¿Cambiemos de conversación?.

 Días pasados en un periódico de tirada nacional el periodista Juan Cruz publicó un artículo titulado Pues cambiemos de conversación. A continuación está el enlace del artículo completo.

https://lectura.kioskoymas.com/article/282346862793409




El decidir escribir un humilde comentario sobre esa publicación vino a propósito del título del artículo que a su vez, refería en el texto, una frase de Joyce sobre la situación de su país Irlanda (siempre en conflicto con el resto del Reino Unido) donde decía: Ya que no podemos cambiar de país, cambiemos de conversación.

En este artículo se mencionaba y con razón, el nivel de los debates y de las conversaciones en nuestra sociedad española actual en el terreno de la política. Hablar en mayúsculas, con griterío, medias verdades u oportunismos populistas son una realidad diaria. Se trata de simplificar asuntos complejos a simplificaciones parciales e interesadas. Se lanzan flechas al campo de las emociones para encontrar respuestas adherentes  muchas veces disparatadas. La mayoría de los medios de comunicación ocupan gran parte de sus contenidos en airear estos desencuentros para estimular a su vez otras respuestas donde solo se permiten pronunciamientos de enemigos irreconciliables sin más sentido que mantenerse en el día a día en los medios y en las conversaciones de las personas de media o mayor edad ya que gran parte de los jóvenes  no leen los periódicos o no siguen las noticias y están imbuidos en otras problemáticas como es su frágil e incierto futuro.

Todo este mal ambiente de polarizaciones y verdades absolutas expresadas en alta voz van produciendo en sectores de la ciudadanía, en intelectuales e incluso en algunos políticos  un cierto grado de hartazgo sobre todo en problemas como el del independentismo catalán.

Ese hartazgo y el comenzar a mirar hacia otro lado puede ser muy peligroso para la convivencia ciudadana en general pero mucho más donde el nacionalismo populista independentista trata de invisibilizar, de anular o de arrinconar de forma coercitiva a millones de ciudadanos que no piensan de la misma manera que ellos. 

Hace unos años (aunque aún no ha desaparecido del todo) en el país vasco se amedrentó a los que no pensaban como ellos con una violencia directa. Ahora y ya desde hace tiempo ocurre algo similar, pero con formas más sutiles hacia los ciudadanos catalanes no independentistas. Se ha alterado allí la convivencia, se coacciona en el uso de la lengua, se manipula la educación y los medios de comunicación, se está creando un clasismo entre dos tipos de catalanes según se crea o no la ideología del independentismo.  Llamar en esa tierra español a alguien se va transformando en un insulto.

Todo esto lamentablemente ocurre en el siglo XXI, en un mundo globalizado, en una de las regiones más ricas de España y con los niveles más elevados de Europa en autonomía. En fin, el nacionalismo es emocional ( casi siempre prefabricado) y la racionalidad no es compatible con esa ideología.

Esta realidad está llevando a que por hartazgo inducido estratégicamente por los independentistas, sectores políticos e intelectuales comiencen a mirar hacia otro lado respecto a lo que le está ocurriendo allí en Cataluña a millones de ciudadanos de este país europeo que es España.   A esa estrategia independentista hay que desmontarla con otra estrategia a todos los niveles del estado y de la cultura para no dejarles espacio de crecimiento ya que sabemos históricamente el comportamiento y consecuencias de todos los nacionalismos. En un artículo reciente, Vargas Llosa, llamaba a la expresión de este desaliento de los intelectuales y políticos "retórica de la desesperación" y animaba, al igual que yo lo hago ahora,  a luchar contra esa claudicación secundaria a la realidad política creada por los populistas.

Probablemente Joyce estaba igualmente harto de los problemas de su país a comienzos del siglo XX. Tampoco hay que olvidar que este escritor  vivió gran parte de su vida fuera de Irlanda y quizás no sea la cita atribuida a él una buen consejo sobre lo que hacer en nuestro país sobre todo cuando los nacionalismos de cualquier tipo coaccionan o agreden al resto de los ciudadanos vulnerando las libertades y los derechos en un país democrático.

Joaquín Peral



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