Acerca de la filosofía. Entrevista. A. Diéguez

Entrevista a Antonio Diéguez. Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia. Universidad de Málaga




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Entrevista realizada por Susana Zamora y publicada en Diario Sur de Málaga


–En esta era digital donde se impone lo tangible y lo inmediato, ¿siente que la filosofía está más arrinconada que nunca?

–No lo creo. La filosofía siempre ha estado en crisis. Cuando Sócrates iba por el mercado de Atenas preguntando a un general si podía definirle el valor o, en general, si alguien sabía definirle otros conceptos como la belleza, el bien, la justicia no despertaba mucha simpatía. Sus discípulos le veneraban, pero el resto de atenienses no tenían de él una imagen muy positiva. Así ha sido la filosofía desde sus comienzos. Nunca ha sido el eje central de la cultura. En la Edad Media, fue la teología y la religión, pero a partir de la revolución científica ha sido la ciencia. La separación entre ciencia y filosofía no es tan antigua como creemos, pues hasta el siglo XIX, los científicos se designaban a sí mismos como filósofos naturales. El libro principal de Newton sobre la mecánica se llama 'Principios matemáticos de filosofía natural' y el libro que supuestamente funda la filosofía moderna, 'El discurso del método', de Descartes, es un prólogo a tres tratados científicos del propio Descartes. La distinción entre filosofía y ciencia es reciente, pero no creo que la ciencia y la tecnología estén arrinconando ahora la filosofía más de lo que lo hayan estado haciendo siempre.


–Sin embargo, su peso en los planes de estudio es cada vez más residual...

Así es. Actualmente, en los planes de estudio se margina a la filosofía y eso sí es nuevo. Los planes de estudio se mueven cada vez más por motivos pragmáticos. Hay una obsesión por preparar a los estudiantes para el mercado laboral, como si ese fuera el único objetivo de la educación. Si en efecto ese es el fin que se busca, entonces la filosofía tiene poco que decir en ese contexto. La filosofía no prepara para el mercado laboral.

–Puede parecer prosaica la pregunta, pero ¿para qué sirve la filosofía?

–Sirve para entender mejor el mundo en que vivimos, quiénes hemos sido y cuál ha sido nuestra historia para que podamos tomar mejores decisiones acerca de lo que queremos ser. Precisamente, los desafíos que nos pone la ciencia y la tecnología son enormes, tenemos un poder inimaginable para transformar el mundo, tal y como mantienen los transhumanistas, pero no estaría de más pensar qué vamos a hacer con nosotros en el futuro y para ello debemos entender qué hemos sido en el pasado. La filosofía nos proporciona las herramientas y las ideas para llevar esa tarea a cabo. No es la única disciplina ni es la única manera de fomentar el pensamiento crítico; también la ciencia lo hace. Pero la filosofía, por la radicalidad de sus problemas analiza cuestiones en las que la ciencia no entra y que nos permite entender mejor cuál ha sido la condición humana y qué podemos esperar en las próximas décadas, sobre todo, teniendo en nuestras manos una tecnología tan poderosa. Kant decía que había tres preguntas fundamentales en filosofía, que están plenamente vigentes: Qué puedo saber, qué debo hacer y qué me cabe esperar, y las tres se resumen en una: Qué es el ser humano.

–Esa es una reflexión que precisa tiempo, que es lo que ahora tanto nos falta...

–La filosofía es enemiga de las prisas. Decía Hegel que el búho de Minerva, que representa a la filosofía, levanta su vuelo al amanecer, cuando los acontecimientos han terminado. Pues la filosofía es ese búho de Minerva, que solo puede hacer reflexiones cuando ha pasado un cierto tiempo. Por eso, las reflexiones que se hicieron durante la pandemia por parte de algunos filósofos muy mediáticos fueron bastante desafortunadas; faltaba perspectiva.

–¿Podría ser la filosofía el salvavidas en esta crisis sanitaria, climática, económica, incluso, de valores?

