Adiós a Jean-Luc Godard

 Otro personaje contemporáneo que nos ha dejado en estos días  ha sido el controvertido y también admirado director de cine, Jean-Luc Godard.

Os invito a leer el artículo siguiente y ver también en el enlace del final del texto escenas y fotogramas de sus películas más emblemáticas.

https://www.abc.es/play/cine/noticias/abci-muere-cineasta-jean-luc-godard-91-anos-202209131026_noticia.html

 

Muere por suicidio asistido Jean-Luc Godard, uno de los grandes del cine de nuestro tiempo

 

El cineasta francés, de 91 años, fue uno de los patriarcas de la 'Nouvelle Vague'

 

Juan Pedro Quiñonero. ABC

 


                                                           Jean Luc Godard


Irónico, mordaz, provocador en las fronteras de lo insoportable, Jean-Luc Godard había «anticipado» su necrológica en unas pocas palabras: «¿Cuál es la ambición de mi vida? Llegar a ser inmortal y morirme». Sobre los «honores», vivos y póstumos, el creador había sentenciado: «¿Condecorado en el Elíseo? Vamos, anda. Yo no soy nadie de honorable».


A última hora de la mañana de este martes, su esposa, Anne Marie Miéville y sus productores, confirmaron la noticia con un breve comunicado: «El cineasta  Jean-Luc Godard ha muerto, en paz, rodeado de los suyos. No habrá ceremonia oficial. Será incinerado». Horas más tarde, un «consejero» de la familia afirmó que su muerte fue un «suicidio asistido», legal en Suiza.

A la noticia siguió una riada de homenajes.

Brigitte Bardot, la más legendaria de los iconos nacionales, protagonista de una de sus películas más célebres, ‘El desprecio’ (1963), declaraba: «El creador de ‘Sin aliento’ ha alcanzado el firmamento de los grandes creadores de estrellas». Emmanuel Macron, presidente de la República, agregaba: «Perdemos un tesoro nacional, la mirada de un genio. El más iconoclasta de los grandes maestros de la ‘Nouvelle Vague’ inventó un arte definitivamente moderno, inmensamente libre».

 

Como  director, crítico, historiador, influyó de manera importante en la evolución de la historia del arte del siglo XX: introdujo nuevas técnicas de rodaje, creó nuevas formas de narrar, contribuyó a revisar el canon cinematográfico universal, hizo una revisión crítica de la historia del cine y la narrativa visual, estimando que el cine «pudo comenzar» con Manet, antes de descubrir a Goya en el Museo del Prado.

Godard fue uno de los patriarcas de la "Nouvelle Vague", la escuela que renovó profundamente el arte del cine, influyendo de manera significativa en muchos directores norteamericanos y europeos.

 

Como Chabrol, Truffaut y Rhomer, entre el resto de los maestros de la 'Nouvelle Vague', Godard comenzó su carrera como crítico en ‘Cahiers de Cinéma’, referencia canónica. Las críticas y estudios publicados en esa revista contribuyeron a consolidar el puesto del cine en la historia del gran arte del siglo XX, estableciendo criterios que contribuyeron a revisar las conceptos del relato y la narración visual. Alfred Hitchcock comenzó a sustituir a Sergueï Eisenstein como referencia fundacional. Los trabajos de Godard sobre el cine negro norteamericano, las críticas de Truffaut, Rhomer y Chabrol sobre Alfred Hitchcock, transformaron las referencias clásicas, tradicionales. Godard llegó a decir que Hitchcock era, con Pablo Picasso, el mayor creador de formas visuales del siglo XX.

 

 

                                                          Escena de 'À bout de souffle'  (Al final de la escapada)– ABC

 

El gran renovador

 

Como director, Godard irrumpe en la historia del cine con una obra legendaria, ‘À bout de souffle’ (‘Sin aliento’, ‘Al final de la escapada’, rodada el verano de 1959, difundida a primeros de 1960), una de las obras fundacionales de la ‘Nouvelle Vague’. Siguieron poco menos de un centenar de películas y ensayos cinematográficos, donde se suceden obras maestras, obras incomprensibles, tentaciones (fallidas) de agitación política radical, reflexiones fílmicas sobre la historia y metamorfosis del cine.

