¿Desconcierto y desesperanza?.

¿Desconcierto y desesperanza?

Ricardo Ponce

El desconcierto y la desesperanza son estados que el individuo ha conocido siempre en algún momento de su vida y en ocasiones esto ha estado enmarcado en un periodo concreto de tiempo en el que él al igual que alguna parte de la sociedad estaban atravesando. La situación actual es un periodo sin duda donde están creciendo esos sentimientos.



Nuestra sociedad ”más cercana” en el siglo pasado tras superar las trágicas guerras mundiales y dictaduras creyó que se abría un tiempo de progreso, de estabilidad y paz que permitiría a los ciudadanos alcanzar desde el estado del bienestar los mejores y más estables periodos de la humanidad desde el punto de vista de la justicia y de las libertades.

Pero en esta última década, en el mundo y también en esta hasta ahora privilegiada Europa se han producido y o acelerado procesos que nos han llevado no ya de forma individual o minoritaria al desconcierto y a la desesperanza otra vez, si no de forma también masiva o mayoritaria a la sociedad en su conjunto.
Cuatro han sido desde mi humilde punto de vista los factores determinantes de esta nueva y dolorosa situación actual.

El primero está relacionado con el cambio y la emergencia climática que nos conducirá a un estado incontrolable y puede modificar el curso de la historia y de las condiciones de vida de prácticamente toda la humanidad. 


Las acciones para aminorar esta evolución incontrolada de los efectos del cambio climático han sido casi nulas o testimoniales. No las han concretado ni los mayores contaminantes del planeta como EEUU y China ni tampoco el resto de los países que no han tomado unas decisiones determinantes para enfrentar esta situación. Las grandes empresas, los intereses nacionales, los malísimos e ineficaces  líderes mundiales y también los individuos de a pié seguimos marchando hacia el abismo al que nos conduce el antropoceno y en el que nos situaremos nosotros y las generaciones siguientes en un periodo irreversible desde el punto de vista de la naturaleza y de los efectos que indirectamente ésta producirá en todos las sociedades humanas y en otras especies del planeta Tierra.

El segundo factor ha sido la crisis económica mundial del capitalismo de los años 2008 en adelante. 


Tampoco los líderes mundiales a los que sin duda presionaron los grandes centros de poder económico, fueron incapaces de corregir los defectos del capitalismo actual que produjo un incremento intensísimo de las desigualdades sociales con expresiones como el paro, la precariedad laboral, la pérdida de derechos adquiridos y en fin el empobrecimiento extendido de gran parte de la población con un fenómeno destacado como es la incertidumbre en el trabajo, la desconfianza en las posibilidades de progreso y conduciendo éstas a que las jóvenes generaciones no crean ya en un futuro a construir entre todos y malvivan en un presente precario y limitado.

El tercer factor que actualmente estamos padeciendo tiene que ver también con la naturaleza. Me refiero a la pandemia producida por un virus que siendo solo un pequeño trozo de ácido ribonucleico está poniendo al mundo en su conjunto en una situación catastrófica solo imaginada por unos pocos tiempo atrás. 



Hoy se enferman millones de personas y cientos de miles ya han fallecido y al mismo tiempo la economía se viene abajo produciendo una vez más paro, desocupación, precariedad, retrocesos históricos de toda índole con sus efectos de convulsión social y debilitamiento de los valores de justicia, libertad y del sentido de progreso en la unidad de la ciudadanía.
Surgen y se reimpulsan políticas ultraderechistas xenófobas y antidemocráticas que a su vez acompañan en la sociedad a los negacionistas de la ciencia como síntomas ambos del desconcierto social creciente. La imbecilidad humana presente siempre en las sociedades crece en este medio de cultivo idóneo para sus fines.

El cuarto factor asociado a este desconcierto y desesperanza son los políticos que nos gobiernan. Cuando digo que nos gobiernan incluyo a la mayoría de los políticos que manejan las instituciones y no solo a los que actualmente están en los diferentes puestos de responsabilidad gubernamental. También me refiero a los políticos mundiales y a los locales, a los que gobiernan y a la oposición.



Con individuos como Trump, Putin, Bolsonaro, Torra, Orbán, Lukashenko, Maduro y la férrea dictadura china entre otros, ¿podremos tener una vía de salida a esta crisis tan severa y con factores asociados de riesgo como los  mencionados con dirigentes como los  citados?. Seguramente no.

Pero tampoco lo conseguiremos con los políticos cainitas, populistas o  nacionalistas de nuestro propio entorno. Mientras estos ciudadanos de la “política” no sean conscientes del momento que vivimos y aparquen sus intereses partidarios cortoplacistas y sectarios sobre todo por el momento histórico que se vive. 


En esta coyuntura temporal hace falta lograr acuerdos, consensos y confluencias que permitan dar una respuesta a la situación de forma más efectiva y no se debe actuar motivado por el interés de unas próximas elecciones. Estamos en un momento de extraordinaria fragilidad de la sociedad en general y de las personas en particular por lo que deberíamos ser capaces de actuar con el máximo consenso y apoyándonos en los científicos y en los humanistas para salir con éxito de esta enorme crisis.

Pero ¿qué podemos hacer los ciudadanos de a pié?. Creo que también deberíamos romper con las ataduras partidarias, con los prejuicios ideológicos, ser muy críticos con los que gobiernan y con la oposición cuando vislumbremos tendencias sectarias, partidistas o alejadas de los intereses del bien común. Conocer las noticias y la realidad desde la pluralidad de los medios y no solo desde aquellos que nos digan lo que queremos oir. La organización de plataformas cívicas de presión al poder y a los que se aparten  de la defensa de los más desfavorecidos debería ser constante. El actuar con responsabilidad social siguiendo normas aconsejadas por los científicos en el comportamiento ciudadano y rechazando la influencia de los negacionistas o de aquellos que intentan crecer en este río revuelto de la crisis sanitaria, económica y de salud pública.

 También los ciudadanos deberíamos comprender que estamos viviendo una realidad ya diferente de la que antes de la pandemia  teníamos y que debemos adaptarnos a la misma sin renunciar a las libertades y a los derechos pero siendo conscientes de la crisis económica en la que nos encontramos. Los grupos de ultraderecha populistas o nacionalistas supremacistas intentan también crecer con medias verdades o mentiras completas para acceder al poder. Rechazo contundente a estos grupos ya que históricamente conocemos que estas situaciones son propicias para su crecimiento aprovechándose precisamente de la desesperanza y el desconcierto de la sociedad para luego conducirnos a fórmulas autoritarias o totalitarias.

Hay que hacer una autocrítica seria sobre los errores cometidos para subsanarlos y no repetirlos. La ocultación es siempre negativa.

Responsabilidad ciudadana, solidaridad, firmeza de principios democráticos, paciencia para que con seguridad la ciencia pueda dar adecuada respuesta a la pandemia. Para ello es mejor centralizar el mando para una acción mancomunada no solo nacional si no continental. Exigir a nuestros representantes políticos unidad y consenso para afrontar todos los problemas. Evitemos cesiones vergonzantes a los nacionalismos a cambios de aprobación de unos importantes presupuestos. Los partidos nacionales deben unirse para evitar esa situación.
Si los políticos no representan a los intereses mayoritarios de los ciudadanos habrá que denunciarlos y renovarlos independiente del partido a que pertenezcan y ser conscientes del peligro de la extrema derecha, de los populismos tanto de izquierda como de derechas y sobre todo de los liberticidas nacionalistas que siempre se han aprovechado del desconcierto y de la desesperanza ciudadana para avanzar.


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