Actualidad. Homenajes a etarras. Por Federico Soriguer



Carta a una señora vasca

Federico Soriguer. Médico. Miembro de la Academia Malagueña de Ciencias




Estimada señora:

No la conozco pero su rostro puede ser el de cualquiera de esas mujeres que veo con asombro asistir alborozadas a los recibimientos de los presos de ETA que ahora comienzan a ser liberados después de haber cumplido sus condenas.
 Me gustaría,  por un momento,  estar dentro de usted para conocer cuáles son,  no solo sus argumentos,  que esos si los conozco, sino sus sentimientos, esos que nos diferencian de los  animales.  Debe ser algo  muy profundo lo que le lleva a justificar los asesinatos o los secuestros, incluso de  vecinos.  ¿Es odio?  Debe serlo. Un odio militante contra sus enemigos. Supongo que debe  usted vivir de una manera extraordinaria, sublime,  su patriotismo y de manera insoportable la opresión  por unas personas y por un país que usted considera, a pesar de vivir desde hace siglos juntos, extraños e invasor. Un sentimiento  que le permite justificar como legítima defensa lo que los demás consideramos simplemente un acto terrorista.
 Supongo también que se siente  una vasca de pura cepa, y que  le incomodará que se la compare,  a usted y a sus hijos y amigos, con los terroristas islámicos. Pero los argumentos de usted, de sus hijos, los gudari y de los terroristas islámicos no son muy distintos.  Una idea lo suficientemente  grande, en su caso la patria vasca, en el de ellos la comunidad de creyentes, que justifica la muerte  (y la tortura, como el caso de dejar morir de hambre a  Ortega Lara) ¡Qué gran hallazgo semántico aquello de socializar el sufrimiento!   Sí, me gustaría entrar dentro de sus entrañas para poder apreciar cuál es el grado de sufrimiento que hay en su interior. Debe ser un sufrimiento muy especial, tanto que es capaz de mantener vivo el odio a los otros, aunque estos otros sean tan vascos como usted misma.  Unos vascos, por cierto, usted incluida,  que no viven nada mal si lo comparamos con el nivel de sus odiados y próximos vecinos y enemigos y no digamos de  la inmensa mayoría de los ciudadanos del mundo, esos que tal vez en algún momento tuvieron un lugar en su corazón de izquierdas.
Porque ¿siguen siendo ustedes unos revolucionaros independentistas de izquierdas, o ya eso  ha pasado y ahora solo son patriotas vascos que han perdido la guerra militar política y  moral, pero que no se resignan a que lleguen tiempos mejores en las que volver a levantarse en armas para conseguir su libertad y la de todos los oprimidos?  La veo por TV y no salgo de mi asombro.  Si fuera en blanco y negro creería que son imágenes del pasado. Pero son de hoy mismo y es por esto por lo que centro mi atención en una cara cualquiera y veo una señora con el pelo blanco  algo entrada en carnes, que vitorea a unos señores que pudieron ser sus hijos, que han matado, extorsionado, secuestrado, a sus vecinos de barrio, de pueblo, de región, de país y de otras partes del mundo, que nadie se ha librado de la estrategia del terror liberador de sus hijos, de sus gudaris, de sus muchachos, ahora de vuelta, ya mayorcitos, pero recibidos como héroes, por sus servicios a una patria imaginaria y a una revolución tan pendiente y tan imaginaria como la misma patria vasca,  pues ni la historia, ni el presente, ni, a pesar de su euforia irreducible, el futuro, les perteneció ni les pertenece.
 Sí, me gustaría entrar en sus entrañas, esas de las que ha salido tanto odio, tanto dolor, tanto sufrimiento, para nada, pues nada han conseguido, menos mal, aunque  si lo hubieran conseguido hubiera sido igual de abominable aunque con la pequeña diferencia, de que  estos  verdugos,  hoy aplaudidos  como héroes por una pequeña parte de una población que podría recibir el calificativo de enferma si no fuera porque hay demasiados ejemplos de vesania criminal en la humanidad, serian los lendakaris de un país vasco independiente, convertido en un paraíso en la Tierra, libre de toda maldad y desde luego de todo maketo impuro, causa última de la perdición de una Euskadi, a la que los españoles no han traído con su presencia más que sangre, sudor, lagrimas, hambre, incultura y ruina económica, como todo el mundo que visita su hermoso país, puede comprobar.
Porque lo que más me interesa de usted  es como puede ser  tan sensible al sufrimiento de sus amigos los gudaris y tan insensible al de sus enemigos. No es que me sorprenda. Así es la historia.  Matamos al enemigo y nos alegramos,  pero cuando nos matan  a uno de los nuestros lloramos su pérdida y gritamos al cielo clamando venganza.   Así es la guerra, así son las guerras. Porque después de tantos muertos, ustedes solo sienten el sufrimiento propio.  Con su victimismo histriónico, con su odio renovado en cada parada, 260 paradas, uno por cada preso vasco que se libere- - anuncia Otegui-, usted señora mantiene la semilla del odio. Me da pena y si viviera al lado suyo, además,  me daría miedo, porque una persona que es capaz de incubar los huevos  de la serpiente durante tantos años no es de  fiar, por muy aspecto de “ama”  vasca que tenga.  Usted es un ejemplo viviente, un residuo del pasado que merece conservar aislada como una reliquia de un mundo que ya no existe, pero al que se aferra, porque si renuncia a él, usted, literalmente se muere. Pero no se muera por favor. Algunos que no perdemos la esperanza, nos gustaría ver, cómo usted, matrona vasca y representante eximia de un nacionalismo revolucionario extinto, algún día encontrará mejores motivos para estar viva. Pero eso ocurrirá el día en el que esos otros nacionalistas de corbata, de los que durante tantos años ustedes han sido sus marionetas, se caigan del caballo. Mientras tanto a los pobres diablos  como usted les quedará la esperanza de hace la revolución pendiente. Eso sí, vasca.


Comentarios

  1. Excelente articulo, le agregaria que lea PATRIA de Fernando Aramburu. El problema es que estos Nacionalismos han aparecido por todo el mundo. ¡¡No es casual¡¡

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  2. Qué será tan inflamable como el odio ?
    Corre como la pólvora y, aunque no tenga mecha, prende en derredor lo que a su paso encuentra.
    Como el pasto seco arde en el estío, incendia lo que toca con su llama. Cual pavesa iridiscente, salta distancias increíbles y asola lo que encuentra...

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  3. El nacionalismo es tan simple que dá miedo. Todo lo malo viene de fuera, por tanto no tenemos responsabilidad en lo que nos ocurre. A por ellos

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  4. Si podemos calificar el problema expuesto por Federico de enfermedad social la que padece claramente ese grupo de población concreto objeto de su acertada reflexión. Su mentalidad, de origen visceral, yace inmóvil en el tiempo, hibernada, anclada en irreductibles ideales, impermeable e insensible a lo extraño, e incapaz de respirar de otro aire que no fluya de su viciado ambiente. El remedio no lo tendrán si no abren puertas y ventanas y dejan entrar un aire fresco que permita a sus vidas inquietarse con otros anhelos

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