"El porvenir del deseo. La relación entre los sexos". Liliana Fernández

En el artículo que se transcribe a continuación la psicoanalista Liliana Fernández repasa algunos temas relacionados con la identidad de género en la infancia haciendo referencia a una ley que en Argentina legisla sobre este asunto. Problemáticas muy similares contempla  la ley "Trans" que está pendiente en España de su tramitación legislativa. Os invito a leer esta mirada desde la óptica psicoanalista.              


         “El porvenir del deseo. La relación entre los sexos”

                                                                   Liliana Fernández



Asistimos a una serie de acontecimientos en lo social, efectos del discurso de la época, que no dejan de reiterar la existencia de un malestar incurable, inherente a todo ser hablante: la relación entre los sexos. Quisiera recordar la afirmación freudiana en su texto “Malestar en la Cultura”: “Buena parte de la brega de la humanidad gira en torno de una tarea: hallar un equilibrio […] dispensador de felicidad, entre esas demandas individuales y las exigencias culturales de la masa; y uno de los problemas que atañen a su destino es saber si mediante determinada configuración cultural ese equilibrio puede alcanzarse o si el conflicto es insalvable”. 

A esta afirmación quisiera enriquecerla con una frase de Lacan propuesta para la convocatoria a este coloquio: “no se trata de que el psicoanalista se entregue a las fluctuaciones de la moda en materia psicosexual […] debe tener en cuenta los cambios profundos en las relaciones entre el hombre y la mujer”. (Clase del 3 de Julio de 1957, Seminario “Las relaciones de objeto”)

En torno a ese equilibrio imposible entre las demandas individuales y las exigencias culturales me interesa pensar ciertas resonancias que ha tenido un debate social actual referido a la ley de “Identidad de género en la infancia”, Ley Nº 26.743 que estipula: “se entiende por identidad de género a la vivencia interna e individual del género tal como cada persona la siente, la cual puede corresponder o no con el sexo asignado al momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo. Esto puede involucrar la modificación de la apariencia o la función corporal a través de medios farmacológicos, quirúrgicos o de otra índole, siempre que ello sea libremente escogido”

Este discurso de que los niños puedan cambiar su sexuación corporal crea realidades en las cuales estamos inmersos y es esperable que los analistas, desde nuestra escucha, podamos realizar lecturas de ellos desde nuestras categorías conceptuales.

A mi criterio se desliza, en su formulación, repercusiones de los “estudios de género” en su propuesta de considerar que las definiciones de sexo obedecen a una suerte de determinismo socio-cultural. Esta posición  avanza de la mano de los diagnósticos que provee el discurso del DSM, en su apartado: “Trastornos de la identidad en la infancia”. Ambos discursos se encadenan, uno promueve la “libre elección” en la medida que todo lo sexual es universal y homogéneamente elegible poniendo fuera de juego lo real del cuerpo y las determinaciones inconscientes; el DSM, desde su concepción de trastorno, parte de un supuesto de “normalidad” que establece un juicio de valor respecto de un ideal de conducta sexual en la infancia. Sabemos que ambos campos conceptuales son ajenos al psicoanálisis pero eso no impide que como analistas propongamos un diálogo posible con estas disciplinas.

Entonces, respecto de la ley me pregunto ¿Cómo leemos los analistas lo “libremente escogido” en la infancia? ¿Es posible sostener que un niño puede decidir posicionarse desde un sexo distinto del biológico? 

Una madre consulta por su hijo de 6 años preocupada porque no logra que el niño se integre a ninguna actividad extra-escolar. Abandono futbol, rugby, karate, gimnasia. Solo le interesa jugar, cantar y bailar imitando movimientos, de cantantes mujeres: lady Gaga, Katy Perry, Taylor Swift,  son los videos que ve y baila su hermana mayor. Al finalizar la entrevista dice: “Lo encontré con mis maquillajes pintándose la cara y las uñas. Y al ser descubierto me dijo muy angustiado: “Yo no quiero ser varón” Me pregunto ¿Y eso supone que quiere ser mujer? 

¿Dónde se ubica este niño respecto de los decires parentales? Esta  afirmación del niño “Yo no quiero ser varón” enmarcada en los decires del Otro abre a la consideración de cuáles son las operaciones psíquicas necesarias para que el niño hable en nombre propio,  como así también, si es posible la toma de una posición sexual en la infancia. 

Entonces ¿cómo escuchar ese decir teniendo como horizonte la emergencia del sujeto? Sabemos que está comprometida la realización de un sujeto en los tiempos en que se va desplegando la infancia. La constitución subjetiva del niño demanda tiempos de elaboración de las experiencias de corte, descompletamientos que van dando lugar a que el niño pueda formularse una pregunta sobre la demanda del Otro, interrogantes que puedan ir habilitando un modo en que se reemplaza él, como objeto de goce del Otro por un objeto que le falta al Otro, como a. Pérdidas de goce a través de las cuales el niño va construyendo -con escenas lúdicas, con palabras y no sin angustias- posibles respuestas que van configurando una posición diferencial respecto de ¿Qué quiere el Otro de mi?