–Diría que el único salvavidas que puede haber sería la tecnología, que nos ofrece recursos, como la vacuna, que nos ha salvado literalmente la vida. Sin embargo, la filosofía sí puede tener una voz en ese debate. Quizá no sea el salvavidas, pero sí puede ayudar a tomar conciencia de los riesgos a los que nos enfrentamos. Una manera concreta de entender al ser humano es la que nos ha llevado a esta situación. Esos valores que hemos privilegiados a lo largo del siglo XX, centrados en el consumo, progreso material, crecimiento permanente y en las desigualdades económicas sí requerirían esa revisión.

–¿Qué conclusiones saca como filósofo de esta pandemia?

–No hay demasiadas lecciones generales que sacar. Esto que tanto se ha comentado de que vamos a salir más reforzados o que el ser humano va a cambiar radicalmente o que la sociedad va a mejorar son conclusiones precipitadas. Pese a todo, hay algunas circunstancias que sí son indicativas de algunos cambios: la cuestión geoestratégica, porque China emerge como una potencia dominante y su rivalidad con EEUU es y será el motor de la historia en los próximos años; la apuesta de la ciencia tiene beneficios y se ha visto cómo en aquellos lugares donde los movimientos anticiencia y antivacunas han tenido más fuerza lo han pasado peor, especialmente si al frente de ellos estaban sus dirigentes, caso de Bolsonaro en Brasil y Trump en EE UU; también que todos vamos en el mismo barco y que lo que hace uno repercute en el otro. Esto es una cuestión de solidaridad y responsabilidad colectiva y ahí el caso de España es admirable con el 90% de vacunados.

–Ahora que se debate si filosofía debe estar en el currículo de Secundaria y reforzarse en Bachillerato, ¿está bien tratada esta materia en España?

–Estaba mejor tratada que en otros países; a partir de ahora no sé cómo quedará con la reforma; supongo que peor. Yo creo que debería haber filosofía en Bachillerato y en Secundaria, pero, también, que habría que replantearse cómo impartirla. No tiene mucho sentido hacer un recetario de filósofos y que se vayan aprendiendo cuatro ideítas deslavazadas para aprobar el examen de Selectividad. La asignatura enfocada de esa manera, en la que los alumnos memorizan sin entender lo que están estudiando, no sirve para nada. Eso no lleva a ninguna parte y lo único que hace es crear animadversión hacia la filosofía en el alumnado. Hace 30 años se estudiaba igual; la única diferencia es que ahora se han reducido los autores.

–Qué triste no haber mejorado nada en este tiempo...

–Lo es. Ahora que se habla tanto sobre si la losofía sirve para algo, uno de los problemas que plantea la filosofía en el campo de la lógica es el razonamiento correcto. Continuamente se cometen falacias argumentales, los políticos, especialmente, cuando plantean argumentos que aparentan ser verdaderos, pero no son correctos. Conocer bien la falacia ayudaría a desmontar muchos discursos con los que nos quieren hacer comulgar. Por eso, sería una manera de educar a los estudiantes, enseñándolos a detectar falacias, a identicar cuándo se hace demagogia y, por tanto, cuando le quieren meter gato por liebre.

–¿Cómo debería enseñarse filosofía ahora?

–Habría que tomarse en serio lo de reestructurar la enseñanza de la filosofía en España. Aprender autores de memoria o ideas que no se entienden bien no tiene mucho sentido. La ética y la filosofía deberían plantearse como una serie de problemas que han interesado a la humanidad desde sus orígenes. Así debería ser su enseñanza, tal y como están empezando hacer otros países. Para todos esos problemas ha habido respuestas más o menos afortunadas a lo largo de la historia, pero que siguen interesando, porque todos nos planteamos cuestiones de ese tipo. Por ejemplo, ¿en qué consiste una vida digna de ser vivida? ¿Cómo alcanzar la felicidad? ¿Qué obligaciones tengo para con los demás? ¿Cómo crear una sociedad justa y una ciudadanía mejor? Todas son cuestiones filosóficas que han sido respondidas por algunas de las personas más inteligentes de la historia de la humanidad, que han sido filósofos, y, por tanto, merece la pena conocerlas, al menos para no volver a repetir los mismos errores. La idea de que se puede prescindir de la filosofía es una equivocación. Todo el mundo tiene una idea filosófica, la única diferencia está en si tenerla buena o mala, por eso, la filosofía lo que intenta enseñar a esas edades es que las tengan buenas.

