El mayor entusiasmo colectivo de la historia deArgentina (y del mundo), gritaba un periodista argentino en una TV española en la que un antiguo ministro de exteriores español, presente en el debate, se vio en la necesidad de aclarar que no había sido menor el entusiasmo español con ocasión del gol de Iniesta. Y este entusiasmo patriótico de masas que, habitualmente viven indiferentes sus esencias nacionales, es (y estoy evitando adjetivos descalificativos), cuando menos sorprendente.


Sánchez Ferlosio le llama protofascista, recordando que ya para los griegos y los romanos el patrocinio estatal de los juegos agónicos de masas ofrecía un filón de valor incalculable para el control, la domesticación y hasta la sumisión más entusiasta de las poblaciones, tal como se vio, ahora sí con claridad, en la Italia fascista y en la Alemania nazi. En la actualidad casi todos los agentes sociales entusiastas del futbol, lo justifican por su valor pedagógico y, desde luego, que lo tiene. Representa, especialmente en este momento, lo peor del modelo de sociedad en el que vivimos. No solo por la ausencia de ejemplaridad alguna de muchos de los jugadores y, desde luego de sus hooligans, sino también del propio modelo mercantil en el que se mueve que ha alcanzado cotas muy altas de inmoralidad en este mundial de Qatar. Un deporte llamado “rey”, convertido sin pudor alguno en instrumento de alienación por todos los poderes, democráticos o no, y aplaudido por ricos o pobres, diestros o siniestros, ateos o religiosos, en un paroxismo igualitario sin mezcla de mal alguno, que no otra cosa es el cielo prometido o parusía. Hay otras muchas razones por las que (en mi caso personal) no me gusta el futbol y que tienen que ver con mi

condición de médico que desde hace tiempo ha teorizado que el mercantilizado deporte de competición, necesitado de grandes masas de consumidores deportivos sedentarios (sobre todo desde que hay TV), es el principal enemigo de una política de salud pública que en las sociedades mecanizadas pasa por la incorporación del ejercicio físico como parte de la higiene personal. Estas y otras razones que, a los pocos hombres que no nos gusta el futbol, nos acercaban a esa otra mitad de la humanidad que son las mujeres quienes en su inmensa mayoría tampoco les gustaba, sin que tuvieran que justificar su desinterés. 

Desgraciadamente muchas de las conquistas de las mujeres llevan como complemento la adherencia a aficiones masculinas, como en este caso el futbol, aumentando así la soledad de los desafectos que cada vez encontramos más dificultades para conseguir contertulios desinteresados por este deporte. Una invasión tan “totalitaria” de todo el escenario deportivo, que solo por eso, el futbol, merecería (y ahora hablo con ironía) un cierto desdén, un cierto distanciamiento de, al menos, “los espíritus ilustrados”. Alguien, un día que me atreví a decir en voz alta que no me gustaba el futbol, me miró con desdén y sin miramientos me dijo: peor para ti. Cuando miro a mi alrededor y veo tantos amigos a los que admiro, fanáticos del futbol, no tengo la menor duda de que mi interlocutor llevaba razón. Al fin y al cabo, la belleza o la fealdad, están, antes que nada, en el ojo de quien mira.

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VI)

Os invito a ver en el enlace siguiente un programa sobre aspectos de la vida y de la pintura de Claude Monet. En el veremos con placer y aprenderemos también sobre el arte de este pintor tan especial.

https://www.arte.tv/es/videos/088445-000-A/claude-monet/

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