Si bien un niño puede nombrarse tempranamente como niña o niño y generar la creencia que ellos se distinguen, es oportuno recordar que se trata de un tiempo en que el niño se distingue desde el discurso del Otro, es distinguido. Entonces ¿Quién escoge, de qué libre elección hablamos? En este tiempo en que el sujeto es contado en el campo del Otro y no ha podido aún descontarse de la escena, no está dada la posibilidad de la diferencia sexual a la cual lo confronta la castración. 

La infancia es el tiempo, de la estructura, en la que el niño no solo es hablado por el Otro, es objeto del amor del Otro, de los excesos del Otro también. Ante este hecho de estructura el niño juega respuestas, indaga, ensaya, intentando descubrir en su propio cuerpo, en el cuerpo del otro, vía los sustitutos: hermana, pares, la diferencia sexual pero no hay elección de objeto homo o heterosexual. Dependerá del “intervalo”, de las fallas que el discurso del Otro donará si es que en ese Otro su fantasma está enlazado a la lógica del no-todo. 

Ante la demanda pulsional el niño intenta ubicar la palabra amorosa que enmarque su goce en el cuerpo, tomado aún en lo que Freud dio en llamar “sexualidad perversa polimorfa”. Lo que esta madre apuraba era la confirmación de una posición sexual en su hijo. Esa prisa era un modo de obturar el despliegue de las inquietudes que el niño le plantea al Otro y se planteaba – todavía- respecto de lo que él suponía el Otro le requería. El Otro lo tenía enredado, la operatoria analítica era desenredar, abrir esos dichos, profundizar sus preguntas y sostener su pasaje por esos maquillajes que él tomaba para poder decirse – en algún tiempo de comprender- varón o mujer. El trabajo analítico es una apuesta que permite intervenir en los tiempos de la infancia en que se va construyendo un andamiaje fantasmático, constitución solidaria del barramiento del Otro absoluto, operación sin la cual el niño no podría configurar pregunta alguna sobre “¿Qué quiere el Otro de mí?”. Tiempos de la estructura en los que es esperable que los procesos identificatorios puedan ir ofertando y subjetivando los títulos en el bolsillo, organizando, así, un fantasma que posibilitará quizás tomar una posición sexuada en la pubertad con su singular modo de gozar. Será necesario esperar los efectos de un segundo despertar que pudiera dar lugar al acto sexual, si la constitución del fantasma organiza la relación al objeto y con ello la sexualidad  encuentre alguna “elección”.

Estamos de acuerdo que ninguna historia subjetiva infantil puede dar respuesta, anticipadamente, a cual autorización de sexo se dirige el sujeto. En medio de los avatares pulsionales, hechos de palabras sobre el cuerpo, lo esperable es que se pueda ir reordenando el tránsito de lo endogámico a lo exogámico. Cambios en los modos de goce en relación al abandono y sustitución necesaria de los objetos edípicos por los exogámicos, apartándolo de su ideal de satisfacer al Otro parental.

En nuestras consultas los padres se sienten tomados por certezas o bien interpelados y nos exigen respuestas. En numerosas situaciones nos hemos encontrado con preocupaciones de padres sobre la orientación sexual de sus hijos en tiempos de infancia, pero sabemos que en la mayoría de ellos la fantasmática de esos padres estaba en juego y la espera les resultaba insoportable. Hay un tope ético que como analistas debemos preservar: es una decisión que el niño aún está tramitando y no es deseable que los padres hagan causa cuando se presenta como una precipitación del niño respecto de cambiar su sexuación corporal. En la primera infancia se requiere transitar por las operaciones identificatorias que conduzcan a que un niño pueda llegar a la asunción de un sexo, a hacerse sujeto de su palabra y pueda elegir. Es decir que pueda tomar su condición de sujeto de pleno derecho en el sentido de poder responder por los motivos que lo llevaron a esta elección. 

Hay entonces, la responsabilidad para nosotros los analistas, de abrir a discusión esta temática. A mi criterio hay un malentendido fundamental cuando se cree poder modificar la sexuación corporal mediante una intervención apelando a medios farmacológicos (hormonas) o quirúrgicos en los tiempos de la infancia. Nuestras intervenciones tienen como horizonte al sujeto y no respetar los tiempos de la estructura supone la ilusión de resolver simplistamente la tensión subjetiva de nacer con un cuerpo que no responde a la sexuación corporal. Dejar a cargo de la medicina y de la ley Jurídica, esta problemática, es no responder a nuestro lugar como analistas, en tanto resguardo de la subjetividad. Al empuje al todo y a la prisa, en tanto discurso de época, sería oportuno recordarle la singularidad del goce de cada quien en los tiempos de la estructura. 

Texto presentado en la actividad de Convergencia, Cuestiones Cruciales del Psicoanálisis,  29 de Junio del 2019.-


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