Las quince películas del primer Godard, de ‘Sin aliento’ a ‘Week End’ (1967), contribuyeron a transformar radicalmente el cine francés. Grandes directores norteamericanos (Tarantino) han recordado su influencia en Estados Unidos durante esa etapa, tuvieron una importancia muy particular las relaciones entre el director y Raoul Coutard, uno de los grandes fotógrafos de la ‘Nueva ola’, con el que llegó a reflexionar sobre la luz en algunas obra de Goya. En ‘Pasión’ (1982), la crisis social, política y cultural de la Polonia que estaba rompiendo con el comunismo, «dialoga» con la luz de un monumento goyesco, ‘La familia de Carlos IV’, que forma de la colección nacional del Museo del Prado. Godard descubre en las luces y sombras de esa obra una reflexión visual sobre las crisis de España y Europa.


Mayo del 68


Durante las jornadas del mes de mayo de 1968, Godard dio un rumbo radical a su vida y su obra, considerándose maoísta, realizando obras muy sintomáticas de su tentativa fallida de «unir» la agitación política y el relato fílmico. Entre aquellos proyectos fallidos quizá destaque una tentativa sin mañana sobre la OLP y el pueblo palestino.

El Godard político del 68 tuvo, sin embargo, un gran éxito social: él, Truffaut y Claude Lelouch, consiguieron «dinamitar» el Festival de Cannes de aquel año. Polanski y Antonioni, entre otros, se sumaron a una revuelta excepcional, sin precedentes ni continuación. Algunas películas de esa época estuvieron muy marcadas por la herencia de Diga Vertov, el cineasta revolucionario ruso. El nihilista subversivo de ‘Pierrot El Loco’ (1963), que había rendido homenaje a Fritz Lang, desemboca en un intento fallido de «cine realidad», pronto abandonado.

 

Tras aquel paréntesis, Godard tomó muchos otros rumbos, entre intimistas, testimoniales y reflexivos. Incluso volvió a rodar con celebridades, como Alain Delon y Johnny Halliday, sin el éxito esperado, muy lejano. Carmen, Sarajevo, Lear, la inmigración, la ascensión de la extrema derecha de Le Pen, el incierto futuro del socialismo, el futuro del cine y la narración visual, las crisis de la civilización europea, entre otros personajes, temas acontecimientos y encrucijadas históricas, fueron utilizados por el cineasta para prolongar una reflexión muy profunda sobre el cine, el relato visual, que culminó provisionalmente con su serie de ocho relatos, titulados ‘Historias del cine’ (1998).

 

En su madurez definitiva, cumplidos los 70 años, Godard continuó siendo un personaje público provocador, sarcástico y subversivo, como bien recuerdan sus ironías y provocaciones sobre la familia Le Pen, las elecciones europeas de los últimos veinte años, el hundimiento del socialismo francés y el presidente Hollande. Su utilización de fragmentos del cine clásico para comentar la actualidad con ironía feroz, le permitió realizar numerosas películas, documentales y relatos visuales, de una erudición visual única, entre el sarcasmo, la ironía y una desesperación contenida. La presentación de su última obra, en el festival de Cannes ‘El libro de las imágenes’, el 2018, tuvo mucho de «surrealista»: un desencuentro casi absoluto entre el creador y la industria.

 

La obra del primer Godard está íntimamente relacionada con sus relaciones amorosas con la escritora, realizadora y actriz Anne Wiazemsky, y la actriz Anna Karina, que fue algo parecido a su musa, durante algunos años. Desde los años 90 del siglo pasado, Godard compartió con la realizadora Anne-Marie Miéville su vida y parte de su creación, en paralelo. En su crítica de «Tiempo de amar, tiempo de morir», de Douglas Sirk, en 1959, Godard había comenzado a construir los cimientos de su propia concepción del arte de la narración visual. Solo se trata de amar o morir; fotografiar y / o filmar las semillas de la emoción amorosa, espiritual y carnal.