–Pese a todo, el grado de Filosofía de la UMA completa su cupo cada año. ¿No es revelador?

Sin duda. Ha habido alumnos que otros años se han quedado fuera. En 2018, con la crisis económica, hubo un punto de inflexión. Pensaron que con aquella situación había que dejarse de estudiar carreras que le proporcionaran trabajo rápido, porque no iba a haber trabajo para casi nadie, y apostaron por estudiar lo que realmente les apetecía. Frente al discurso social: 'Estudia algo para conseguir rápido un puesto de trabajo y dedícate toda la vida a ganar dinero', hay muchos que se rebelan y deciden estudiar filosofía.

Pero las salidas profesionales son las que son...

Sí, claro, no son demasiadas, aunque conozco algunos casos que han sido contratados por empresas tecnológicas porque les interesaban pedirles que tuvieran una visión amplia de los problemas. Pero más allá de esto, lo cierto es que hasta ahora la salida era casi exclusivamente la enseñanza. La clave aquí es si la prioridad para el estudiante debe ser estudiar algo que le garantice un puesto de trabajo. Me parecería muy triste que un estudiante estudiara una carrera que no le gusta, solo porque tiene salida fácil en el mercado laboral. ¿Qué pasaría luego? ¿Qué hace con su vida cuando termine? Sí, conseguirá un trabajo, pero no le gustará. A mí me parece que es mejor hacer lo que uno quiere y ya la vida pondrá las oportunidades por delante.

–En una sociedad cada vez más polarizada, ¿siente que se está dejando morir la filosofía para no fomentar el pensamiento crítico?

–No creo que la filosofía tenga un papel más relevante que otras disciplinas. El pensamiento crítico se fomenta de muchas maneras. Pero sí es cierto que la filosofía entrena mejor para utilizar la razón y el diálogo para cambiar de opinión cuando el contrincante tiene mejores argumentos. Ayuda a aceptar los argumentos de otros y a movernos mediante razones y no mediante pasiones, que nos obnubilan y nos llevan a sostener ideas que claramente están en contra de la realidad. Eso no lleva a nada bueno.

-¿Que se está haciendo mal para que los estudios de filosofía no calen?

No creo que se esté haciendo algo mal. La filosofía ha sido siempre minoritaria, lo mismo que a unos pocos les gusta la poesía. Lo que no se debería hacer es asfixiar a la filosofía, que  se está haciendo. En otros países ya se han cerrado facultades de humanidades. Detrás de la filosofía y las humanidades, están las ciencias puras que tampoco producen resultados inmediatos ni se traducen en dinero rápidamente. Por eso si al final centramos todo el sistema educativo en lo que va a producir beneficios a corto plazo, va a resultar un empobrecimiento que se terminará pagando. Y es que todas esas disciplinas que dan beneficios inmediatos dependen de la investigación básica y de la cultura de un país y esas la proporcionan las humanidades en su modesto papel,. Lo que vemos en general es un intento de poner toda la educación al servicio de un mercado laboral volátil cambiante, en donde el alumno es el cliente y el profesor es una especie de formador profesional.


-¿Y qué propone para no sucumbir a esa crisis?

Como decía Ortega, el ser humano siempre ha sido un náufrago que se tiene que mantener a flote braceando. Ese braceo es nuestra cultura y es necesaria para mantenernos a flote del naufragio permanente en el que estamos. Es lo único que nos queda: seguir braceando con la ayuda de nuestros logros culturales y tecnológicos. Prescindir de algunas de esas tablas es contribuir a  hundirnos un poco más.


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