La realidad presente y dos miradas contrapuestas

 Sin duda que estamos viviendo una situación de cambio, riesgos e incertidumbre, todo sustentado en datos provenientes de la ciencia, de la sociología, de la economía y también de la política. A continuación y con fines de estimular la reflexión y el debate os invito a leer dos columnas publicadas recientemente y que abordan en lo personal este presente con posturas diferentes o hasta contrapuestas. Seguramente las opiniones que tengamos al respecto estarán influidas por la edad, la extracción socio-económica, lugar donde se viva y otros factores también ideológicos. Aunque habitualmente coincido con mucha frecuencia con las opiniones de Manuel Vicent, hoy no es el caso a menos que se puedan matizar sus ideas de este artículo. Los artículos de los columnistas que a continuación transcribo lo hacen desde distintos puntos de vista también. Uno de ellos más individual y personal y otro más social o político. Lo mejor es pasar a la lectura.


A la carta

 

  • Manuel Vicent. El País

 

Dice el profeta Jeremías: en este nuevo curso que empieza, a la sequía le seguirá una inundación, al incendio un terremoto, al naufragio un bombardeo, a la crisis energética el rebote de la pandemia. Después de este augurio, mientras tú te quedas con el corazón en un puño, puede que el profeta le pida alegremente al camarero una de gambas. Esta serie de hecatombes será servida como un menú confeccionado por los jefes de informativos y emitida en los noticieros de radio y televisión con un desenfado competitivo, como si se tratara de un suceso deportivo. Un fantasma recorre Europa, no es el fantasma del comunismo, como anunció el Manifiesto Comunista en 1848, sino el fantasma del miedo, que te despertará de madrugada para advertirte de que el abismo empieza al pie de tu cama, pero si esto fuera cierto tu perra lo sabría y, no obstante, sigue durmiendo tan tranquila. Se trata de tenerte siempre en vilo. El miedo ante un futuro siniestro es un veneno inoculado desde algunas regiones del poder político y económico para que aceptes tu destino que no es otro que humillar la cerviz y cumplir las leyes del rebaño. Antes nos amenazaban con el infierno, ahora el infierno se imparte desde los telediarios, pero entre un cataclismo y una hecatombe en este curso que empieza los artistas seguirán creando arte, los científicos haciendo ciencia, los soñadores soñando y los pájaros cantando entre triunfos y fracasos que el sol iluminará cada mañana. Se trata de organizar tu vida a la carta, no según el menú que te imponga quien pretenda sacar ventaja de tu miedo. Vivir a la carta supone seleccionar lo que oyes como lo que comes, lo que crees como lo que bebes y recrear la actualidad a tu conveniencia como un plato que te siente bien al estómago. Solo así podrás compartir con el profeta Jeremías no solo una catástrofe, sino también su ración de gambas.

 

 

¿Qué significa “fin de la abundancia”?

 

    Jorge Riechmann. El País

 

El presidente de la República Francesa habló del fin de la abundancia, y se produjo una gran conmoción. La primera reacción se dio casi como reflejo condicionado: ¿cómo hablar de abundancia en sociedades donde la desigualdad cronificada se intensifica aún más, donde el 1% en la cima de la pirámide acapara ingresos y riqueza, donde la inflación carcome los salarios, donde la precariedad degrada y deshace tantas existencias vulnerables? Y por añadidura, ¿vincular esa llamada a aceptar sacrificios con una guerra insensata que podía y debía haberse evitado, incluso in extremis, en la cuesta abajo geopolítica del pasado invierno?

Y, no obstante, quienes somos conscientes de la tragedia ecosocial que estamos viviendo, y de los tiempos durísimos que vienen, hemos de agradecer a Emmanuel Macron que el 24 de agosto rompiese parcialmente el consenso discursivo negador de la realidad que hasta hoy siguen defendiendo las élites económicas, políticas y mediáticas. En efecto, la abundancia energética y la plétora mercantil que nos decían seguiría siempre adelante son cosa del pasado. Y cuanto antes nos hagamos cargo de la realidad, más opciones tendremos para evitar los peores escenarios (diversas combinaciones de fascismo, genocidio y ecocidio) que hoy por hoy son los más probables.

Hay dos verdades básicas que, más que incómodas (como La verdad incómoda que nos explicaba Al Gore), resultan inaceptables para la visión del mundo que prevalece. La primera es que el calentamiento global es más bien nuestra tragedia climática, y no significa algunas molestias más para nuestra vida cotidiana (un poco más de calor en verano, algún río fuera de madre de vez en cuando, algo menos de agua para tierras y gargantas un poco más sedientas): lo que está en juego son sociedades inviables en una Tierra inhabitable.

Y una segunda verdad es que la crisis energética ni es coyuntural ni tiene ninguna solución que no implique vivir usando mucha menos energía, lo que significa empobrecimiento de algún tipo. La mayor parte de lo que hemos llamado “progreso” y “desarrollo” a lo largo de los dos últimos siglos se debe a la excepcionalidad histórica de los combustibles fósiles y a la inconcebible sobreabundancia energética que proporcionaron (que ya acaba y no es sustituible). Y, en sociedades como la francesa o la española, la parte de esa riqueza energética que toca incluso a quienes malviven en la base de la pirámide social está por encima de lo generalizable para más de 8.000 millones de seres humanos que quieran durar en el tiempo.

No cabe seguir pensando en una “buena” transición a una sociedad industrial sustentable que pudiera, por ejemplo, conservar (no digamos ya ampliar) los enormes consumos de energía del capitalismo actual en los países centrales del sistema. El ahorro energético que hoy proponen Francia o Alemania, y que parece inasumible a tantos, está de hecho por detrás de lo que necesitaríamos, y eso apunta, claro, a la necesidad de cambio sistémico.

¿Hablamos entonces de asumir la realidad y de la necesidad de superar el capitalismo?

 

 

 

Comentarios

Entradas populares