 

A continuación podéis ver en enlace siguiente pequeños fragmentos de diferentes películas de Godard


https://youtu.be/E4qmTEUKZr0 


También hay amantes del cine a los que no les gustó nunca Godard. Es el caso por ejemplo de Carlos Boyero, comentarista de cine de varios medios de comunicación. Más bajo transcribo un artículo del mismo sobre Godard publicado en El País tras el fallecimiento del cineasta.

¿Para que sirvió la revolución de Godard?

Carlos Boyero

Su filmografía me ha producido tedio. Era inestrenable en salas comerciales

Existen algunas cosas que me impresionan en la figura de ese incorruptible y supremo icono (afirman sin ruborizarse sus eternos, advenedizos o renovados exégetas) llamado Jean-Luc Godard. Una es su coraje y sus razones para despedirse de este mundo. Pidió el suicidio asistido y quiero pensar que rápido e indoloro en la muy civilizada Suiza y un allegado contó que esa decisión no obedecía a que estuviera enfermo, sino que se sentía muy cansado. Otra es que a lo largo de siete películas mostró en la pantalla el rostro, el cuerpo, el infinito encanto, la seductora personalidad de Anna Karina, una de las mujeres más hermosas de la historia del cine. También fotografió mejor que nadie a Jean Seberg, con pelo corto y gafas de sol, haciendo irresistibles para los ojos con buen gusto sus paseos por los Campos Elíseos en Al final de la escapada. Y las críticas de cine del joven y apasionado Godard no tenían desperdicio.

Pero mi fascinación por su presunto arte termina ahí. A cambio, me ha producido infinito tedio, irritación, incomprensión en una filmografía que debe rozar los cien títulos. Y sé de mucha gente que habla reverencialmente de su obra citando exclusivamente Al final de la escapada. Pues que vean el resto de su infinita filmografía. No lo harán. Entre otras cosas, porque su cine era inestrenable en las salas comerciales, aunque algunos distribuidores se atribuyeran vocación suicida. Las veíamos o, en mi caso, padecíamos sus aburridas y pretenciosas marcianadas en los festivales de cine, pero la mayor parte de la cinefilia, no ya el público normal al que él despreciaba tanto, lo tiene crudo para opinar del cine (él denominaba desde hace mucho tiempo a sus películas como ensayos o poemas fílmicos) de un señor al que el baboseo o la inopia convenientemente intelectuales, con amor fingido o real a la modernidad y a la posmodernidad, equiparan a idéntico nivel creativo con lo que supuso Picasso para la pintura y James Joyce para la literatura. Pues vale. Afirmar chorradas no cuesta dinero.

Leo en la columna de este periódico titulada Anatomía de Twitter que uno de sus usuarios ha escrito: “Godard ha muerto: día duro para las personas más insoportables que conoces”. Tengo un alma gemela en esas redes que desconozco. Dicen que muchas veces ese medio es un refugio de bárbaros impunes, pero con ese mensaje me solidarizo, me otorga calor. Y por supuesto, tampoco yo tengo nada que hablar en la vida real con alguien que considere a Godard como lo más hermoso, lúcido y necesario que le ha ocurrido al cine, como el hombre que lo revolucionó para bien, que lo cambió todo, que mostró el camino de la verdad a sus prescindibles aunque también espantosos discípulos. Es una cuestión de gustos, afirma la gente racional y tolerante. Yo no lo soy. Y mi disparatada imaginación e inocuo sadismo tienen claro el castigo al que sometería a mis peores enemigos. Atarles a un butacón mullido, alimentarles convenientemente y proyectarles durante 15 días la obra de Godard.

Cuentan que Francia y Emmanuel Macron, tan respetuosos y agradecidos con sus dioses, han despedido a Godard con los honores que corresponden a los incontestables genios. Yo solo le deseo al difunto infinita paz. Y cómo no, seguiré revisando y dándole eternas gracias a muchas películas del cine francés. A directores que me entretienen, fascinan, emocionan y me tocan con frecuencia el alma como Jacques Becker, Jean-Pierre Melville, Claude Sautet, Jean Renoir, François Truffaut, Louis Malle, Jacques Tati. Gente así. También hay películas suyas que desfallecen. Pero nunca fueron sermoneadores, ni profetas, ni revolucionarios de la nada. Se limitaban a contar historias, el oficio más hermoso del mundo.

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