¿Diestro o Zurdo?. Repercusiones en la vida cotidiana. I. Alonso Tinoco

 Nuestro amigo y colaborador de Sinapsis, I. Alonso Tinoco, nos envía este entretenido e interesante artículo sobre la predominancia cerebral motora del lado derecho o izquierdo en las personas y las repercusiones en conceptos culturales y en la vida cotidiana.



Sobre lo derecho y lo izquierdo

Siempre me ha llamado la atención el trato tan distinto que recibe lo derecho y lo izquierdo.

“Derecho” procede del latín “directus” (directo) y toda la terminología derivada tiene connotación positiva. El derecho (la ley) recoge el sentido de directo, recto, igual, sin torcerse a un lado ni a otro. Derivados son: lo derecho (normal, correcto), lo diestro, la destreza (sinónimo de habilidad)... Multitud de expresiones (“ir por derecho”,”hacer cosa a derechas”,”en derechura”,”conforme a derecho”, etc.), reflejan siempre valores estimables.

Por el contrario, lo izquierdo se carga de connotación negativa. Zurdo, siniestro, son adjetivos o sustantivos no deseables. Expresiones como “intención torcida” (zurda) o “mano izquierda”, llevan carga peyorativa. En el mundo islámico, la mano izquierda es la que tiene funciones escatológicas. Hay consideraciones negativas también en el Antiguo Testamento y en el Juicio Final, tras el Apocalipsis, los justos estarán a la derecha y los condenados eternamente, a la izquierda de Dios. Y en China se encuentran en textos antiguos, valoraciones similares. Leyendas, cuentos y tradiciones, reflejan de mil modos distintos la impregnación cultural de lo positivo en la derecha y de lo negativo en relación con la izquierda.

Es así desde los tiempos más remotos y de manera universal.

¿A qué puede obedecer esta distinta valoración, habida cuenta de que derecha e izquierda son dos conceptos en principio asépticos y equivalentes entre sí?

La explicación me parece evidente: los zurdos solamente son el diez por ciento. La mayor parte de las personas son diestras, es decir, tienen mayor fuerza y habilidad en sus miembros derechos. La mano derecha es la protagonista, la dominante; la izquierda la auxiliar, secundaria. Esto es lo estadísticamente normal (y parece que siempre fue así) y, por lo tanto, la norma, lo “correcto”.

Está claro que lo más frecuente no es necesariamente lo mejor sino solo lo más común. Pero a través del tiempo, lo frecuente se va convirtiendo, por habitual, en lo conocido, lo esperable y lo infrecuente en lo inesperado, desconocido y, por tanto, sorprendente y sospechoso. Así, lo que en principio es solo una distinta frecuencia, se va empapando culturalmente de un juício de valor. Al final del proceso, lo mas frecuente, lo normal, pasa a ser lo adecuado, lo “correcto” y lo menos frecuente, lo raro, se convierte en lo “incorrecto”, lo torcido, lo negativo. La valoración se va extendiendo a todo lo relacionado o relacionable y empapa toda la terminología.

En definitiva: el estigma de lo izquierdo es una especie de reprobación que la mayoría (diestra) hace sobre la minoría (zurda) por el mero hecho de ser minoría.

En las sociedades primitivas –y en las que no lo son tanto – lo raro rompe la tranquilidad de lo habitual, crea desasosiego, incertidumbre y, en consecuencia, se condena. La maldición de lo izquierdo refleja el miedo mágico a lo inusual desde los orígenes de la cultura. Hay ejemplos muy elocuentes como el albinismo en el África

negra, que implica un serio riesgo de muerte arropado por chamanes, maldiciones, fetichismos y todo tipo de ataques.

Podría llevarnos muy lejos considerar si el miedo a lo raro o lo nuevo está o no, cultural y biológicamente fundamentado. Seguramente entronca con la experiencia acumulada ante anteriores innovaciones. Desde el punto de vista biológico, sabemos que las “innovaciones” (mutaciones) son estadísticamente tanto mas desfavorables cuanto mayor sea el grado de adaptación o evolución. La posibilidad de ser favorecido por un cambio al azar es tanto menor cuanto mas “acabado” está un organismo vivo. En este sentido, podría estar justificado el temor a toda innovación “biológica” y servir de base o de modelo a la condena de lo que se presenta como ajeno a la norma.

Sabemos que el porcentaje de zurdos es mayor en los hombres que en las mujeres, por lo que se ha relacionado con los niveles de testosterona. También es mayor en los gemelos, en los prematuros y, al parecer, en los fetos que han soportado más estrés o hipoxia. Probablemente es congénito, aunque la lateralidad se fija más tarde, en torno a los diez años.

Pero no hay una hipótesis consistente que explique porqué los diestros son la gran mayoría.

Dando por sentado que cualquier hipótesis explicativa es solo una especulación, en el caso del zurdismo (mejor diríamos dominancia “inversa”) puede que haya un fundamento comprensible.

La gran mayoría de los humanos son diestros. Pero ¿por qué no pudo ser al contrario? ¿Hay alguna razón para que esto sea así? ¿Es una casualidad transmitida hereditariamente?

La casualidad no prospera, biológicamente, si no es eficiente. Si fuera indiferente, en términos biológicos, ser diestro o zurdo, habría una distribución al azar, es decir próxima al cincuenta por ciento. El hecho de que predominen los diestros significa que esa modalidad se ha impuesto por alguna razón desplazando a la contraria. O lo que es igual: ser diestro debe de representar alguna ventaja de adaptación o supervivencia. Teniendo en cuenta que ambas manos pueden desarrollar la misma fuerza y destreza, la causa no debe radicar en la estructura de las extremidades, que es idéntica. Tiene que ser consecuencia de alguna otra asimetría.

La única asimetría de repercusión importante para nuestra supervivencia está en nuestra anatomía interna. La simetría del cuerpo es solo aparente. El tronco encierra una anatomía disimétrica: el bazo se encuentra en nuestra izquierda y el hígado en la derecha. Hay numerosas asimetrías en el tubo digestivo, glándulas y vasos, pero de todas ellas destaca una: el corazón.

El corazón está en el hemitórax izquierdo, cerca de la línea media; es el órgano vital por antonomasia. Las heridas o lesiones tienen mayor riesgo en tórax que en abdomen y más en el hemitórax izquierdo que en el derecho. Solo el cerebro tiene preeminencia sobre el corazón; por eso ya está defendido por un fuerte casco óseo en todo su contorno.

Creo que la dominancia derecha pudo ser consecuencia de la utilización defensiva, pasiva, del miembro izquierdo sobre su hemitórax (corazón). La utilización sistemática de la mano izquierda para protección, indujo a la derecha a la acción (iniciativa). La fijación biológica de ello pudo ser la dominancia hemisférica izquierda –los diestros tienen dominancia cerebral izquierda y a la inversa-, que se impuso como de mayor valor biológico (mayor adaptación, más supervivencia, evolutivamente favorable).

Al contemplar la imagen de cualquier guerrero, en cualquier época, destaca inmediatamente la actitud ofensiva de su mitad derecha y la defensiva de su mitad izquierda (espada / escudo, lanza / escudo, etc.) A través de los siglos y de las culturas siempre ha sido así. No puede ser casualidad.

Esta asimetría funcional debió de aparecer con la bipedestación. La marcha a cuatro patas, común en los mamíferos, hace que la lucha sea de “cabeza”; el tórax está posicionalmente protegido y no es área de choque sino la cabeza y el tren anterior. Cuando el primate pasó a la bipedestación aumentó la vulnerabilidad del área precordial y ello debió inducir, selectivamente, la especialización funcional de las extremidades.

En nuestro mundo actual, ser zurdo tiene otro significado. Las sociedades cultas no conceden ningún valor negativo a la simbología de lo izquierdo; solo en el lenguaje quedan resonancias negativas. Sin embargo, los zurdos, pagan todavía un tributo por su rareza: el mundo está hecho para los diestros. Hay una incomodidad permanente y universal para los zurdos; todos los aprendizajes son para ellos más difíciles. Desde los pomos y el sentido de apertura de las puertas pasando por los mandos o pedales de cualquier vehículo (palanca de cambios a mano derecha, acelerador y freno a pié derecho), pupitres, instrumentos musicales, herramientas, todo es más difícil para ellos. Tienen que habituarse desde niños a un nivel de dificultad mayor y suelen tener una buena adaptación. Frecuentemente alcanzan un mayor grado de operatividad que los diestros porque viven a un mayor nivel de exigencia. Pero no por eso deja de ser dificultad. De hecho, su expectativa de vida es algo menor que la de la población general.

De donde resulta que, en cierto modo, ser zurdo sigue trayendo mala suerte. Es difícil corregirles la plana a miles de años de evolución.

I. Alonso Tinoco

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